Karolina Gilas
Esos hermosos aranceles
Lo extraordinario de esta situación es que nadie había impuesto nuevos aranceles a Estados Unidos. Trump está respondiendo a una agresión imaginaria.“Tarifa” es, según Donald Trump, la cuarta palabra más hermosa del diccionario, sólo superada por “Dios”, “amor” y “religión”. Esta peculiar jerarquía lingüística revela mucho sobre la visión del mundo del expresidente convertido nuevamente en mandatario: una en la que el comercio internacional no es una fuente de prosperidad mutua, sino un campo de batalla donde Estados Unidos debe “ganar” a toda costa.
En las primeras semanas de su nuevo gobierno, Trump ha lanzado la que el Wall Street Journal ya califica como “la guerra comercial más estúpida de la historia”, que amenaza con deshacer décadas de integración económica global. Ha impuesto aranceles de 10% a China y de 25% a México y Canadá y promete una política de “reciprocidad” que básicamente significa: te cobro y si tú me cobras también, te cobro aún más.
Lo extraordinario de esta situación es que nadie había impuesto nuevos aranceles a Estados Unidos. Trump está respondiendo a una agresión imaginaria, mientras viola activamente los acuerdos comerciales que su propio país ayudó a crear y que él mismo firmó en 2018.
La historia es importante aquí. Después de la Segunda Guerra Mundial Estados Unidos lideró la creación de un sistema comercial internacional basado en reglas claras y reducciones graduales de aranceles. El Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT) de 1947 estableció las bases para un comercio más libre y justo. Estados Unidos no sólo promovió estas reglas: se sometió voluntariamente a ellas entendiendo que un sistema comercial predecible beneficiaba a todos. El T-MEC, que el propio Trump firmó, específicamente prohíbe los aumentos unilaterales de aranceles.
La lógica de Trump parece simple: si otros países imponen aranceles a productos estadunidenses, Estados Unidos debe responder de la misma manera. Es el tipo de razonamiento que podría convencer a cualquiera que no haya tomado un curso básico de economía internacional. El problema es que esta “simplicidad” ignora las complejas cadenas de suministro globales, donde un producto cruza fronteras múltiples veces antes de llegar a su forma final.
El arancel de 25% a México, por ejemplo, no sólo afecta a los productores mexicanos, sino también a las empresas estadunidenses que dependen de componentes mexicanos para sus productos finales.
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Fragmento del texto de Opinión publicado en la edición 0021 de la revista Proceso, correspondiente a marzo de 2025, cuyo ejemplar digital puede adquirirse en este enlace.