Guerra en Ucrania

A un año de la guerra entre Rusia y Ucrania: Europa aplaude y apoya a Zelenski... África no

La minigira del presidente ucraniano por Europa los pasados 8 y 9 de febrero le resultó provechosa: mediáticamente se mostraron los aplausos europeos para Zelenski y se mantuvo el apoyo armamentístico a Kiev. No pasa lo mismo en otras partes del mundo.
viernes, 24 de febrero de 2023 · 06:56

La minigira del presidente ucraniano por Europa los pasados 8 y 9 de febrero le resultó provechosa: mediáticamente se mostraron los aplausos europeos para Zelenski y se mantuvo el apoyo armamentístico a Kiev. No pasa lo mismo en otras partes del mundo. Desde Latinoamérica apenas se escuchó la voz de Lula, quien se propuso como mediador. La mayoría de los países africanos, por su parte, se niegan a tomar partido por uno u otro bando y alegan que sus problemas son tan graves y apremiantes como la guerra ruso-ucraniana… sin mencionar que durante la pandemia la poca ayuda que llegó a África fue de parte de Moscú y Beijing.

PARÍS (Proceso).- La gira relámpago de Volodímir Zelenski por Europa fue intensa. Empezó el miércoles 8 en Londres, con aplausos entusiastas en el Parlamento británico, una cita con el primer ministro, Rishi Sunak, y una visita al rey Carlos III. Se prolongó la misma noche en París, con una cena en el Palacio del Elíseo a invitación del presidente Emmanuel Macron y en presencia del canciller alemán, Olaf Scholz. Y culminó el día siguiente con un triunfo en el Parlamento Europeo, donde el ucraniano fue acogido con una larguísima ovación de pie antes de sostener reuniones a puerta cerrada con los dirigentes de los 27 países de la Unión Europea divididos en varios grupos de trabajo y otra con el rey Felipe de Bélgica.

En todas partes Zelenski fue celebrado como héroe. En cada foro el presidente ucraniano se presentó como “defensor de los valores occidentales” y del “modo de vida europeo”, pidiendo incansablemente lo mismo: más municiones, más tanques de guerra, más misiles de largo alcance y sobre todo aviones de combate.

Se estima que el monto de la ayuda militar, financiera y humanitaria de la Unión Europea y de sus Estados miembros a Kiev gira alrededor de 52 mil millones de euros.

“¡Rusia no puede ni debe ganar la guerra!”, proclamó Macron horas después de que Sunak prometiera a Zelenski aviones de combate y el entrenamiento de sus pilotos. Muchísimo más cauteloso, Charles Michel, presidente del Consejo Europeo, mencionó el suministro de armas pesadas y se cuidó de no aludir a aviones de combate.

Contrasta la retórica bélica de la Unión Europea –tan intensa como la de Estados Unidos y los demás miembros de la OTAN– con las reacciones cada vez más distanciadas y críticas de un número creciente de países de África, América Latina, Medio Oriente y Asia, que se rehúsan a ser ­arrastrados en una guerra subsidiaria entre la OTAN y Rusia, y temen o ya empiezan a sentir las consecuencias de los profundos trastornos geopolíticos que conlleva.

Propuestas de mediación

Mientras más pasa el tiempo más se multiplican las propuestas de mediación entre Rusia y Ucrania. A principios de enero el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, aseguró que mantenía contactos frecuentes con Zelenski y con el mandatario ruso, Vladimir Putin, y reiteró su propuesta de intermediar entre ambos. Un mes después, el miércoles 1, Benjamín Netanyahu, que ocupa de nuevo el cargo de primer ministro de Israel, se dijo dispuesto a asumir el papel de mediador si las partes en conflicto y Estados Unidos se lo pidieran. Lo mismo aseguró el presidente egipcio, Hosni Mubarak.

El 30 de enero el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, insistió ante Scholz en que la única solución al conflicto era lograr que los beligerantes se sentaran en la mesa de negociaciones, convicción que comparte con el conjunto de los líderes latinoamericanos, que rechazan la solicitud de Estados Unidos y Europa de entregar armamento a Ucrania.

