Francia

Macron, contra las cuerdas

Millones de franceses no dan tregua a Emmanuel Macron. El mandatario ya no logra apoyos para sacar adelante otros proyectos de ley y en la Asamblea Nacional se perfila una iniciativa para derogar “su” reforma a las pensiones.
sábado, 13 de mayo de 2023 · 08:44

Millones de franceses no dan tregua a Emmanuel Macron. Donde quiera que él o sus funcionarios acuden, reciben muestras de repudio por la reforma a las pensiones que impuso. El presidente enfrenta su impopularidad con represión policiaca y aplica la legislación antiterrorista a las manifestaciones civiles. El malestar se hizo extensivo a la clase política. El mandatario ya no logra apoyos para sacar adelante otros proyectos de ley y en la Asamblea Nacional se perfila una iniciativa para derogar “su” reforma.

PARÍS (Proceso).– Las cifras hablan por sí solas: dos millones 300 mil personas, según  las organizaciones sindicales, 800 mil según las autoridades, desfilaron en toda Francia el 1 de mayo para celebrar el Día Internacional de los Trabajadores y seguir rechazando la reforma a las pensiones que Emmanuel Macron impuso por decreto. 

Es la decimotercera manifestación multitudinaria de oposición a esa reforma que eleva la edad legal de las pensiones de 62 a 64 años.

Encabezaron la marcha parisina –en la que participaron 550 mil personas, según los organizadores; 112 mil, según la policía– el Frente Intersindical galo que lidera ese movimiento social histórico y representantes de unas cien organizaciones gremiales de toda Europa, pero también de Estados Unidos, Canadá, América Latina, Turquía, Ucrania, Bielorrusia, Corea del Sur, la India…

Es la primera vez desde 1889, año en que la Segunda Internacional Obrera dedicó el 1 de mayo a las luchas por los derechos laborales, que se juntan en Francia tantas delegaciones internacionales.

“Francia es un ejemplo de resistencia. Ustedes nos inspiran para llevar nuestros propios combates”, afirmó Kevin Courtney, líder del poderoso Sindicato Nacional de Educación de Inglaterra y Gales, resumiendo en pocas palabras el sentir general.

 Jan Willem Goudriaan, secretario general de la Federación Sindical Europea de los Servicios Públicos, sintetizó la situación de manera más directa: “El artículo 49.3 (de la Constitución francesa que permite al ejecutivo prescindir del parlamento para imponer una ley por decreto) es una locura. Se agarró al pueblo francés por el cuello para obligarlo a comer mierda”, dijo.

Otras cifras llaman la atención: el gobierno movilizó 12 mil policías, cinco mil solamente en París y por primera vez desplegó “drones de vigilancia”, sin lograr prevenir las violencias perpetradas por alrededor de tres mil black blocs franceses y europeos que se desataron tanto en la capital como en media docena de ciudades de provincia. 

Los enfrentamientos entre las fuerzas del orden y estos aguerridos grupos alrededor de los cuales se aglutinaron grupos de manifestantes jóvenes desembocaron en 540 detenciones en todo el país, 406 policías resultaron heridos, 259 en París. Se menciona la cifra de 60 manifestantes lesionados.

Ruptura

Estas violencias extremas –incendio de un edificio en construcción en la capital, destrucción del mobiliario urbano y ataques a comercios y bancos en algunas ciudades–, pero muy localizadas, no impidieron que las 300 manifestaciones organizadas en todo el país se llevaran a cabo en un ámbito familiar, con una mezcla de buen humor y repudio a Emmanuel Macron.

La ruptura entre el presidente y millones de franceses es cada vez más profunda. Patente durante el movimiento de los “chalecos amarillos” (noviembre de 2018-principios de 2020) y a lo largo de las movilizaciones contra el primer proyecto de reforma de las pensiones en 2019, esa ruptura creció con el segundo proyecto presentando por el Ejecutivo el pasado mes de enero. Se agudizó con la adopción de la reforma por decreto el 16 de marzo. Y empeoró a partir del 14 de abril.

Ese día el Consejo Constitucional aprobó la reforma salvo seis artículos, entre ellos uno relativo al empleo de personas mayores.

 Apenas se enteró de esa decisión, el Frente Intersindical instó a Macron a que no promulgara la ley al tiempo que los presidentes de los grupos parlamentarios de izquierda –Francia Insumisa, Partido Comunista, Partido Socialista y Ecologistas– le pidieron que recurriera al artículo 10.2 de la Constitución para convocar a una nueva deliberación del parlamento sobre dicha ley o sobre uno de sus artículos. Los diputados tenían obviamente en la mira el artículo 7 relativo a la edad legal de jubilación.

