Novela
Con evocaciones a Vicente Leñero culminó el Encuentro de Novela Policíaca en Querétaro
El jalisciense Leñero, entonces subdirector de la revista Proceso, y el tijuanense Campbell, colaborador de este semanario, asistieron a tal encuentro mundial realizado del martes 24 al viernes 26 de febrero de 1987.El jalisciense Leñero, ex subdirector de la revista Proceso, y el tijuanense Campbell, colaborador de este semanario, asistieron al 2° Congreso Internacional de Literatura Policíaca realizado del martes 24 al viernes 27 de febrero de 1987 en San Juan del Río, Querétaro. Su memoria en la literatura negra regresó nuevamente a dicha entidad, con la presencia del fotógrafo Juan Miranda para el Primer Encuentro de Novela Policiaca 2023.
CIUDAD DE MÉXICO (proceso.com.mx).- Con evocaciones a los escritores Vicente Leñero (1933-2014) y Federico Campbell (1941-2014) durante su participación en el 2° Congreso Internacional de Literatura Policíaca 1987, que se celebrara hace casi cuatro décadas en San Juan del Río, Querétaro, dio inicio este viernes 26 de mayo el Primer Encuentro de Novela Policíaca 2023 en esa entidad queretana.
El jalisciense Leñero, entonces subdirector de la revista Proceso, y el tijuanense Campbell, colaborador de éste semanario, asistieron a tal congreso mundial realizado del martes 24 al viernes 26 de febrero de 1987, acompañados del reportero gráfico Juan Miranda, jefe por aquella época del departamento de fotografía de Proceso, y Armando Ponce, al frente de la sección Cultural de esta casa informativa al presente.
Organizada por el promotor cultural y narrador Felipe Cabello Zúñiga con el presidente municipal Roberto Cabrera Valencia, la Dirección de Cultura de San Juan del Río y la Universidad Mesoamericana, el Primer Encuentro de Literatura Policiaca 2023 comenzó el viernes 26, con la presentación del libro “El misterio de la máscara perdida”, de Iván Farías, en el Foro San Juan del Portal del Diezmo, continuando al atardecer con la conferencia del periodista Víctor Ronquillo, autor de los títulos “Lesbia se va de casa”, “La Reina del Pacífico y otras mujeres del narco”, así como “Las muertas de Juárez” y varios más.
El sábado 27 se llevó a cabo el conversatorio sobre novela negra de Paco Ignacio Taibo II, director del Fondo de Cultura Económica, a las 11 de la mañana, en el ex Convento de Santo Domingo. Nacido el 11 de enero de 1949 en Gijón, España, donde creó la Semana Negra en 1988, Taibo II fue el principal organizador y promotor de aquel primer encuentro sanjuanense hace ya 36 años.
A las 16 horas del mismo sábado 27, en el Museo del Nacimiento, se proyecta el video de la escritora Malú Huacuja del Toro (una de las pocas mujeres que acudió a San Juan del Río aquella ocasión) quien presentó su nuevo volumen: “Todo es personal”.
Las actividades cerrarán la noche sabatina con broche oro a cargo del único fotógrafo quien acudió al mencionado 2° Congreso de Literatura Policíaca 1987, Juan Miranda, de Proceso, quien junto a su compañera Norma Yolanda Contla Piña disertará en torno a “Caminar entre historias” y “A propósito de la imagen”, respectivamente. (https://www.facebook.com/CulturaSanJuandelRio/)
A continuación, para nuestros lectores y aquellos interesados en la magia de la literatura policiaca o de novela negra, el texto íntegro de Federico Campbell “Coloquio en San Juan del Río. El verdadero enigma: qué es la novela policiaca” publicado en las páginas de Proceso #538, del 23 de febrero de 1987, con motivo de aquel coloquio en ese mismo año.
Revisitando la calle negra
“Escribir novelas policiacas cuando se vive en una época policiaca no es trabajar en un género menor ni subliterario, sino escribir las novelas más necesarias y hablar de las cosas más urgentes”, escribió una vez Robert Louit a propósito de Dashiell Hammett, el autor de “Cosecha Roja” y, entre otros, creador en 1922 de la novela “negra”, como se empezó a llamar a la de corte criminal –no necesariamente destinada al desciframiento de un enigma– cuando poco después de la Segunda Guerra Mundial la editorial Gallimard lanzó en París su famosa Serie Negra.
