Feminicidios

Documental "La libertad fantasma": Los sueños femeninos rotos

Siete madres y hermanas de mujeres víctimas de feminicidios brindan testimonio que el director de La libertad fantasma ubica en el contexto de las secuelas destructivas en la cultura nacional.
domingo, 25 de junio de 2023 · 19:20

Siete madres y hermanas de mujeres víctimas de feminicidios brindan testimonio que el director de La libertad fantasma ubica en el contexto de las secuelas destructivas en la cultura nacional. Sobre su documental, que obtuvo el Guerrero de Plata en la tercera edición del BJX Festival Internacional de Cine del Bajío, Gastón Andrade habla sobre los demonios oníricos que debió exorcizar durante el proceso fílmico: “En tiempos de horror, el arte no puede ser el mismo, y cada vez que una mujer es asesinada, un museo o una biblioteca se derrumba en el mundo”.

GUANAJUATO, GTO. (Proceso).– El documental de 110 minutos La libertad fantasma (México, 2022), de Gastón Andrade (León, Guanajuato, 1986), ganó El Guerrero de Plata en la tercera edición del BJX Festival Internacional de Cine del Bajío.

El filme ofrece siete testimonios de valientes mujeres, mamás y hermanas sobre asesinatos de chicas que poseían muchos sueños. Son Mónica Borrego Kim, Lidia Florencio Guerrero, Lorena Gutiérrez Rangel, Leticia Martínez Sánchez, Luz María Mujica Hernández, Araceli Osorio Martínez y Sandra Rocío Soto Azua.

Su realizador reflexiona sobre el problema del feminicidio y la destrucción que va dejando en un país y en su cultura:

“Porque en tiempos de horror el arte no puede ser el mismo y cada vez que una mujer es asesinada, un museo o una biblioteca se derrumba en el mundo”, apunta el cineasta, egresado de la Escuela Nacional de Artes Cinematográficas (antes Centro Universitario de Estudios Cinematográficos) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

“En nuestro país, cada día once mujeres son asesinadas y en más del 90% de los casos prevalece la impunidad”, señala Andrade, quien inició este largometraje entre el 2016 y el 2017, poniendo ante la cámara rostros con mucho dolor aunque con la esperanza de que los familiares de las aniquiladas obtengan justicia.

Cuenta que a la primera persona que contactó para crear la cinta, con fotografía de Rodrigo Rodríguez, fue Araceli Osorio Martínez, quien lucha precisamente porque se haga la justicia en el caso de su hija, Lesvy Berlín Rivera Osorio, ejecutada en septiembre del 2014. “Luego ya surgió como una red de comunicación entre otras madres”, señala.

Corona de lágrimas

En La libertad fantasma, Araceli Osorio Martínez expresa a flor de piel:

Durante seis meses nos dedicamos a ser investigadores privados mi hija, la del medio, el abogado y yo. En todo ese tiempo fui platicando con sus compañeros de trabajo, con sus compañeros de la escuela. Es un vacío que no llenas con nada y empiezas a ver legalmente qué puedes hacer. Yo tenía una ligera idea del maltrato, pero nunca me imaginé el grado de violencia que llegó a vivir mi hija.

Desafortunadamente no te das cuenta de la realidad hasta que la vives. Yo no sabía lo que eran la perspectiva de género, la alerta, lo que era un feminicidio. Lo más triste es que se acuñó esta palabra para expresar el odio del hombre hacia la mujer y a veces no entiendo esa actitud del gobierno de que no quiera que tú veas la realidad de que asesinan a nuestras hijas en un rango de 12 a 25 años. Ahora no sé si ser mujer joven e independiente significa que no puedes ser libre, ni si alguien te mata porque esa persona tiene permiso de truncar tus sueños.

Cuando determinaron que mi hija se había suicidado, entonces yo pedí una revisión y fui hablar con la jefa que en ese tiempo estaba en el MP y me dijo que yo era una madre histérica que no aceptaba la muerte de mi hija y que me fuera a llorar a mi casa. Para ellos es muy fácil decir: “Se suicidó”, cierran la carpeta y bye. Mientras no nos quede claro qué es lo que está pasando, entonces, ¿cómo podemos avanzar si las mismas autoridades no entienden qué es la perspectiva de género, lo que es una alerta? Por eso se ha deshumanizado tanto el hecho de que a la gente no le duelan nuestras hijas.

Las entrevistas

Gastón Andrade entrevistó a 10 mamás. Dice:

“La parte más trágica a la hora de editar es que debes dejar fuera algo porque hay una estructura, un dispositivo con el que debes construir la película. Entonces tuvimos que dejar fuera tres testimonios. Una vez que conocimos a esas madres les presentamos el proyecto y les expliqué la propuesta y todas, sin dudar, dijeron que sí”.

