Medio Ambiente
Metztitlán: La sequía que devoró a los peces
La laguna en el estado de Hidalgo se extinguió. Los pescadores que dependían de ella perdieron su trabajo y ahora se ven obligados a fumigar maíz para sobrevivir, poniendo en peligro su salud. El gobierno aún no brinda ni siquiera el apoyo necesario para llevar agua potable a estas comunidades.Durante el último año, la Laguna de Metztitlán, en el estado de Hidalgo, se extinguió. Los pescadores que dependían de ella perdieron su trabajo y ahora se ven obligados a fumigar maíz para sobrevivir, poniendo en peligro su salud. Pese al paisaje postapocalíptico, el gobierno aún no brinda ni siquiera el apoyo necesario para llevar agua potable a estas comunidades.
PUNTA HUALULA, Hgo. (Proceso).– En la Laguna de Metztitlán las redes de pesca quedaron atrapadas entre las ramas de una naturaleza moribunda. Sobre la pulpa húmeda de la laguna las lanchas permanecen volcadas como peces gigantes que perdieron su rumbo. Donde alguna vez existió un cuerpo de agua ahora sólo queda un abismo seco, una herida infectada.
En una de las orillas de la laguna –nombrada sitio Ramsar en febrero de 2004– una vaca yace desplomada. Sus fauces al descubierto y sus ojos, apenas visibles entre las huellas del festín de la fauna carroñera, muestran apenas una imagen del cambio climático. El cuero reseco es refugio para una horda de moscas hambrientas. Se aferran a su piel, como si la vaca fuera su último recurso para sobrevivir en medio de la aridez.
María Pérez, de 50 años, vigila un rebaño de cabras que hurga entre restos de peces calcinados. “Está crítico, de la laguna nos manteníamos. Hacíamos tamales de carpa y mojarra. Hace un mes que se secó por completo, y no ha llovido, no ha bajado el agua. Ahora los pescadores tienen que dedicarse a la milpa”, dice con un gesto de resignación frente a un paraje casi estéril; las lluvias de mayo han reverdecido el fondo de la laguna.
–¿Han recibido algún apoyo?
–El gobernador (Julio Ramón Menchaca) no ha mandado a nadie. Antes a los pescadores les llegaba un apoyo de siete mil 500 pesos; el último pago llegó hace un año, en abril.
–¿Tienen agua potable?
–En Hualula no hay agua potable, sacamos de un pozo de riego. Para tomar compramos cuatro garrafones de agua a la semana por 120 pesos.
Donde antes se navegaba, ahora transitan camiones cargados de maíz recién cosechado. La sequía, ya presente desde hace algunos años, provocó que los habitantes de esta comunidad trazaran brechas para comunicar ambas orillas de la laguna. Pese a que el lecho de ésta yace cuarteado, como la piel agrietada por el sol, han dispuesto varias hectáreas de maíz, frijol y calabaza.
“Con la sequía comenzamos a sembrar en la orilla, pero ya no se da porque es tierra seca, sólo se da algo de temporal allá donde todavía está húmedo”, cuenta María mientras un enjambre de hormigas voladoras se alebresta con una ligera llovizna.
“Ya nomás las lanchas quedaron ahí”, dice con cierta desolación, rodeada de esqueletos de peces que los habitantes de esta comunidad tuvieron que incinerar para evitar el mal olor. Ahora las cabras despegan las escamas de los peces sepultados entre las grietas.
Desempleo
Alberto Álvarez, de 60 años, avanza entre dos maizales con la motoneta cargada de pastura para sus borregos. Hace un par de meses todavía pescó algunos kilos de carpa en la laguna, donde también encontraba mojarra y tilapia. “Sacábamos como cinco kilos, pero desde que la laguna se secó mejor me dediqué al cuidado de ganado”, cuenta frente a un mural monumental de la Virgen de Guadalupe que sobresale de las milpas.
