Desaparecidos en México
Siguen desapariciones en el Ajusco; la delincuencia opera con impunidad
En esta zona de la alcaldía Tlalpan, las fallas institucionales persisten: protocolos que no se activan, alertas que llegan tarde y autoridades que, en la práctica, no ofrecen protección efectiva.CIUDAD DE MÉXICO (apro).- En el Ajusco, ubicado en la alcaldía Tlalpan, las desapariciones continúan: a pesar de los recorridos de búsqueda y de las alertas emitidas por familias buscadoras, la zona sigue siendo inhóspita, con calles solitarias, falta de vigilancia, alumbrado insuficiente y la presencia de casas que podrían funcionar como refugio de redes delictivas.
Las fallas institucionales persisten: protocolos que no se activan, alertas que llegan tarde y autoridades que, en la práctica, no ofrecen protección efectiva. Para quienes buscan a sus seres queridos, el Ajusco se ha convertido en un territorio donde la delincuencia opera con impunidad y la ausencia de control deja a la comunidad en constante riesgo.
Tan solo en el mes de septiembre, Proceso tuvo conocimiento de al menos dos casos de desaparición en la zona, los cuales, al cierre de esta edición, no han recibido la atención institucional que corresponde a la urgencia ocasionada por la desaparición de una persona en la capital mexicana.
La mañana del 2 de septiembre, María Isabel Orozco Lozano, de 16 años, desapareció en la colonia San Miguel Xicalco, de la alcaldía Tlalpan. Desde entonces, su madre, Pilar Joana Lozano Briceño, ha denunciado la falta de respuesta de las autoridades, así como las deficiencias estructurales que dificultan la localización de personas desaparecidas en la capital.
“Hasta el día de hoy, ya prácticamente son tres semanas y media, no hay avances, no hay ninguna línea de búsqueda clara ni investigación concreta”, relata la madre en entrevista con Proceso.

También, denuncia que la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México (FGJCDMX) no ha activado los protocolos institucionales que, según la ley, deberían entrar en vigor inmediatamente después de la denuncia, incluyendo la Alerta Amber. En su caso, fue ella misma quien presionó para que se emitiera la alerta, mientras que las autoridades no tomaron acciones oficiales contundentes para su difusión en la ciudad, tampoco a nivel nacional ni en los puntos fronterizos. Ella misma se encargó de difundir la ficha de búsqueda, con apoyo de familiares y amigos.
La denuncia de Lozano Briceño no se limita al caso de María Isabel Orozco Lozano. Señala que en su colonia se observa un patrón preocupante de desapariciones y altos índices de delincuencia, en un contexto donde las cámaras de seguridad del Centro de Comando, Control, Comunicación, Cómputo y Contacto Ciudadano (C5) presentan fallas que limitan la capacidad de prevención y respuesta. “El sistema de videovigilancia, que en teoría debería ser el más importante de la ciudad, está lleno de fallas. Parece más un obstáculo que una herramienta contra la delincuencia”, explica desde su experiencia revisando grabaciones y solicitando información en el centro de vigilancia encabezado por Salvador Guerrero Chipres.
Además, la madre de María Isabel Orozco Lozano critica la atención institucional, que califica como revictimizante. En contraste, subraya la solidaridad de otras madres buscadoras, quienes, a través de colectivos y asesoría mutua, han desarrollado un conocimiento práctico de los protocolos y leyes que deberían ser aplicados por las autoridades. “La empatía que debería tener la autoridad la ejecutan madres que viven la misma situación. Es terrible encontrarse con que quienes deberían protegernos son, en la práctica, un obstáculo”, afirma.
Pilar Joana Lozano Briceño destaca la gravedad de la desaparición por tratarse de una menor de edad. Según su análisis, la omisión de las autoridades abre la puerta a que víctimas como María Isabel Orozco Lozano puedan ser explotadas por redes de delincuencia organizada, un riesgo que se podría mitigar con la activación oportuna de alertas nacionales y protocolos de búsqueda homologados.
A pesar de ser colombiana, Lozano Briceño ha residido en México durante 20 años y asegura que, aunque ha informado a la embajada colombiana, la responsabilidad recae principalmente en las autoridades mexicanas, dado que María Isabel Orozco Lozano nació en el país.
Con la voz cortada, Pilar describe a su hija como una adolescente llena de talentos y potencial. “Es increíblemente inteligente, sumamente talentosa para dibujar y cantar. Es triste que tantas niñas y niños, como María Isabel, vean ahogados sus talentos por la sombra de la delincuencia. Tengo la ilusión de que alguien me ayude a encontrarla, a saber su paradero, para que pueda desarrollar sus habilidades y elegir su camino”.
Búsqueda de Luis Óscar Ayala García: entre el silencio del Ajusco
El 16 de septiembre, Luis Óscar Ayala García, de 48 años, salió de su departamento a las 08:04 de la mañana, dijo a su familia que iría a hacer ejercicio. A las 09:45 envió un último mensaje: estaba en el Ajusco y activaba una señal satelital. Desde entonces no se sabe nada de él, pero su vehículo fue localizado en la zona mencionada.
