Salvador Allende

La exposición de Orozco, Siqueiros y Rivera que Salvador Allende no pudo inaugurar

Durante el Golpe de Estado encabezado por el infame general Augusto Pinochet, se perdieron 5 mil volúmenes de libros publicados por editoriales mexicanas; el mexicano Fernando Gamboa, director del Museo de Arte Moderno, logró rescatar 90 pinturas que se exihibirían en el Museo de Santiago.
lunes, 11 de septiembre de 2023 · 06:20

En 1978 el entonces director del Museo de Arte Moderno, Fernando Gamboa, narró las peripecias que sorteó para sacar de Chile, 90 cuadros de la Colección Carrillo Gil que se iban a mostrar en el Museo de Bellas Artes de Santiago antes del Golpe de Estado. Por ser de relevancia en el actual contexto político, Proceso comparte con sus lectores el reportaje completo publicado en la edición 95, para su análisis y discusión.

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).– El 10 de septiembre de 1973, un día antes del golpe fascista en Chile, Fernando Gamboa –actual director del Museo de Arte Moderno– había saludado en las puertas del Palacio de la Moneda al Presidente Salvador Allende. Iba a reiterarle la invitación para que inaugurara el día 13 una exposición de arte mexicano, en el Museo de Bellas Artes de Santiago.

El mandatario lo saludó afablemente y expresó: "Claro que inauguraré la exposición. Se trata de México y, sólo por eso, estaré ahí."

Menos de 24 horas después, Salvador Allende fue asesinado en su despacho de La Moneda. La exposición nunca se inauguró y Fernando Gamboa apenas pudo salvar del ametrallamiento los noventa cuadros de la Colección Carrillo Gil –Orozco, Siqueiros y Rivera– que formaban parte de la exposición.

Una muestra de artesanía y unos cinco mil volúmenes de libros publicados por editoriales mexicanas, se perdieron para siempre.

Fernando Gamboa en el Museo de Arte Moderno. Fotografía: Rogelio Cuéllar / Archivo Proceso.

Fernando Gamboa permaneció en Santiago desde el 8 hasta el 27 de septiembre, día en que logró subir a un avión mexicano junto con su valiosa carga artística, después de un sinfín de peripecias durante los sangrientos días del golpe que llevó al poder al general Pinochet.

En su despacho del Museo, en Chapultepec, Gamboa recuerda que él había viajado junto con la Colección Carrillo Gil, desde Moscú hasta Santiago, en un avión de Aeroflot.

La exposición fue instalada por el propio Gamboa y estaba lista para ser abierta al público en el museo santiaguino, dirigido entonces por el maestro Nemesio Antúnez. En otras salas del mismo local fueron colocadas las artesanías y los libros.

La noche del 10 de septiembre, Gamboa se retiró temprano a su cuarto del séptimo piso del Hotel Carrera, muy próximo al Palacio de la Moneda. Formaba parte de una misión cultural, encabezada por el embajador Jesús Cabrera Muñoz Ledo, subsecretario de Relaciones Exteriores, y a la que pertenecía Juan Pellicer. Un antropólogo y tres representantes del Conacyt completaban el grupo.

El estruendo de los tanques que rodearon el Palacio de la Moneda y el de los aviones a reacción en vuelos rasantes, despertaron a Gamboa y a toda la delegación mexicana en la madrugada del día once. Intentaron entreabrir las persianas del cuarto de Gamboa, donde se habían reunido todos, y la respuesta fue una ráfaga de ametralladora que se incrustó en el techo del cuarto. "Cabrera guarda una bala como recuerdo", comenta el museógrafo mexicano.

Pocos momentos después observaron, a través de las persianas rotas, cómo el Palacio de la Moneda era bombardeado por aviones de la Fuerza Aérea, que con precisión milimétrica arrojaron sobre la fachada proyectiles incendiarios. El Palacio Presidencial, donde se encontraba Allende, empezó a quemarse. La rebelión estaba en su apogeo.

"La colección, hay que salvar la colección", fue la reacción inicial de Gamboa. Y se lanzó hacia los elevadores. En el vestíbulo, alarmados, se refugiaban los huéspedes del hotel, pero la salida principal estaba copada por soldados armados con metralletas. El museógrafo intentó hacer valer su pasaporte diplomático, pero la respuesta fue tajante: "¡Nadie sale de aquí! Hizo un segundo intento de salir por la puerta trasera, pero también era vigilada por militares.

Permanecieron enclaustrados, junto con todos los huéspedes, desde el martes hasta el viernes 14. En el sótano del hotel se organizó una cocina colectiva, donde los sitiados recibían sandwiches y vasos de leche. Gonzalo Martínez Corbalá, embajador mexicano ante el gobierno allendista, telefoneó en varias ocasiones al hotel para hablar con Cabrera Muñoz Ledo.

Puede decirse que Gamboa era veterano en lides semejantes. En 1948, con ocasión de la Conferencia de Cancilleres Americanos, que se efectuaba en Bogotá, participó en un dramático episodio: personalmente salvó una colección de arte mexicano que se exponía en el Palacio de Comunicaciones, que se había incendiado durante el "bogotazo", sangriento zafarrancho que estalló en la capital colombiana.

Finalmente, el viernes 14 de septiembre, a mediodía, fueron autorizados a salir los huéspedes que contaban con pasaporte diplomático. Las calles de Santiago estaban desiertas. El Palacio de la Moneda había sido cubierto con un enrejado de madera para impedir que se vieran los destrozos ocasionados por las bombas. Los locales de los partidos políticos y las centrales sindicales habían sido igualmente ametrallados.

Acompañado por Nemesio Antúnez, Gamboa recorrió parte de Santiago y fue al Museo de Bellas Artes. La colección de cuadros estaba intacta. De inmediato, con ayuda del personal del museo, procedió a empacarlos en sus cajas de madera.

Un día después, sin embargo, Antúnez lo despertó en su hotel para informarle que el museo había sido ametrallado. Los impactos de las balas se veían en los muros donde habían sido colgados los cuadros, algunas de las cajas de madera fueron perforadas por los proyectiles, pero ninguna obra de arte resultó dañada. Gamboa intensificó sus esfuerzos para obtener el salvodonducto para la colección, pero la burocracia militar parecía insuperable.

Finalmente, la junta militar designó una comisión de oficiales de baja graduación cuya misión era inspeccionar el cargamento artístico. Gamboa tuvo que abrir todas las cajas de madera para que los militares comprobaran que se trataba de cuadros. Recuerda la ignorancia total de los miembros de la comisión en materia artística.

Ante uno de los cuadros de la época cubista de Rivera, uno de los oficiales comentó: "¿Qué es esto? ¡Qué cosa más fea!".

El museógrafo obtuvo el salvoconducto para la colección Carrillo Gil el 23 de septiembre, pero no pudo salir sino hasta el 27. Todos los aviones mexicanos partían repletos de exiliados. Por último, un DC-10 de Aeroméxico lo condujo a la capital del país, en un vuelo sin escalas.

Reportaje publicado el 9 de septiembre de 1978 en la edición 95 de la revista Proceso cuya edición digital puede adquirir en este enlace.

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