Entre la desolación, Alberto alberga una esperanza de que los veneros se llenen nuevamente. Hace unos días, en busca de señales de vida, se adentró con una pala en la tierra agrietada, escarbando con determinación, convencido de que bajo sus botas de hule yacía un pequeño remanso de agua. En su búsqueda desenterró peces sepultados en el lodo, criaturas que alguna vez nadaron en la claridad de la laguna. Ahora, emergen como fósiles de una catástrofe para los pescadores, convencidos de que se necesita de la lluvia para restaurar el ecosistema.
Agroquímicos
Dionisio, un hombre de 40 años con las manos curtidas por el trabajo agrícola, se encuentra en medio de un vasto maizal. Debajo de un cielo plúmbeo, rocía el cultivo con sal isopropilamina de glifosato, un herbicida comercializado bajo el nombre de Cayaana. El paisaje que lo rodea rebosa de un verde intenso, nutrido por el abundante nitrógeno presente en la tierra.
Recorriendo el terreno, Dionisio trabaja con Máximo, su ayudante. Aspersores en mano, cubren un área equivalente a cinco cuartillos, aproximadamente media hectárea, con la intención de proteger el maíz de una plaga de gusanos que acecha las milpas. Dionisio suspira mientras continúa con su labor, consciente de que la laguna ha estado seca durante al menos dos años.
Su esposa y su hijo lo esperan a pocos metros, despreocupados por la peligrosidad de los productos con los que trabaja. “Mortal si se inhala”, advierte una botella gris de monocrotofós, un plaguicida prohibido por ser dañino a la salud humana.
Mientras continúa su tarea, Dionisio señala una enredadera y explica cómo, si se deja crecer, se convierte en un “monte” que sofoca los cultivos. Explica que al rociar el maíz se evita que la enredadera se adhiera a él, lo cual facilita su procesamiento. Al mismo tiempo advierte sobre la propagación de la roya, enfermedad que seca a las plantas y reduce la producción de maíz. Para combatirla aplican Folicur, fungicida que promete protección contra diversos tipos de royas, pero el cual su fabricante, Bayer, advierte que es “muy tóxico para los organismos acuáticos, con efectos duraderos”.
Aunque el verdor de la milpa contrasta con la sequía de la laguna, Dionisio está preocupado, pues los pobladores riegan los cultivos con agua de un pozo de los cerros aledaños. Sin embargo, la sequía ha disminuido el flujo de agua en los canales.
–¿Qué dificultades enfrentan los agricultores en esta zona?
–El gobierno se ha olvidado del campo, no nos ha dado ninguna ayuda. Lo difícil es que está caro todo. La bolsa de maíz para sembrar vale cuatro mil 200 pesos. Necesitamos que nos aliviane con los precios de los abonos, los fertilizantes...
Dionisio hace referencia a la guerra en Ucrania, que impactó los costos de los insumos agrícolas. Recuerda cómo antes un bulto de Sulfamin, un fertilizante fundamental, solía valer el doble de su precio actual. “Un bulto valía 800 pesos, casi lo doble que vale orita (380 pesos). Se utilizan casi 10 bultos por hectárea y luego nos andan regateando el precio del maíz. Así no la vamos a hacer”, lamenta.
Pese a las dificultades, Dionisio se enorgullece de la calidad del maíz que cultiva, afirma que es el mejor de la región, destinado al consumo local. Con un pesado tanque de agroquímicos en la espalda, Dionisio continúa su faena, enfrentando los desafíos de un paisaje agreste.
Sequía inminente
El Atlas de Riesgos Hídricos identifica un peligro alto de sequía en el Área Natural Protegida Reserva de la Biosfera Barranca de Metztitlán, donde se encuentra la laguna. El incremento en la intensidad y frecuencia de eventos ENSO (El Niño Southern Oscillation) modificó el ritmo de las precipitaciones en el país.
“Los periodos con alta frecuencia de eventos El Niño indujeron periodos con sequias intensas, que, a su vez, estuvieron relacionadas con variaciones en el nivel lacustre de la laguna”, explica la tesis Los últimos 2 mil años en la Laguna de Metztitlán, realizada en 2019 por Gustavo Olivares Casillas, biólogo graduado de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).