Hermético a esas solicitudes y a las protestas espontáneas que brotaron de inmediato en el país, Macron optó por promulgar la ley apenas dos horas después de su validación por el Consejo Constitucional.

Esa celeridad extrema fue considerada como una auténtica afrenta por los líderes gremiales y vivida como una humillación más por millones de franceses.

 El 17 de abril el presidente se dirigió a la nación por primera en tres meses. Ansioso por cerrar el capítulo de la reforma a las pensiones, invitó a empresarios y organizaciones sindicales a reunirse con la Elisabeth Borne, jefa del Gobierno, para discutir “sin límites ni tabús” sobre un nuevo “pacto social”. 

Por si eso fuera poco, Macron anunció que se daba “cien días para avanzar” y emprendió en seguida una gira por Francia con la firme intención de “reanudar” el diálogo con los ciudadanos y apaciguar los ánimos. Exigió que Elisabeth Borne, los miembros de su gabinete y los diputados del partido presidencial hicieran lo mismo.

Fue la gota que derramó el vaso.   

“No los vamos a soltar. Vamos a ser como chicles pegados a sus zapatos. Vamos a ser sus peores pesadillas”, advirtió Laurent Brun, dirigente ferrocarrilero de la Confederación General del Trabajo (CGT).

Y tal parece ser la meta de miles de franceses que llevan dos semanas acogiendo al presidente y a sus emisarios con conciertos de cacerolas, silbidos, trompetas de juguete, altoparlantes, abucheos e insultos.

Ceremonias de “malvenida”

Impresiona la rapidez con la que se va organizando esa rebeldía contra la reconciliación planeada –¿dictaminada?– por el Palacio del Elíseo.   

La Asociación por la Tasación de las Transnacionales financieras y por la Acción Ciudadana (Attac) publica cada día en su página web y en las redes sociales la lista de las ciudades “seleccionadas” para recibir a los visitantes oficiales, así como el programa detallado de las visitas. Luego la asociación reseña en forma exhaustiva las “ceremonias de malvenida” imaginadas en cada lugar.

Donde quiera que vaya Macron debe aguantar “caceroladas” ensordecedoras y conciertos cacofónicos. Cuando logra intercambiar con los manifestantes el tono de sus interlocutores es vehemente y despiadadas las críticas a su política y a su persona.

El 19 de abril, además del alboroto, el presidente tuvo que soportar un corte de electricidad en una fábrica que visitaba en Alsacia. Pasó lo mismo al día siguiente en un colegio de la ciudad de Ganges (sur de Francia). Desde entonces el cortejo presidencial no se desplaza sin un grupo electrógeno.

Diez días después, Macron optó por un perfil bajo en el Estadio de Francia que acogía la final de la Copa de Francia de Futbol. Temiendo ser abucheado por los 70 mil espectadores del evento, el presidente se limitó a saludar discretamente a los jugadores del Nantes y del Toulouse a la salida de sus vestuarios unos minutos antes del partido y es en la tribuna oficial –y no en el césped del estadio– que entrega la Copa al capitán del equipo de Toulouse. 

Varios ministros se han visto en la necesitad de cancelar sus viajes o de cambiar repentinamente de itinerarios e improvisar visitas en ciudades elegidas con prisa y casi al azar. De regreso en tren a París el 24 de abril,   después de una visita muy agitada en Lyon, el ministro de Educación debió ser extraído de la estación de ferrocarril por la policía para no toparse con manifestantes que lo esperaban en el andén.   

Al cierre de esta edición (jueves 4) Attac tenía registradas unas 30 visitas seriamente perturbadas o impedidas. Estas protestas, muchas espontáneas, algunas reivindicadas por organizaciones sindicales o activistas de izquierda, se llevan a cabo con una mezcla detonante de enojo y burla.

Prueba de ello el concurso entre departamentos –Francia está dividida administrativamente en 101 departamentos– lanzado el 21 de abril por la página de internet “Cien días de Zbeul”, creada por un informático de la Unión Sindical Solidarios. Zbeul quiere decir caos en jerga árabe.

Las reglas de la competición son sencillas: una visita perturbada vale 1 punto; un corte de luz 3 puntos; la partida precipitada del visitante 4; y 5 para la cancelación de una visita. Por supuesto, cuenta el rango del visitante: un simple secretario de Estado vale 1 punto; un ministro 3; el ministro del Interior o el presidente de la Asamblea Nacional 4; la primera ministra 5 y el presidente 6.

