Cambio Climático
Lo que tenemos que aprender de las juventudes frente a la emergencia climática
Los impactos de este calentamiento los vivimos a diario: cada año rompemos niveles récord de altas y prolongadas ondas de calor, tenemos mayores y más prolongadas sequias, huracanes atípicos y muy devastadores.CIUDAD DE MÉXICO (apro).-Como activistas por el clima nos hace falta humildad para entender y aplaudir el empoderamiento de las juventudes. No hemos reconocido lo decisivo que este movimiento emergente es para el planeta, y que opera a través de sus propios saberes, lenguajes diversos, afectos, formas de organización y prácticas políticas propias. Erróneamente hemos querido que se comporten como nosotras y nosotros, activistas adultes que llevamos ya varios años por acá, pero cuyo esfuerzo ha sido claramente insuficiente para cambiar el sistema, para atender la emergencia climática.
Por ello, en el día de las juventudes no puedo dejar de pensar en el año 2021. Recuerdo perfecto los nutridos caudales de juventudes llenando las calles frías, mojadas y ventosas de la Cumbre del Clima de Naciones Unidas en Glasgow, Escocia (COP 26). Estaban por doquier, en las salas y pasillos de las negociaciones del clima, en las vallas demandando acción urgente y enalteciendo la protesta por la justicia climática; también en las bancas y banquetas riendo, deliberando, llorando, discutiendo o celebrando.
Su presencia era tan abrumadora y la voz tan fuerte, que convirtieron una convención climática más, en la plataforma de un poderoso movimiento político. La marcha por el clima en Glasgow fue poderosa por su muy nutrida participación (150 mil personas, la más grande hasta la fecha) y porque era claramente incómoda: “¡¿Cómo se atreven? Con nuestro futuro NO!”, gritaban una y otra vez, en colectivo y en lo individual, para cuestionar que la acción de la COP26 estaba muy lejos de ser suficiente, adecuada, certera.
Tenían razón. Cuatro años después, alcanzamos ya niveles de emisiones contaminantes que generan un incremento de la temperatura promedio de la tierra de más de 1.5°C (sobre los niveles preindustriales, cuando empezamos a quemar una gran cantidad de combustibles fósiles). Los impactos de este calentamiento los vivimos a diario: cada año rompemos niveles récord de altas y prolongadas ondas de calor, tenemos mayores y más prolongadas sequias, huracanes atípicos y muy devastadores. Todos ellos con consecuencias sociales y económicas graves, que solo profundizan las inequidades existentes. El futuro sin una acción climática casi radical, pinta peor.
Al organizar la Cumbre de la Juventud en Glasgow y movilizar a tantas personas, las juventudes hicieron su tarea y entendieron con claridad que debían verse y organizarse como un movimiento político, que se gobierna desde las bases, y no como un “grupo de interés” que solo dialoga con las élites en uno o dos momentos al año.
Comprendieron perfecto lo que nuestra admirada Mary Robinson, expresidenta de Irlanda y Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, llevaba años comunicando: que la crisis climática no es una crisis técnica, es una crisis de voluntad política. Por eso la demanda tan clara de las juventudes: “¡¿Cómo se atreven? Con nuestro futuro NO!”. Este grito fue tan políticamente poderoso que tuvo eco en muchos rincones del planeta.
Ese año lograron cosechar lo que habían sembrado desde unos tres o cuatro años antes: ser una fuerza organizativa, un sujeto político buscando un cambio en un mundo en crisis por el clima, pero también en crisis por las profundas inequidades sociales, generacionales, de género, económicas, de poder.
Las juventudes también entendieron que el movimiento frente a la crisis climática era una lucha contra la exclusión generacional. La demanda “¡con nuestro futuro NO!” en el fondo es una demanda por el derecho a luchar y decidir por un futuro que es suyo y de las generaciones que vienen, un derecho a imaginar un futuro distinto. No les estamos ayudando lo suficiente. Y cuando hablan y demandan el futuro lo hacen desde la necesidad del presente. Es decir, no están “aventando” las decisiones a años posteriores, sino demandan claras y contundentes hoy.
En el día de las juventudes, recuerdo con mucha emoción la movilización de aquel otoño en Glasgow, pero también repaso y agradezco las conversaciones y aprendizajes que las juventudes nos obsequian en México: la banda en ICM y en las organizaciones aliadas, en las aulas, los hackatones, la calle, la colonia, la comunidad, el barrio.
Como activistas por el clima debemos de aprender de ellas, ellos, elles: necesitamos movilizarnos, organizarnos, salir a la protesta, tomar las redes sociales y darles contenido. Pelear desde los territorios para hacer frente a la crisis climática, atender las causas y las consecuencias, demandar justicia climática y transiciones energéticas justas.
En Glasgow las juventudes lo dijeron en voz muy alta: con el futuro no, la acción es hoy. Reconocemos que el entorno para el activismo es agreste, difícil y en muchas zonas del país, peligroso. Pero también aplaudimos la creatividad, fortaleza, energía y la esperanza de las juventudes. La crisis climática necesita de este poderoso movimiento para la acción hoy. Caminemos juntos, juntas, juntes. Les acompañamos, les escuchamos, les leemos.
*Jorge Villarreal, es director de política climática en Iniciativa Climático (ICM), think tank especializado en impulsar políticas públicas para acelerar la acción climática en el país.