Leonel Durán Solís
Premio Montemayor: El INAH debe recuperar su fortaleza: Leonel Durán
Es un reconocimiento a la labor de toda una vida en la construcción del pensamiento antropológico… Por ello, el especialista puede valorar integralmente la función del Instituto Nacional de Antropología e Historia actualmente en muy variados temas: falta de recursos, aprovechamiento de su personal,Es un reconocimiento a la labor de toda una vida en la construcción del pensamiento antropológico… Por ello, el especialista puede valorar integralmente la función del Instituto Nacional de Antropología e Historia actualmente en muy variados temas: falta de recursos, aprovechamiento de su personal, construcción del Tren Maya, entre otros. Luego de un recorrido histórico para defender su herencia insuperable –gracias a la visión de estadista de Lázaro Cárdenas– y su grandeza continental, lamenta que al INAH, con la creación de la Secretaría de Cultura, se le desligara de la SEP. Por una decisión “no adecuada”, se le redujo a una dirección general.
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).–Con una larga trayectoria como investigador, promotor y partícipe del desarrollo y proyección de instituciones culturales del país --como la desaparecida Subsecretaría de Cultura y la Dirección General de Culturas Populares--, el antropólogo Leonel Durán recibirá el Premio Nacional Carlos Montemayor 2023.
Se trata de un reconocimiento por “sus aportes a la construcción del pensamiento antropológico de diversas generaciones”, su quehacer académico, la recuperación de la memoria de México, el fortalecimiento de los lazos identitarios y la valoración de los pueblos indígenas; en suma, a todo el trabajo de una vida, se menciona en el breve video 2023 Leonel Durán Solís, disponible en YouTube.
Para hablar de lo que le significa este reconocimiento y la figura misma del autor de Muerte en el paraíso y Mujeres del alba --a quien dedicó en estas páginas el 28 de febrero de 2011 el texto “Cómo el mundo indígena transfiguró a Carlos Montemayor” (Proceso, 2313), el antropólogo, egresado de la carrera de Etnología y la maestría en Antropología Social en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), así como el posgrado en la Universidad de París, Francia, ofrece una entrevista a este semanario.
Aquí aborda desde los orígenes de su alma mater y del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), ambas por iniciativa del general Lázaro Cárdenas, y el peso que lograron, al punto de tener línea directa con varios presidentes del país, su gran proyecto continental, y su incidencia en reconocidos antropólogos internacionales.
Sin dejar de tocar --desde luego-- momentos polémicos que vive el instituto desde la creación del desaparecido Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), ahora Secretaría de Cultura, y el megaproyecto Tren Maya.
En la tarde soleada del último día de mayo, Durán recibe a los reporteros y fotógrafo Miguel Dimayuga en el plácido jardín de su casa en el barrio del Niño Jesús, en Coyoacán, a flor de piel los recuerdos de una institución cuyo origen está en la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas (ENCB) del Instituto Politécnico Nacional (IPN) --creado también por Cárdenas--, ya que es el autor del seminario “Fundadores de la Antropología Mexicana en el Siglo XX” (Proceso, 2298):
“El Instituto Nacional de Antropología e Historia es una gran institución… enamora, porque es la heredera de siglos del diverso patrimonio cultural del país, y es otra más de las grandes iniciativas del general Lázaro Cárdenas”.
Recuerda que en diciembre de 1938 la iniciativa presidencial se envía al Congreso para su discusión, y el instituto se inaugura en febrero de 1939, con “nada menos que Alfonso Caso como su primer director”.
Se contó entonces --continúa-- con el respaldo de la Sociedad Mexicana de Antropología, y se recogió en la institución una vieja aspiración que data incluso de 1825, cuando el primer presidente de México, Guadalupe Victoria, a través de uno de sus primeros decretos crea el Museo Nacional para reunir las colecciones que estaban en la Real y Pontificia Universidad de México.
Menciona dos momentos clave: cuando Maximiliano de Habsburgo ordena que el museo se establezca en la calle de Moneda 13 --donde estaba la Real Casa de Moneda--, y cuando el presidente Benito Juárez, al restaurar la República en 1867, le da también un gran impulso al museo, que “va a ser crisol de muchas cosas”. Y de entonces al momento de creación del Museo Nacional de Antropología, con el presidente Adolfo López Mateos, “son cien años continuos” de esta institución.
