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Cine: “Rosas a crédito”

Amos Gitai se aventuró a adaptar la novela de Elsa Triolet, emblema de la cultura de izquierda de postguerra
viernes, 29 de diciembre de 2023 · 12:24

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- En la Cineteca Nacional se exhibe una cinta desapercibida en su momento: Amos Gitai se aventuró a adaptar la novela de Elsa Triolet, emblema de la cultura de izquierda de postguerra, y para algunos, ícono feminista… el caso es que nadie quedó satisfecho con “Rosas a crédito” (Roses à crédit; Francia, 2010).

La sobriedad natural del estilo de Gitai va mal con el romanticismo de la heroína, la crítica al materialismo de la sociedad francesa se endurece, y en la destrucción del ideal de pareja el marido se lleva la peor parte, un tanto víctima del consumo compulsivo de Marjoline (Léa Seydoux).  

Fuera de la leyenda de la novela, primera parte de la Trilogía del Nylon de Triolet, la lectura que hace Gitai de “Rosas a crédito” tiene mérito propio; la disección del consumismo recrea el ambiente de la clase media de la posguerra, ansiosa por acceder a la imagen de felicidad y abundancia que promete la nueva mercadotecnia, claro, pero también expone la semilla de la compulsión de hoy en día en el terreno de moda y consumo.

Y sí, Gitai se muestra duro con la protagonista, un tanto cabeza hueca, aún más duro que la misma Elsa Triolet, que al igual que Marjoline padeció unos años de pobreza antes de casarse con el poeta Louis Aragon; Léa Seydoux, estupenda actriz de la nueva camada, supo combinar vulnerabilidad con una forma de arribismo, la intransigencia y determinación de no volver a pasar hambre.

Aun así, el matrimonio con Daniel (Grégoire Leprince) es por amor; este cultivador de rosas, entre científico y alquimista, soñador a fin de cuentas, anhela producir una rosa que sea fuerte como las modernas pero que exhale un perfume como las de antaño, representa la metáfora central de la historia: ¿Cómo preservar la esencia de lo femenino en el artificio de la publicidad?

Por su parte, Marjoline trabaja en un salón de belleza, laboratorio de estilos, cortes de pelo y manicures. El departamento que Daniel recibe de sus padres se convierte en un regalo envenado cuando Marjoline decide decorarlo y adaptarlo al alcance del confort moderno; la trampa insoslayable de crédito y deudas al servicio de la fantasía, evoca un tanto la figura de una nueva Madame Bovary.

Elsa Triolet murió en 1970, un tanto antes de que el feminismo adquiriera la fuerza que ahora tiene; luchar por establecerse como escritora por derecho propio, más allá de la sombra de Aragon, o incluso Maiakovski de quien estuvo enamorada, fue difícil, pero logró reconocimiento y admiración en vida; escribió sus primeras novelas en ruso, dominó la lengua francesa, y fue la primera mujer que recibiera el premio Goncourt (el Nobel francés). Imprescindible que Amos Gitai haya visto el documental que hizo Agnès Varda sobre ella, “Elsa la rose” (1966), retrato poético de Triolet; la poética de la novelista impregna su cinta, un tanto fuera de la línea crítica del director israelita contra los excesos del gobierno de su país.

En todo caso, “Rosas a crédito” ofrece la oportunidad de entrar en contacto con las novelas y el personaje Elsa Triolet, testigo y voz de los cambios históricos más importantes del siglo XX, de la Rusia zarista a la revolución, la Segunda Guerra Mundial, la República de Vichy, la accidentada vida del partido comunista francés, y los encantos de la sociedad de consumo.

 

 

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