Se le comenta que, en el largometraje, todas las madres enfatizan la injusticia y la corrupción que enfrentan, por lo cual se le pregunta si fue difícil que hablaran ante la cámara y responde:

“La necesidad de narrar es lo primario. Aunque fuera inevitable, yo no quería con la película enfocarla totalmente como un aspecto meramente de denuncia, sino considerar cómo han sido sus años después de todo el proceso de investigación. Traté de orientar las entrevistas en el aspecto de los sueños, porque la construcción de la película es a partir de siete sueños de mujeres que sueñan con espacios de arte, los cuales son destruidos eventualmente por la violencia”.

Abunda:

“Quería indicar cómo a partir del feminicidio se asesinan los sueños de una mujer y esos sueños los relaciono directamente con el arte, con los espacios creativos; en el filme están el Museo Nacional de Arte, el Palacio de Bellas Artes, la Biblioteca Vasconcelos y la Cineteca Nacional. Y el planteamiento es que a partir de que ocurre un feminicidio, se destruye también un recinto cultural o un fragmento de la cultura de nuestra sociedad. Eso es un poco la premisa de la película: a partir del lado de ellas, representar un poco su vida a través de esos espacios culturales”.

Las charlas con las mamás se sustentan en dos secciones:

“La primera, de cuatro minutos, gira en torno a su lucha a partir del feminicidio hasta el día de hoy. Y los otros cinco minutos de la entrevista son meramente desde sus sueños y de los recuerdos que poseen de sus hijas, es decir, si sueñan con ellas y cómo las sueñan. Además, de cómo sobrellevan su vida viviendo con esos recuerdos, por eso las entrevisto en sus habitaciones, donde duermen”.

–¿Por qué filmarlas en el dormitorio?

–Nosotros  –ejemplifica – podemos tener muchas caras en nuestra dinámica social. Ahorita, contigo, yo soy de alguna manera y ya en otro lado, soy de otra; nos vamos adaptando socialmente, vamos de acuerdo a los intereses que tengamos, pero en la recamara está uno solo. Apagamos la luz y en ese momento uno es quien es. Está uno con los propios pensamientos, demonios y dolores. La recamara es el espacio más íntimo.

 Le interesaba trabajar solamente en los espacios donde descansaban.

 “Les explicaba un poco cuál era mi postura y hacían clic inmediatamente. Araceli Osorio Martínez me comentó que antes no se habían interesado en el lado de su vida, que por lo general siempre era ‘¿quién fue el feminicida?, ¿qué ha hecho la justicia?, ¿qué ha realizado el gobierno?’; pero no había el enfoque de cómo es su día a día o sus espacios donde yacen en soledad”.

Subraya que él tampoco armó una estrategia:

“Simplemente les planteaba todo… Obviamente les pedía su autorización, porque era entrar a su recámara, un espacio muy privado... Yo les mencionaba que si no estaban de acuerdo en filmarlas ahí, no había problema, replanteábamos la charla y yo vería ya cómo la construía después, pero mi rumbo era totalmente a partir de los sueños. No pusieron alguna objeción. Creo que comprendieron el proyecto. Después, cuando vieron el documental, creo que reafirmaron más cuál era la búsqueda de la película”.

Más allá del morbo

–¿Cómo convivió con el dolor de ellas?

–Fue muy fuerte porque yo no estoy acostumbrado a esto. Yo había hecho cortos anteriores sobre desapariciones en 1968, sobre la tala de árboles en Cherán, Michoacán; pero en el caso del feminicidio, evidentemente por cuestiones de género, sentí que debía hacer únicamente que ellas hablaran.

“Es decir, obtener su testimonio total en un close up súper cerrado de su rostro. Se sostiene todo el dolor, lo recibes de primera mano. Para mí no había manera de preguntar otro tipo de cosas más que en torno a su vida y qué sentían. No me interesaba entrar en el aspecto de morbo. Al menos, los trabajos que yo había visto se enfocan sobre la investigación, sobre el evento a gran escala. Y yo sólo traté de centrarme en la persona y ver su día a día. Algunas de ellas, a su edad, se han vuelto mamás de nuevo porque educan a los descendientes que dejaron sus hijas asesinadas”.

–¿Qué puede aportar su documental?

–Tenía un final que era completamente más pesimista. Hay mucho peso con los siete testimonios y la confianza que ellas me brindaron, así que no podía sepultar sus esperanzas. No soy nadie para atreverme a hacer eso. Ellas viven una lucha que yo no vivo. Esa es la realidad. Debía cerrar el filme con la esperanza que, a pesar de todo, ellas viven.

Una de las discusiones se dio ante la cuestión de por qué los espacios del arte no están más involucrados con el tema del feminicidio.