Lo dice con orgullo: Entre sus intereses destaca la formación de investigadores, un proyecto de alcances internacionales: el antropólogo alemán Franz Boas propone crear la Escuela Internacional de Arqueología y Etnología Americanas, pero “sucede la Decena Trágica y la escuela no prospera”. No es sino hasta el gobierno de Cárdenas cuando se retoma el proyecto, se crea la ENCB del IPN con un Departamento de Antropología, “con un conjunto de maestros extraordinarios”, y --destaca-- un Consejo Académico.
En él estaban, nada más y nada menos, el doctor Daniel Rubín de la Borbolla, Alfred Kroeber de la Universidad de California, el famoso antropólogo francés Paul Rivet, su colega Jacques Soustelle, y se establecen las cuatro especialidades básicas de la antropología mexicana: Arqueología --que es el fundamento--, Antropología Física, Lingüística y Etnología o Etnografía.
“Con ello desarrollan un plan académico de primerísimo nivel”.
Incluso, relata que alguna vez le preguntaron al prestigioso antropólogo galo Claude Lévi-Strauss cuál consideraba la mejor antropología del mundo y contestó con rapidez que la de la Escuela Nacional de Antropología de México, “ese fue el nivel que alcanzó”, porque se diseñó un plan no por años escolares sino por un conjunto de créditos, y una base común sin importar la especialidad final, que es la Antropología.
Ahí se formaron personajes que estudiaron o dieron clases como Alberto Ruz Lhuillier, Johanna Faulhaber, Paul Kirchhoff, Calixta Guiteras, Pedro Armillas, Eusebio Dávalos, Ricardo Pozas, Román Piña Chan, José Luis Lorenzo Bautista. A Durán le tocó la generación de Guillermo Bonfil Batalla, Rodolfo Stavenhagen, Yólotl González Torres y Lina Odena Güemes.
Espíritu crítico
La ENAH es, a decir suyo, una institución única en el mundo no sólo por los profesores --algunos provenientes de Estados Unidos y Europa-- que han pasado por sus aulas; también porque la formación siempre ha estado ligada al trabajo de campo.
¿Ese espíritu que dio origen a la escuela persiste en el INAH?
Dice no saberlo porque el INAH tiene sus propias características, pero considera que la escuela siempre ha tenido un ambiente muy crítico y combativo.
Al cuestionarle si ese espíritu crítico proviene de la Revolución Mexicana, el autor del proyecto documental “El ideario político de Lázaro Cárdenas”, señala que influyó tanto lo que sucedía en México como en el ámbito internacional. Un ejemplo, evoca, es la invasión de Estados Unidos a Guatemala de 1954 cuando derrocaron al presidente Jacobo Árbenz e impusieron la dictadura de Castillo Armas:
“Nos sumamos al movimiento de los estudiantes mexicanos que encabezaba Cuauhtémoc Cárdenas, él era estudiante del cuarto año de ingeniería, y nos unimos a esa manifestación en contra de la defenestración, reconociendo la injusticia que se estaba cometiendo en Guatemala. Entre los compañeros había estudiantes de Centroamérica y Suramérica, por ejemplo de Guatemala, Carlos Navarrete, el prestigiado arqueólogo, y todos estábamos con él. Siempre ha habido ese espíritu crítico, combativo, de protesta por las cuestiones nacionales e internacionales”.
Y es que además, agrega, desde la dirección de Caso en el INAH, y la de Rubín de la Borbolla en la ENAH, hubo un acuerdo para otorgar becas a estudiantes de América Latina, comenzando por Centroamérica y El Caribe, para que se formaran en México.
Fue una “visión continental, y del papel del país, del instituto y de la escuela”.
Así llegaron estudiantes de Colombia, Cuba, Guatemala, Venezuela, y algunos regresaron a sus países a formar instituciones parecidas al INAH. Dentro de la República misma se han creado escuelas de Antropología en Veracruz, Yucatán y aquí en la ciudad la Universidad Autónoma Metropolitana Iztapalapa.