Resultante del relato enigma perpetrado originalmente por Edgar Allan Poe en 1841 con la publicación de “Los crímenes de la rue Morgue”, y de la primera novela en que se despejaba una incógnita criminal, “La piedra lunar”, de Wilkie Collins, en 1868, la novela negra se ha convertido en “el tratado político de nuestro tiempo”, según el politólogo italiano Giorgio Galli o en el “género clásico” de nuestros días, según dijo Alfonso Reyes en 1945.
Sin embargo, poca aceptación o acaso una consideración a regañadientes ha tenido la novela policiaca en los círculos académicos. Se le ha soslayado como “subliteratura” o como una producción ajena a la literatura “significativa”, pero esta ociosa injusticia se ha diluido en los últimos años con los trabajos críticos que han puesto en su justo lugar a Dashiell Hammett y a Raymond Chandler, para hablar sólo de esos casos que no están por debajo de Ernest Hemingway o William Faulkner.
“¿Es literatura o no?”, se sigue preguntando alguna gente. Y el cubano Desiderio Navarro aclara de una vez para siempre la maldita pregunta: “La artisticidad, el carácter artístico, es una propiedad de la obra literaria concreta, individual, y no de su estructura típica”.
Ninguna obra es artística o deja de serlo por el mero hecho de pertenecer al género policiaco, “tal como existen poemas o comedias desprovistos de valores artísticos, sin que por ello dejen de ser comedias o poemas”.
Sobre todas estas cuestiones se sentarán a discutir entre este martes 24 y el próximo viernes 27 de febrero los escritores asistentes al Encuentro Internacional de Literatura Policiaca que se celebrará en San Juan del Río, Querétaro, en la Casa de la Cultura.
Crónicas sanjuanenses
El coloquio reproduce en cierto modo la ilusión gestada en España en los años posteriores a la muerte de Franco, un poco antes y un poco después de 1980, consistente en creer que la novela policiaca –ya redimida por la crítica, ya legitimada como literatura seria, respetable– es un vehículo artístico válido para recrear algunas cuestiones trágicas o injustas de la realidad más palpitante:
Una novela que disimula un discurso subversivo, una sátira despiadada sobre el poder, una puesta en entredicho de nociones tan institucionalizadas como la “legalidad” (tan discutida recientemente durante el movimiento estudiantil), la “familia”, el “Estado”, la religión, la propiedad privada, la sociedad burguesa, las complicidades entre los representantes del Estado y el narcotráfico, el uso político de la delincuencia, o el ejercicio del “malvado” poder institucional al estilo de los hampones.
No asistirán al encuentro de San Juan del Río, como se anunció, Graham Greene, autor de “El tercer hombre”, “Una pistola en venta”, “Brighton, parque de diversiones”, “El agente confidencial”; ni el norteamericano Donald Westlake, “el más brillante autor de la novela negra durante estos últimos tiempos”, según Javier Coma, el mismo que, nacido en Brooklin en 1933, escribió “La esmeralda candente”, “Los mercenarios”, “El hombre que cambió de cara”.
Westlake “ha conseguido alzarse con el título de heredero de Hammett”, escribió Juan Madrid en un reportaje sobre el III Festival de Novela Policiaca que tuvo lugar en la patria de la champaña: Reims, Francia, en noviembre de 1981. “Ha escrito 55 novelas, todas ellas insuperables, un caso bastante raro de genialidad prolífica”. Westlake se ríe mucho de la novela policiaca:
“Un humor sardónico a veces, hilarante otras, invade sus novelas. Muy a menudo, en cambio, son ellas mismas un puro disparate irónico que arranca carcajadas, como ‘Dos más dos son tres’”, dice Juan Madrid, a quien el propio Westlake confió: “Hammett y Hemingway me han enseñado mucho. Creo que Hammett sobrepasa a Hemingway en transmitir simple y directamente las experiencias. En cambio, Chandler me gusta menos, creo que es demasiado literario, poco real”.
La reunión de San Juan del Río, organizada por el INBA, el gobierno del Estado de Querétaro, la UNAM, la SRE y la Asociación Internacional de Escritores Policiacos, tiene como invitados precisamente a Juan Madrid, Manuel Vázquez Montalbán, y Andreu Martín (de España); a Alberto Molina y Rodolfo Pérez Valero (de Cuba); a Fernando Ayala Poveda (de Colombia); a Daniel Chavarría (de Uruguay); a Manfred Drew (de la República Democrática Alemana); a Jiri Prochazka (de Checoslovaquia); a Juan Sasturain (de Argentina); a Julian Semionov y María Ofimtsova (de la URSS); a Roger Simon (de Estados Unidos); y a los mexicanos Eugenio Aguirre, María Elvira Bermúdez, Edmundo Domínguez Aragonés, Raúl Hernández Viveros, Malú Huacuja, José Huerta, Vicente Leñero, Luis Méndez, Rosa Margot Ochoa, Eugenia Revueltas, Rafael Solana, Rafael Ramírez Heredia y Paco Ignacio Taibo II.