“Mi respuesta es que el arte sobrevive en su propia esfera, en su propia burbuja. Tú vas y entras al MUNAL y ahí no se dice nada del feminicidio; vas al Palacio de Bellas Artes y nada sobre el feminicidio. Primero pensé en los procesos creativos de artistas, contacté a escultores, a pintores…

Sólo halló “la indiferencia más grande”. A los artistas les parecía un planteamiento ofensivo, asegura:

“Decían que qué tenía que ver el arte con eso, que si quería hablar de eso, que me fuera a los Faros de Aragón, que ahí es donde abordan el tema. Te aguantas, porque yo fui quien los busqué, me decían cosas muy agresivas y sí, te vas todo triste... Te preguntas: ¿Qué estoy haciendo? En el Palacio de Bellas Artes, igual. Fue muy muy fuerte…”

Indica que trató de poner sobre la mesa esta reflexión, “no generar una película que fuera cómoda con la presentación, el desarrollo y el desenlace, porque en la vida real eso no pasa.” Prosigue Andrade:

“Esas mamás están dando giros y giros en el mismo espacio, en busca de justicia. Deseaba crear un documental con esa misma estructura, por eso la realización de cada entrevista es igual; son el rostro, mismo tipo de encuadre, todo para que fuera todo muy símil, muy parecido. Mi intención es que fuera repetición y repetición, hasta que alguien diga ‘¡ya para con esto!’, pero en el mundo real”.

Culpa y desahogo

La libertad fantasma vio a Andrade atravesar situaciones complicadas y siente que con su participación en el Festival Internacional de Cine del Bajío, “se cierra” la película:

“El año pasado fue horrible para mí, a nivel personal: ¿Por qué como varón hacía yo una película sobre un tema que no me pertenecía y con qué derecho? Hace unas semanas acabamos de ganar un apoyo para mi siguiente filme del Fideicomiso para la Promoción y Desarrollo del Cine Mexicano (Procine)”.

Esa siguiente película representa “todo mi desahogo de lo que viví este año”, expone:

“La libertad fantasma sentí que me quitó mi voz de ‘yo no tengo derecho… no me corresponde a mí haberla hecho’. Fue un bombardeo del medio cinematográfico, ¡ha sido una cosa de locos, pasé unos meses muy fuertes! Y como el documental es producción del Instituto Mexicano de Cinematografía y la Escuela Nacional de Artes Cinematográficas, incluso al chico de difusión le dije que no sabía bien si debía participar en este ciclo... Al ganar (el apoyo) Procine, me quité la mala vibra que yo sentía encima y que me estaba devorando. Como que uno se vuelve a sintonizar”.

Las mamás del filme abrazaron el proyecto:

“Me he planteado que tal vez no debí haber hecho esta cinta. Me pude haber ahorrado tres o cuatro años de calma en mi vida, no necesitaba la depresión que me dio. Pero lo que más me decepcionó fue también el compromiso que tiene uno con las mamás. Hablé con ellas y les dije que he hecho todo por mi parte; pero aun así, no lo ven en la comunidad del cine.

“Un festival, que no diré cuál, me dijo que hubo una mesa de discusión y La libertad fantasma les pareció interesante, hasta necesaria; sin embargo, que yo era un hombre y que programar el documental no iba bien para el festival. Si hubiera sido yo directora, evidentemente les beneficiaba; pero bueno, entendí, ya maduré… Así funciona todo. No obstante, sé que tengo una sola vida, y deseo seguir creando cine y disfrutarla”.

Acentúa:

“En el mundo real los varones siguen matando mujeres. No pueden sacar al hombre de la ecuación. Al individuo es a quien debes sentar, para que entienda. Es al que más urge sentarlo”.

Y redondea, finalmente:

“Yo sí creo que es necesario que el tema se ponga sobre todas las mesas, que se hable desde todos los ángulos posibles. Uno se debe indignar ante lo que pasa en la realidad, no ante una película o una obra que sea concebida por un hombre. Eso sólo reafirma el mismo discurso en la película, es una libertad fantasma. La violencia destruye la misma expresión artística. Para mí eran importantes los dos ángulos: la libertad fantasma desde el lado de los sueños. Cuando sueñas eres libre, despiertas y vuelves a la realidad.

“Y que el arte también es una libertad fantasma. Entras al mundo del arte, como cuando ves una pintura, y a los cinco minutos que te dedicaste a verla hay ya una libertad para desconectarse de nuestra realidad. Y una vez que sales de eso regresas a la realidad, por eso también el título de La libertad fantasma”.

Reportaje publicado el 18 de junio en la edición 2433 de la revista Proceso cuya edición digital puede adquirir en este enlace.

Comentarios