“Creció el área de Antropología. Lo que no ha crecido son las oportunidades de trabajo para los egresados, esa parte se puede llamar pobreza o dramática, seguramente en otras áreas académicas hay problemas semejantes, pero estamos hablando de la Antropología”.
--¿No hay un contrasentido habiendo tantas comunidades que ahora necesitan del acompañamiento de antropólogos?
--Sí lo creo. Hay que volver al origen de la ENAH en el seno de la Secretaría de Educación Pública, porque podría ligarse más a los sectores de la educación, las escuelas nacionales de maestros o a otras universidades, hablando incluso de oportunidades de trabajo.
“La ubicación del instituto dentro de la Secretaría de Cultura no es una decisión adecuada. Prácticamente toda su administración fue dentro de la Secretaría de Educación Pública”.
Detalla que llevar al INAH a la SC, cuando ésta se creó en 2015, fue una decisión administrativa, pero en el campo de los contenidos no fue adecuada porque la Antropología se desarrolla por niveles de especialidades y temas de conocimiento, de educación, investigación o aplicación, que van desde las ciencias duras hasta las creaciones artísticas:
“Si hay avances en cuestiones de prospección arqueológica, por ejemplo, y llega un presupuesto a una administración para que se autorice y es del orden técnico científico, pues no van a autorizarlo porque no corresponde a las funciones que tiene establecidas la Secretaría de Cultura (SC). Y no es un problema de las personas, es un problema de una decisión no adecuada”.
Esa decisión, responde a pregunta expresa, es reciente y se tomó “por desconocimiento”, pero si se piensa que el instituto simplemente puede hacer museos y exposiciones se quedan cortos. Para él, la institución podría, hipotéticamente, ser una secretaría de Estado, pero al sacarla de su nicho original que fue la SEP, la redujeron al nivel de una dirección general.
Ve una alternativa en una estructura semejante a la del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), que también es una dirección general, pero con presencia en todos los estados de la República, con su propia gestión de recursos, no sólo del gobierno federal, sino de la iniciativa privada y aun de instituciones internacionales para manejarlos conforme a los proyectos necesarios en todas las áreas de investigación del instituto, “pero lo metieron en Cultura, yo creo que fue un error de concepción o de falta de información de la historia de cómo se desarrollaron nuestras instituciones”.
Como subsecretario de Cultura en la SEP, hacia mediados de los años ochenta del siglo XX con Jesús Reyes Heroles como titular de Educación, se le pregunta cómo era la relación con el INAH:
“La Subsecretaría de Cultura debía cuidar que los recursos llegaran a las otras instituciones, es decir no sustituir, sino participar con otras instituciones como el INBA (Instituto Nacional de Bellas Artes), el Instituto de Antropología, lo que correspondía a la propia Subsecretaría o a Educación en Bellas Artes. Específicamente, con Antropología era coadyuvar respetando los programas, proyectos e iniciativas para que sucedieran con menos problemas o buscarles apoyos, era un papel de ordenar y coordinar esfuerzos, no jerárquicamente, sino de beneficio común. Creo que por ahí debe ser”.
Debilitado
Durán rememora que cuando se creó el INAH, el doctor Caso y sucesivos directores tenían un teléfono directo con el general, la posibilidad de hablar directamente con el presidente, “yo le llamaba un teléfono rojo”, y prácticamente fue así hasta José López Portillo. Trata de imaginar incluso cómo fue el instante en el cual el entonces director del instituto, Gastón García Cantú, le informa directamente: “Se acaba de hacer un hallazgo extraordinario, la Coyolxauhqui”. Y seguramente él respondió: “Pues quiero ver la Coyolxauhqui ya mismo”.
Dice no saber en qué momento dejó de funcionar esa comunicación, pero plantea que en parte fue cuando se creó el Conaculta y ahí se incorpora la Dirección General de Sitios y Monumentos del Patrimonio Cultural, que tiene el mismo rango e incluso, a decir suyo, funciones que corresponden al INAH, “ya no tiene el teléfono, ahora debe seguir la estructura de toda la administración”.