El brasileño abogó a favor de la creación de un grupo de mediación “integrado por países que no estén involucrados directa o indirectamente en la guerra de Rusia con Ucrania”. Al día siguiente expuso su propuesta a Macron en videoconferencia y el 10 de enero directamente al presidente estadunidense, Joe Biden, durante su estadía en Washington.

Por el momento todos predican en el desierto porque los protagonistas de esa guerra –y sus aliados en el caso de Ucrania– consideran su desenlace como un problema existencial.

Recuperar los territorios orientales de Ucrania ocupados por Rusia y Crimea es vital para Zelenski, como es vital para Putin impedirlo, cualquiera que sea el precio a pagar. Biden necesita una victoria contra Rusia para mantener su liderazgo internacional y enfrentar China –su prioridad absoluta– con una posición fuerte.

Gran Bretaña, la Unión Europea y los demás integrantes de la OTAN se alinean con Washington. Algunos países, como Polonia y las naciones bálticas, defienden la línea dura británica contra Rusia; otros, como Hungría y Austria –que es miembro de la UE pero no de la OTAN– se rehúsan a suministrar armas a Ucrania.

Por su lado, China acaba de endurecer su posición. El 30 de enero Mao Ning, vocera del Ministerio de Relaciones Exteriores, acusó a Washington de ser “el principal iniciador y la principal fuerza impulsadora de la crisis de Ucrania”.

“Estados Unidos”, insistió Mao Ning, “continúa suministrando armas pesadas y ofensivas a Ucrania, prologando el conflicto y haciéndolo más intenso.”

Es la primera vez desde el principio de la guerra que Beijing apoya abiertamente a Moscú. A pesar de ostentar relaciones cordiales con Putin, el presidente chino, Xi Jinping, mantenía una relativa prudencia cuando se expresaba sobre el conflicto en foros internacionales, instando a sus homólogos ruso y ucraniano a no “dejarse rebasar por el enfrentamiento”.

Días después de ese brusco cambio de tono, los incidentes provocados por globos “espías”, según la Casa Blanca, “meteorológicos” según las autoridades chinas, que volaron sobre Estados Unidos y Canadá desencadenaron una escalada inquietante de acusaciones recíprocas además de la cancelación de la visita oficial del secretario de Estado, Anthony Blinken, a Beijing.

“Cuando pelean los elefantes, mueren las hormigas”, dice un proverbio que reivindican africanos y laosianos.

Prioridades africanas

Entre los países que no se sienten con vocación de hormigas destacan los 54 integrantes de la Unión Africana, que a pesar de numerosas y profundas divergencias aspiran a librarse de una forma u otra del alineamiento con la comunidad occidental –en particular con las potencias europeas, excolonialistas o neocolonialistas– para seguir consolidando relaciones con socios más recientes, como China, Rusia, India o Turquía. Poder diversificar su cooperación internacional también tiene una dimensión existencial para África.

Es en gran parte la razón por la que el 2 de marzo del año pasado la mitad de los 52 países que no apoyaron la resolución de la Asamblea General de las Naciones Unidas que condenaba la agresión de Rusia y exigía la retirada inmediata de las tropas rusas de Ucrania son africanos: 17 se abstuvieron, Eritrea votó en contra y ocho naciones optaron por no participar en el escrutinio.

Casi lo mismo pasó el 7 de abril siguiente, con el voto de la Asamblea General de la ONU sobre la suspensión de Rusia del Consejo de Derechos Humanos, que fue aprobada por 93 de los 193 países miembros. De los 100 que la reprobaron, ya sea votando en contra, absteniéndose o rehusando participar en el escrutinio, 44 son africanos.

La indignación que suscitaron estas votaciones en la coalición occidental exaspera a políticos e intelectuales africanos. Un editorialista del diario Le Pays, de Burkina Faso, que firma como Apolem, resume el sentir general: “África tiene preocupaciones mucho más apremiantes que la obligación de tomar posición ante situaciones creadas por aquellos que la dominaron durante tanto tiempo y a menudo la desprecian”.

