Cine
“Competencia oficial”
"Competencia oficial", de la copla de directores argentinos Mariano Cohn y Gastón Duprat, es eso, ego puro, narcisismo sin excusas, y el resultado, una sabrosa comedia de situaciones –por momentos sátira– sobre la fama y la creación artística.CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).– Con ánimo de trascender, el día de su octogésimo aniversario un multimillonario dueño de emporios (José Luis Gómez) decide darse un buen regalo: producir una gran película que salga premiada y que lo haga célebre; el deseo de fondo de Competencia oficial (España-Argentina, 2021), de la copla de directores argentinos Mariano Cohn y Gastón Duprat, es eso, ego puro, narcisismo sin excusas, y el resultado, una sabrosa comedia de situaciones –por momentos sátira– sobre la fama y la creación artística.
No se escatima el capital, habrá que contratar al mejor realizador, actores, lo que se ofrezca; Lola Cuevas (Penélope Cruz) es la elegida para adaptar una novela premiada del Pulitzer, de título Rivalidad, y dirigirá a los mejores actores del momento, aunque de personalidades y mundos que se excluyen uno al otro: Félix (Antonio Banderas), español, e Iván (Óscar Martínez), argentino residente en España, quien no ha perdido su acento. Como directora, Lola cuenta con explotar el choque de personalidades de los actores y la competencia entre ellos; donde reinan ego y petulancia, la rivalidad se haya presente.
Lola se sabe artista genial, y Penélope Cruz compone un personaje como nadie la había visto, extravagante, una manipuladora que sabe salirse con la suya; Félix desprecia el mundo del actor del método en el que se mueve Iván, ese tipo de cine y de teatro alternativo que pretenden hacer pensar al público; Iván, a su vez, abomina el mundo del espectáculo, Hollywood y los Oscar, a Félix como producto del Star System, sus autos deportivos, sus mujeres; la verdad es que cada uno envidia al otro. Compiten como niños aplicados, y Lola no hace más que exacerbar la pugna y sumergirlos en una espiral de absurdos y vanidades por medio de ejercicios sorpresivos y descabellados.
A diferencia de otras películas de cine sobre cine, Competencia oficial no es propiamente meta cinematográfica, ninguna escena ocurre en un set o durante el rodaje; la acción transcurre en el Art Institute del millonario, arquitectura moderna de espacio vacíos que se prestan bien a una forma de instalación y coreografía para los ejercicios que Lola pone a hacer a sus actores, descabellados por momentos; todo es preparación para comenzar a filmar, fuera de la película misma.
Aunque al borde de la caricatura, los realizadores supieron mantener la rivalidad de egos a base de la autoparodia de cada actor, Banderas es precisamente ese actor español que logró la fama en Hollywood, y Óscar Martínez es un concienzudo maestro y actor de teatro; los ejercicio que Lola exige se disparan al absurdo pero no dejan de tener sentido en el fondo, y ofrecen una buena lección de actuación al espectador, del más simple, como hacer repetir ‘buenas noches’ a Iván hasta que encuentre el tono exacto, hasta colocarlos en una situación en la que se hayan impotentes y víctimas de una agresión inverosímil a su ego.
Se disfruta, también, la resistencia y la lucha de poder hacia la directora, la capacidad creativa de ésta para aprovechar cada trampa y sacarle provecho; claro, el final es previsible pero no importa, porque sólo se trata de un ejercicio, de una serie de juegos creativos que exorcizan la peor pesadilla del artista: la de que el ego paralice su creatividad.
Crítica publicada el 1 de mayo en la edición 2374 de la revista Proceso, cuya edición digital puede adquirir en este enlace.