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Cine/Aún no: “Hijos” y “Queer”

Los colaboradores de la sección cultural de Proceso, cuya edición se volvió mensual, publican en estas páginas, semana a semana, sus columnas de crítica (Arte, Música, Teatro, Cine, Libros).
jueves, 26 de diciembre de 2024 · 21:35

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Eva (Sidse Babett Knudsen) es la guardia modelo de una prisión en Dinamarca, se muestra compasiva y respetuosa con los prisioneros por delitos no muy graves, pero cuando llega una remesa de ellos para la sección más peligrosa de la institución pide ser transferida justo ahí; es que acaba de reconocer entre los delincuentes al asesino de su hijo. 

¿Qué planes tendrá, redimir al criminal de acuerdo a la ética que muestra al principio, o cobrar venganza abusando de su posición de poder? 

El director danés Gustav Möller (1988) se dio a conocer con un espeluznante thriller, El culpable (2018), que le valió un remake de Hollywood con Jake Jyllenhaal, que utiliza prácticamente un solo protagonista; ahora en Hijos (Vogter; Dinamarca/Suecia, 2024) reproduce la atmósfera claustrofóbica, a puerta cerrada, en este drama que ocurre sin salir de la prisión, una forma de encierro a manera de cajas chinas en la cuales la cárcel es tan rígida en la celda de castigo como al interior del personaje. 

La propuesta del guion de Möller parece jugar con dados cargados con este conflicto que no tiene prácticamente salida, ya que el público naturalmente espera regocijarse con el tema de la venganza bien merecida, y si acaso, muy pocos sostendrían la postura moral correcta, la de no abusar de la ventaja que una madre tendría sobre el asesino de su vástago; por otra parte, resulta poco verosímil que las autoridades del penal no estuviesen enteradas de la historia de Eva y desconociesen el expediente de ella y el conflicto de intereses con el preso. 

Al director sólo le importa el problema ético al que se enfrenta la protagonista, y la lucha de poder entre carcelera y prisionero que de ahí deriva; la dimensión de odio, dolor y culpa que implica tener en las manos al verdugo de su hijo, es enorme, pero en principio la venganza sólo puede operar de forma muy mezquina como negarle los cigarrillos a los que tiene derecho, escupir sobre su comida o incluso negarle ir al baño. Comparada con las películas de temas carcelarios donde impera la sordidez, la violencia entre los presos y el sadismo desaforado de los guardianes, el procedimiento de Eva quedaría corto, pero hay que recordar que se trata de un sistema penitencial que destaca por su propuesta liberal, no demasiado punitiva, y con un mínimo porcentaje de reincidencia. 

Cualquier actitud que salga del ideal reformatorio provoca escándalo en el público escandinavo, y Eva misma parece encarnar esos ideales, mismos que ahora chocan con su necesidad de venganza. Möller restringe toda la información sobre la historia de esta mujer, su vida fuera del trabajo, y las circunstancias del asesinato del hijo; es sólo a partir de gestos, la mirada y ciertas actitudes de Eva que el espectador entiende qué ocurre en su interior, hasta que gradualmente se adentra al mero infierno del alma de Eva. El enfrentamiento gradual entre ella y el interno peligroso se hace inevitable. 

Si el hijo -19 años- de Eva fue asesinado tras las rejas, resulta obvio el contraste entre la práctica de una guardia modelo y la contradicción del desempeño posible como madre, o ¿hasta qué punto es responsable y ahora padece el prejuicio de la sociedad que espera que el modelo de virtud se extienda a toda la familia? Sidse Knudsen es una estupenda actriz y el director logra momentos de intensa emoción, casi siempre contenidos: en la medida que el preso pierde control, ella interioriza la violencia y se convierte en una bomba de tiempo. 

“Queer” 

Resulta comprensible que Daniel Craig decida encarnar en Queer (Italia/Estados Unidos, 2024) la figura de William Burroughs, Alderbert Lewis (William Lee en la cinta), personaje autobiográfico de esa novelita inacabada, pues nada más alejado del icónico James Bond que el actor interpretó a lo largo de 15 años; sin embargo, el machísimo 007 parece adherido a su piel con el traje de lino blanco que viste Lee, el elegante sombrero y la pistola que ostenta. 

El director Luca Gaudagnino expone la vulnerabilidad que habita bajo la piel de este compuesto del seductor Bond, con el farragoso Burroughs, y el escritor americano antes de Naked Lunch que le valió ser uno de los representantes de la generación Beatnik. 

Lee se halla en el México de los 50, refugiado en parte para escapar de la sentencia que lo condenaría por posesión de heroína, y más para vivir libremente su adicción al alcohol y a las drogas, y sobre todo, su orientación homosexual; asiste a bares y cantinas, se lleva pesado con los expatriados americanos que viven en condiciones similares; en una pelea de gallos, máxima metáfora de machismo, descubre a Eugene Allerton (Drew Starkey), un joven marinero también afincado en México a quien sigue, persigue y termina por seducir. Apoyado en el guion de Justin Kuritzkes, Guadagnino escenifica la seducción como un doloroso proceso en que Lee pierde gradualmente su arrogancia y termina por exponer la total fragilidad emocional, la carencia y la tremenda soledad que lo habitan. 

A diferencia de Llámame por tu nombre, cinta romántica gay, el romanticismo de Queer sólo se encuentra en la psique del protagonista mismo: Eugene no se permite una posible relación de pareja, el vínculo es mera negación; el joven, que representa para Lee el colmo de la belleza, se presta sexualmente sin entregarse. En todo caso, el romanticismo de Queer es un tanto negro. Parecería que, así como Daniel Craig exorciza su 007, el director se distancia de la cinta que lo hizo popular; la connotación que explora de queer no es la de hoy en día que revindica toda una cultura de orientación sexual y libertad creativa, sino la sordidez cincuentera del macartismo. Lee defiende su derecho a ser él mismo, a definirse como diferente, normal de alguna manera, no como una forma de monstruo que el término connotaba en aquella época. 

El cine de Luca Guadagnino exige verse en serio, Llámame por tu nombre no es su cinta más importante; I am love (2009), Suspira o Bones and All (Con todo y huesos, 2022) sugieren una cinematografía extraña y original donde coexiste el erotismo con el horror, la pulsión camina al lado de abismos muy oscuros. Durante el tercer acto de Queer, cuando Lee convence a Eugene de acompañarlo al Amazonas en busca de la famosa ayahausca que dizque permite acceder a la telepatía -según Lee-, las barreras que soportan la realidad aparente se desbaratan y se desata el horror. 

Claro, horror en el cine de Guadagnino no significa monstruos y aparecidos, sino pulsiones físicas y afectivas que dan entrada a obsesiones y afectos sobrehumanos. Nacido en Palermo, el director de madre argelina prefiere definirse como argelino él mismo, sin negar la influencia de los italianos clásicos como Fellini o Visconti; y pese a su presencia, un tanto comercial en el cine americano, a Luca Guadagnino hay que apreciarlo desde la óptica de la cultura mediterránea, sustrato evidente en Llámame por tu nombre con la escultura griega rescatada del fondo marino. Colaborador de tiempo atrás, el cinefotógrafo tailandés Samyombhu Mukdeeprom, asociado a la obra poética de Weeserathakul (Síndromes y un siglo, El tío Boonmee), Queer escenifica alucinaciones y visiones oníricas extrañamente concretas. 

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