Recalca por su lado Gilles Yabi, destacado economista y analista político de Benín: “La crisis de Ucrania sacude la periferia de Europa occidental, dando a los europeos el sentimiento de que es una guerra capital para el mundo entero. Pero África enfrenta sus propios conflictos pasados y presentes, con millones de víctimas, sin que eso provoque la misma atención ni las mismas reacciones en el mundo ‘desarrollado’. Es crucial tomar eso en cuenta para entender las posiciones africanas”.

Ilustra la distancia de África con la guerra ruso-ucraniana los vanos esfuerzos de Zelenski para tomar la palabra por videoconferencia ante la Unión Africana (UA).

Europa, Estados Unidos y el propio Zelenski multiplicaron presiones para lograr que se organizara el evento. En vano. A falta de consenso entre los miembros de la UA, Macky Sall, presidente de Senegal y quien lideró la organización africana en 2022, acabó ofreciendo a su homólogo ucraniano la posibilidad de pronunciar un discurso de 10 minutos, “a puerta cerrada”, es decir sin cobertura mediática, ante el Buró de los Jefes de Estado de la UA.

El evento casi secreto, al que asistieron sólo cuatro dirigentes, se dio el pasado 20 de junio, dos semanas después de una larga entrevista de Sall y Moussa Faki, alto responsable de la UA, con Putin, durante la cual los dos dirigentes africanos alertaron al presidente ruso sobre la crisis alimentaria que empezaba a golpear su continente.

Entrevistado por el vespertino Le Monde, Sall fue muy claro: “No estamos metidos en el debate sobre quién está equivocado y quién tiene la razón. Sólo nos interesa tener acceso a granos y fertilizantes”. El presidente senegalés recordó que más de la mitad de los países africanos dependen de las importaciones de trigo y fertilizantes de Rusia y Ucrania.

Esa dependencia no explica por sí sola el distanciamiento entre África y Occidente, que se exacerba a medida que empeora el conflicto ruso-ucraniano. Queda grabada en la memoria colectiva africana la actitud de Estados Unidos y la UE, que monopolizaron las vacunas contra el covid mientras Rusia y China acudían a África, América Latina y Asia proponiendo las suyas a bajo costo o, en ciertos casos, regaladas.

También deja un recuerdo amargo a los africanos la batalla que libraron durante 20 meses en el seno de la Organización Mundial de Comercio los países en desarrollo, encabezados por Sudáfrica e India, para obtener la suspensión temporal de las patentes de las vacunas anticovid. Eso se logró finalmente el pasado 17 de junio. Pero fue una victoria demasiado tardía y parcial. Si bien los “países ricos” autorizan que los “pobres” fabriquen durante cinco años vacunas sin el consentimiento del titular de los derechos de patente, quedan excluidos del acuerdo diagnósticos y tratamientos de la enfermedad.

Estos dos episodios consternantes para Occidente consolidaron la influencia de China y Rusia en el continente. La primera es esencialmente comercial y económica, la segunda es militar y comercial. Se calcula que 30% de las armas suministradas al África subsahariana entre 2016 y 2020 lo fueron por Rusia, que firmó acuerdos de cooperación militar con 20 de los 48 Estados de esa inmensa región.

Además de las heridas no cicatrizadas de la época colonial, alimenta también el resentimiento de los africanos “la política de doble rasero de Occidente”, que denuncia la violación de la Carta de las Naciones Unidas por Rusia pero finge olvidar “las ‘libertades’ que tomó con esa misma Carta en Kosovo en 1999 y en Irak en 2003”, resalta Anne-Cécile Robert en Le Monde Diplomatique.

La violación más reciente a la Carta de las Naciones Unidas sigue estando muy presente en la mente de los africanos. Se dio en 2011, cuando la coalición liderada por Francia, Reino Unido y Estados Unidos transgredió el mandato del Consejo de Seguridad de la OTAN, que la autorizaba a intervenir en Libia para proteger a la población civil de la dura represión de Muamar Gadafi durante la “primavera libia”.

Fragmento del reportaje publicado en la edición 2416 de la revista Proceso, cuya edición digital puede adquirir en este enlace.

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