El criterio de selección fue que los autores tuvieran por lo menos dos novelas policiacas publicadas.
Manuel Vázquez Montalbán, autor de “Los pájaros de Bangkok”, “Los mares del sur”, “La soledad del manager”, ganó en Reims el Grand Prix de Litérature Policiere en 1980, y ha combinado su quehacer novelístico con el periodismo. Es colaborador de “El País”, y sus novelas que tienen como protagonista a Pepe Carvalho se están reditando en Barcelona dentro de una colección especial: Serie Carvalho.
Se le considera el personaje “más coherente y de más larga andadura” de la novela policiaca española y confiesa él que en el fondo su personaje de Carvalho se le ocurrió cuando oyó hablar de un profesor catalán refugiado en Tijuana: el geógrafo Miguel Bargalló. En “La soledad del manager” se refiere de paso a la editora mexicana Neus Espresate.
La última novela de Vázquez Montalbán, “El balneario”, se suma a la serie que ya es de nueve libros, entre ellos: “Yo maté a Kennedy”, “Tatuaje”, “La rosa de Alejandría” e “Historias de fantasmas”. En abril la editorial Planeta distribuirá su más reciente creación: “Historias de padres e hijos”.
Los escritores participantes discutirán sobre los siguientes temas:
--El género policiaco: ¿literatura social o material de evasión?
--¿Ha muerto la literatura enigma?
--La literatura policiaca en los países socialistas.
--¿Existe una novela policiaca a partir de 1968 en México?
--La novela de espionaje en el mundo.
--La situación de la literatura policiaca en México.
--Los autores y sus historias.
¿Novela policiaca o negra? El galimatías suele desplazarse por la convención “novela policiaca” a secas, pero muchos de los conferenciantes de San Juan del Río siguen utilizando la expresión Serie Noire que puso Duhamel en los libros de Gallimard, alusiva al color de las portadas de la colección.
En todo caso, la “novela negra” quiere significarse por no atenerse a las convenciones del género instaurado por Poe: la dilucidación de un misterio, el triunfo de la inteligencia o de la justicia oficial. Más bien adopta el punto de vista del criminal, que no siempre fracasa, como en “Población 1280” o “El asesino dentro de mí”, de Jim Thompson, o “La calle sin retorno” y “Disparen contra el pianista”, de David Goodis.
Negro es el color de la novela
Las novelas de la texana Patricia Highsmith, como “Mar de fondo”, “A pleno sol”, “Extraños en un tren”, “El contador de historias”, también escapan al esquema clásico y coinciden más con lo que Javier Coma cataloga como “literatura de ficción en torno al crimen contemporáneo”.
Se trata de una novela que evita los planteamientos no literarios del relato tradicional de intriga o de misterio, “sustrayéndose a las reglas del juego típicas de la novela enigma y avanzando en mayor o menor medida hacia las categorías estéticas de la narrativa de primera línea”.
No aspira, pues, este tipo de novela, a la construcción de enigmas “para pasatiempo deductivo del lector ante el tradicional relato-crucigrama o la crucitrama”.
En resumen: La novela negra constituye “una literatura narrativa, con origen en los Estados Unidos durante los años 20 y con desarrollo típica y primordialmente norteamericano, ceñida al enfoque realista y sociopolítico de la contemporánea temática del crimen, encauzada paulatinamente como un género determinado y practicada mayoritariamente por especialistas”.
Podría, en este sentido, considerarse negra “A sangre fría”, de Truman Capote, o su relato “Ataúdes labrados a mano” podría también etiquetarse con la maldita palabra. De lo que no hay duda es de que Capote inaugura una novela –la historia como literatura– en que se funde y refunde la realidad y la ficción, con todos los recursos del arsenal de la narrativa y el reportaje.