Día tras día crece la emulación entre los departamentos visitados y los que se aprestan a serlo. Por el momento es el departamento del Herault, del sur de Francia, que triunfa con 105 puntos …

Nutren el escarnio general las reacciones extremas de las autoridades regionales que se apoyan en leyes antiterroristas y de seguridad pública para imponer un “estricto perímetro de protección” a los visitantes y prohibir por decreto “la posesión y el uso de artículos de divertimiento” –alusión a silbidos y trompetas de juguete– y de “dispositivos sonoros portátiles”, términos administrativos abstrusos que se refieren a cacerolas y sartenes.

Los vídeos de gendarmes confiscando todo tipo de utensilios de cocina y trompetas de plástico en ciudades y pueblos galos desencadenan hilaridad en toda Francia, pero al mismo tiempo desata una indignación creciente el flagrante desvío de la legislación antiterrorista para limitar el derecho a la manifestación.

“Tengo el sentimiento de un poder arrinconado contra las cuerdas que enfrenta su impopularidad con una represión policial

desproporcionada y una aceleración de medidas liberticidas. Es grotesco. Eso además nos cubre de ridículo en el mundo entero”, denuncia Patrick Baudouin, presidente de la Liga de los Derechos Humanos.

El 25 de abril el Ministerio del Interior envió un mensaje electrónico confidencial a los altos mandos regionales pidiéndoles “evitar desvíos indebidos de procedimiento”, según afirman los periódicos Le Monde y Libération que tuvieron acceso al documento.

El “revés” que viene

¿Podrán seguir dando conciertos de cacerolas los franceses en las próximas semanas? ¿Acabarán cansándose como lo espera Emmanuel Macron? ¿Inventarán nuevas formas de algarabía?

Más allá de estas preguntas divertidas se plantean interrogantes graves.

Lo que está en juego en primera instancia es el margen de acción de Macron después de estos tres meses y medio desastrosos para la vida democrática del país durante los cuales el partido presidencial sin mayoría en la Asamblea Nacional no vaciló en usar un verdadero arsenal de herramientas constitucionales para imponer “su” ley sin debates parlamentarios.

Además de agudizar un resentimiento social ya bastante explosivo, ese ejercicio autoritario del poder está creando un profundo malestar en todo el espectro político francés e inclusive entre los macronistas.

El contratiempo sufrido por el proyecto de ley sobre inmigración que Macron considera como prioritario es muy revelador. Pese a la insistencia presidencial, Elizabeth Borne renunció a incluirlo en su agenda de los próximos meses simplemente porque no logró construir alianzas políticas en su favor en la Asamblea Nacional.

También plantea interrogantes el porvenir del movimiento social.

¿Los líderes sindicales lograrán mantener su unidad ejemplar y sin precedente en las últimas décadas? ¿Y de lograrlo, podrán imponer una nueva correlación de fuerzas con el gobierno en las futuras negociaciones sobre las múltiples y apremiantes problemáticas laborales?

El Frente Intersindical se dice “más combativo” que nunca. Acaba de convocar una nueva jornada de huelgas y manifestaciones contra la reforma de las pensiones para el próximo 6 de junio haciendo caso omiso de su promulgación.

La fecha no fue escogida al azar: el 8 de junio la Asamblea Nacional examinará un nuevo proyecto de ley destinado a derogar la conflictiva reforma. 

 Elaborado por el grupo parlamentario Libertades, Independientes, Ultramar y Territorios (LIOT), integrado por 20 diputados de distintos horizontes políticos, ese proyecto cuenta con el apoyo de la Agrupación Nacional de Marine Le Pen y de la NUPES, alianza de cuatro partidos de izquierda.

No se sabe cuántos diputados Republicanos (derecha) estarían dispuestos a votar en su favor. De ellos depende el éxito de esa última ofensiva contra “la reforma de Macron”. El Frente Intersindical ya empezó a desplegar una intensa campaña de cabildeo para convencerlos.

Elizabeth Borne por su lado insiste en la urgencia de reunirse con los lideres gremiales. Estos deliberan actualmente al respecto, pero de antemano advierten que no se dejarán imponer la agenda gubernamental.

Otro revés para Emmanuel Macron: la agencia Fitch, una de las mayores agencias internacionales de calificación financiera de los Estados, acaba de rebajar el rating de Francia que pasa de “AA” a “AA-“.

“El estancamiento político y los movimientos sociales (a veces violentos) representan un riesgo para el programa de reformas de Macron”, enfatiza Fitch para justificar su decisión. 

Reportaje publicado el 7 de mayo en la edición 2427 de la revista Proceso, cuya edición digital puede adquirir en este enlace.

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