Su madre, Lucía Eugenia García de la Riva, ha encabezado las jornadas de búsqueda que iniciaron al día siguiente con elementos de la Fiscalía capitalina, así como de la Guardía Nacional y la Comisión de Búsqueda de la Ciudad de México, además de rescatistas independientes, familiares y amigos. Recorrieron la zona, colocaron mantas y boletines, hablaron con vecinos de la comunidad. La respuesta fue casi siempre la misma: miedo. “La gente sabe cosas, pero no quiere hablar. Temen por su seguridad y por la de su familia”, revela en entrevista con este medio.
En los recorridos, García de la Riva ha notado lo que describe como signos de una zona tomada por dinámicas que el Gobierno de la ciudad no controla. Junto a la ficha de búsqueda de su hijo, cuelgan decenas de lonas de otras personas desaparecidas. “Es un lugar inhóspito, sin vigilancia, sin alumbrado, completamente solitario. Nos han ayudado comuneros, pero también ahí nos dicen que hay gente cometiendo delitos. Se habla de casas de seguridad, pero nadie se atreve a dar más información, es un secreto a voces”, denuncia.
El Ajusco, espacio natural y recreativo de la capital, aparece en este relato como un territorio donde confluyen intereses oscuros y ausencia gubernamental. La madre buscadora cuestiona la presencia de mansiones en medio de una zona forestal protegida. “¿Quién puede construir ahí, de dónde viene ese dinero, qué pasa con esas propiedades?”, se pregunta.
Luis Óscar Ayala García no es una estadística: es odontólogo, ortodoncista, dueño de un consultorio al que jamás había faltado. “Era una persona responsable, dedicado a su trabajo, apasionado del ejercicio. Estaba tomando clases de box. Siempre estaba buscando hacer algo”, recuerda su madre.
En medio del dolor, Lucía busca también alianzas con madres buscadoras, con quienes ha tenido los primeros acercamientos. “Yo no conozco todo lo que se tiene que hacer, pero ellas sí. Les pedí ayuda porque tal vez ellas saben qué preguntas hacer, cómo presionar. Yo no quiero detenerme, estoy desesperada”.
Hoy, la exigencia de esta madre se dirige a las autoridades de todos los niveles. “Yo quisiera pedir una audiencia con la jefa de Gobierno (Clara Brugada). No hemos encontrado a mi hijo, pero ¿cuánto más van a esperar para que dejen de desaparecer personas? La alcaldía sabe lo que pasa, las mantas no salieron de la noche a la mañana. No pueden decir que lo desconocen”, reclama.
Cada día que pasa sin noticias de Luis Óscar Ayala García es, para su madre, una herida que se profundiza. “Esto duele, y duele mucho”, dice con la voz quebrada, consciente de que su lucha se da en un terreno donde la incertidumbre se mezcla con la falta de respuestas claras de las autoridades.

Ajusco, epicentro de desapariciones en la capital mexicana
Los casos de María Isabel Orozco Lozan y Luis Óscar Ayala García se suman a múltiples denuncias de desaparición relacionadas con la zona del Ajusco.
En la serie documental “Metrópoli de los Desaparecidos”, Proceso registró testimonios de familias buscadoras que señalaron la falta de vigilancia y la recurrencia significativa de casos de desaparición en el Ajusco. Señalaron el área incluso como una “zona de muerte” que se ha convertido en un espacio habitual para realizar jornadas de búsqueda, con el acompañamiento institucional de la FGJCDMX y la Comisión de Búsqueda de Personas local.
En enero pasado, a la altura del mirador Llano de Vidrio, fueron encontrados restos de Jael Montserrat Uribe Palmeros, quien había estado desaparecida desde el 24 de julio de 2020, cuando fue vista por última vez en la alcaldía Iztapalapa.
Pocos días después, el 30 de enero, en la misma zona, fue localizado el cuerpo de Rubén Díaz Valencia, un conductor de taxi que había desaparecido cinco días antes.
Más adelante, el 17 de julio, elementos policiales hallaron los restos de Arnold Cristofer Cervantes Guzmán, de 31 años, quien fue visto por última vez en la colonia Morelos, de la alcaldía Cuauhtémoc, el 8 de junio. Su cuerpo fue encontrado emplayado y con signos de violencia.
Los antecedentes también incluyen casos de larga data, como el de Guadalupe Pamela Gallardo, quien asistió a un festival de música y no regresó; fue vista por última vez en el kilómetro 13.5 de la carretera Picacho-Ajusco, el 5 de noviembre de 2017.
Además, en el Ajusco se registró la desaparición de Francisco Sandoval Lázaro, ocurrida el 26 de abril de 2018 en la colonia Paraje 38. A siete años de su desaparición, su madre, Inés Lázaro, continúa participando en las jornadas de búsqueda, cada vez más frecuentes, en el Ajusco.