Por su parte, lo que el siciliano Leonardo Sciascia pretende es “introducir el drama pirandelliano en la novela policiaca”, parodiando lo que Andrés Malraux había dicho de Faulkner: que había incorporado la tragedia griega al relato policiaco. Pero en realidad lo que además realiza Sciascia es una continuación de lo que el padre de la novela histórica, Alessandor Manzoni, había hecho en “Historia de la columna infame”: el relato-encuesta de ambiente judicial.
Al emprender su viaje hacia el corazón de las tinieblas, el lector de novela policiaca asume la fuga de sus pensamientos, como en los sueños, según observaba Alain. Y hasta ahí el enigma teórico.
Algunos críticos, contrariamente, han estatuido que la fascinación por las novelas policiacas obedece siempre a que vivimos rodeados de misterios reales (recuérdese por ejemplo la cantidad de crímenes impunes en el país de la impunidad), es decir, a la desconfianza en el sistema de justicia dominante, según el cual el poder lo tienen los agentes sueltos en la calle más que los funcionarios de escritorio –los procuradores– que no se ensucian las manos.
Sin embargo, no es fácil, y probablemente tampoco útil, forzar conclusiones demasiado recortadas a partir de ciertos esquemas novelísticos como añoran algunos descodificadores. Por eso no habría que hacerse demasiadas ilusiones acerca de que en todos los casos la novela negra supura un discurso subversivo, con ingredientes ácratas.
Cuando se quiere imponer una hipótesis acudiendo a la acumulación de ejemplos –que los hay para todos los gustos– y al engaño de la manipulación estadística, casi se puede demostrar cualquier cosa.
Proclamar tajantemente que la novela policiaca tiene como único tema el poder o que es esencial y sutilmente marxista sería una estupidez tan grotesca como aseverar que es neopositivista lógica o neokantiana. No se puede –si se aspira a desideologizar el lenguaje– atribuir a ningún tipo de literatura un significado nuevo y unívoco que entronque cómodamente en algún esquema ideológico o teórico previo.
Hay quienes creen de todas maneras, que la novela negra o policiaca ha asumido “reflejos” del marxismo al imponer el realismo crítico en la narrativa sobre el crimen y “al haber evolucionado a tenor de los sucesivos acontecimientos históricos y sociales”. Por esos caminos –la idea es de Javier Coma– la novela negra “llegó a contemplar el derecho a la propiedad privada como una agresión de clase, a la policía como un aparato represivo del Estado al servicio de la clase dominante, al individuo como aislado y en guerra dentro de una incompetividad insolidaria conducente a su alineación, y a la sociedad como un ente mercantilizado en beneficio de la mayoría dominante”.
Juan Marsé se resiste a aceptar una relación automática entre el marxismo y la novela policiaca porque en buena parte “el detective privado está al servicio de la comunidad y de un orden convencional, de un orden al mismo tiempo al servicio de un sistema establecido, en contraposición”.
A Juan Carlos Martini también le resulta muy forzado encajonar a la novela, sea del color que sea, en un proyecto ideológico previo como el marxismo, el antitotalitarismo o cualquier otra concepción del mundo. Y es que las grandes novelas, dice Martini, “ni ninguna literatura, no se pueden plantear en una fidelidad a ultranza hacia una teoría o incluso una práctica política, y ni siquiera hacia una interpretación filosófica del mundo, por científica que sea. Porque si no, estaríamos hablando de otra cosa que no sería la literatura”.
La idea de Martini es que el objeto que se produce a través del hecho de escribir “tiene características y leyes propias”. El lenguaje de la novela justamente es la ambigüedad. Es ambivalente. Las cosas quieren decir una y otra cosa o varias cosas al mismo tiempo.
En la novela negra “hay una puesta en funcionamiento del mundo en que vivimos y una actitud crítica indudable”, pero la literatura conjuga una serie de fenómenos estrictamente individuales que le hacen ser un producto en sí mismo contradictorio.
“Un escritor no es un profesional de la ideología y como persona es un ser humano contradictorio”, dice Martini. También coincide con Juan Marsé en la apreciación de que el investigador privado es un servidor del orden establecido. Por lo común quien lo contrata es un general o un industrial o un alto ejecutivo o un señor vinculado, por supuesto, al dinero y al poder. Para ese poder trabaja el detective aunque en lo más íntimo de su ser desee dinamitar ese sistema. Ricardo Muñoz Suay, por su parte, advierte otro matiz importante:
“El investigador privado efectivamente está al servicio de esa clase dominante y explotadora: pero lo que hace es descubrir el vicio, la crisis, de esa sociedad.”
Nos vemos en San Juan del Río.