Enfatiza:
“Yo creo que debería verse con tiempo y con tranquilidad para que en los 85 años del Instituto de Antropología, se vea que es una institución fundamental para la cultura y la educación, esencialmente para la educación”.
Hace ya tiempo que se ha señalado que incluso parece más para el sector turístico. Expone que el problema no es el turismo en sí y habla entonces de cómo en la época del presidente Cárdenas se impulsó un programa de desarrollo integral para los recursos hidráulicos, con el propósito de recibir a los migrantes mexicanos que regresarían de Estados Unidos, “fue la visión de un estadista que ve a todo el país”.
Cierto, indica, que se inspiró en el proyecto del Valle del Tennessee, del presidente Franklin D. Roosevelt en Estados Unidos, pero se trabajó obviamente en los recursos hidráulicos, en presas, puentes, comunicaciones terrestres, distritos nuevos de riesgo, y al mismo tiempo, en educación, en salud, y se involucró a muchos de los antropólogos. Se trabajaron cuencas como la del Río Balsas y el Papaloapan.
Agrega enseguida que no es de extrañar que al Fonatur (Fondo Nacional de Fomento al Turismo) se le encargara el gran proyecto del Tren Maya, aunque habría que ver las atribuciones legales que entonces tenía el organismo (pero la información ha quedado reservada por decreto presidencial). A juzgar suyo debió encabezar el proyecto la Secretaría de Comunicaciones y Transportes o, en su defecto, crear una comisión como lo fueron las Comisiones Hidráulicas,
Si bien es facultad del presidente de la República una decisión de esa naturaleza, “se pregunta uno por qué y en verdad no obtiene respuesta, habiendo cuadros de primerísimo nivel en la ingeniería mexicana”. No pone en tela de juicio los beneficios que pueda llevar al sureste mexicano, donde entre los gobiernos de Cárdenas, Ávila Camacho, Ruiz Cortines y Miguel Alemán se construyeron 750 kilómetros de ferrocarril. Ahora serán 1,500.
En tanto que el director del INAH, Diego Prieto, sale constantemente en “la mañanera” con el presidente a anunciar avances y hallazgos en los trabajos de Salvamento Arqueológico del Tren Maya, la pregunta es si hay de nuevo un “teléfono rojo”, pero Durán ve más bien una disminución política del instituto, “que se refleja en la falta de recursos económicos, que afectan otras áreas”.
--¿Hay una confrontación con los investigadores?
--No sé si la palabra sería confrontación. En el instituto, desde la escuela, los antropólogos han sido participantes de los problemas nacionales de una u otra manera, y participan con motivación, y cuando es posible con conocimientos y una serie de cuestiones”.
Añade que el Sindicato de investigadores, por su propia naturaleza de orden sindical y laboral siempre opina “y merece hacerlo”. En el caso del arqueólogo Fernando Cortés de Brasdefer, publicado en estas páginas, al cual se le levantó un acta administrativa por un texto circulado en WhatsApp, considera que había otras alternativas antes de llegar a ese punto, como los apercibimientos o amonestaciones previas.
Y vuelve a los hallazgos por la construcción del tren:
“Esto es tan rápido, y ha salido una magnitud de patrimonio impresionante, lo que está localizado hubiera significado decenios de investigaciones parciales, no sé si aquí se pueda aplicar eso de que ‘no hay mal que por bien no venga’, pero es tan rápido que quién sabe cómo pueda ser esto, pero va a generar muchísimas responsabilidades al INAH, para empezar en las escuelas de Antropología, de Arqueología en especial. Y va la Historia también porque no sólo es el patrimonio arqueológico, hay la biodiversidad como patrimonio cultural biológico y humano. Entonces va a ser más complejo y las exigencias para la conservación van a ser mayores”.
Advierte para finalizar:
“Se requiere un instituto fuerte, en el sentido de recursos propios, de atribuciones respetadas y, dadas las magnitudes de quienes deben y pueden participar, personal altamente calificado. Es una herencia que surgió de esta manera y ya está ahí”.