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Cine/Aún no: La balada de la isla de Wallis
Dirigida por James Griffiths, con guión escrito por el par de protagonistas, Tim Key y Tom Basden (quien además escribe y compone las canciones y las canta), cumple con las exigencias de balada, canción nostálgica, ligera y romántica.CIUDAD DE MÉXICO (apro).-A una remota isla británica, Wallis, acude Herb (Tom Basden) supuestamente a dar un concierto, con poco público, que organiza Charles (Tim Key); le espera una serie de sorpresas que van de lo profesional a lo muy personal, y de entrada descubre que la isla ni siquiera tiene un muelle para atracar la lancha que lo lleva. Más tarde, que la concurrencia al evento consiste únicamente en el organizador, y peor aún, que Nell (Carey Mullingan), la pareja sentimental y profesional de quien se haya separado hace más de una década, ha sido invitada para cantar con él. La cereza del pastel es que llega con su nuevo esposo y está embarazada.
La balada de la isla de Wallis (The Ballada of Wallis Island; Gran Bretaña, 2024), dirigida por James Griffiths, con guión escrito por el par de protagonistas, Tim Key y Tom Basden (quien además escribe y compone las canciones y las canta), cumple con las exigencias de balada, canción nostálgica, ligera y romántica. La trama es simple, la música funciona como protagonista, ocurre un encuentro romántico asociado al pasado, a aquello que se puede evocar pero no remendar; asimismo, si se piensa en términos de género poético, pues la remota isla es un lugar ficticio frente a las costas de Gales, que toma el nombre de una exótica isla de la Polinesia francesa. Las dosis de tristeza, nostalgia, y humor son eficaces, sin exagerar nunca el tono.
La fantasía de Charles, ganador por segunda vez de una cuantiosa lotería, consiste no sólo en armar el concierto para el único asistente, que es él mismo, sino también reunir a la pareja de sus músicos favoritos, y más a fondo, de crear el espectáculo en honor a su difunta esposa muerta cinco años atrás, gran admiradora del par de músicos. Nostalgia pura de lo irrecuperable, fantasía e inesperado golpe de suerte para llevarla a cabo.
El personaje de Nell, al que la encantadora y buena actriz Carey Mulligan le saca el mejor provecho -no tanto como cantante-, es mero pretexto para armar triángulos que vinculan a la pareja de comediantes, talentos británicos de cintas independientes, y mucho de televisión. Notable que la imagen femenina, en el fondo, ya sea la esposa difunta de Charles, o la misma Nell, casada y embarazada, se asocia a la imposibilidad de la recuperación; tema implícito de fondo que contribuye al sentimiento de tristeza, claro, desde una perspectiva masculina. Ciertamente, Nell podría no haber aparecido en persona, y haberse hecho presente sólo a través de la psique del par de personajes masculinos, lo cual hubiera resultado dramáticamente más interesante, en este caso. Quizá por eso no han faltado comentarios, sin análisis de fondo apropiados, que señalan ciertas notas de misoginia.
Pero el desarrollo dramático entre Charles y Herb funciona estupendamente; Herb es el músico, taciturno e introvertido, que se toma en serio, que justifica la enorme suma que le pagan con el pretexto de financiar un nuevo disco que quisiera sacar; Charles es el extrovertido, torpe y patoso socialmente, sin tacto social, pero consciente de sus fallas, que no puede evitar ser quien es, pronto a saltar al agua para rescatar al náufrago, y que termina por ser rescatado él mismo.
A ambos los conecta la nostalgia y una forma de melancolía profunda. Una buena balada que se deja ver y escuchar una y otra vez.