Jean-Luc Godard

Decidió irse: Genial Jean-Luc Godard

Personaje provocador, sumamente hábil en el manejo de las palabras y para revelar sentidos escondidos, Godard desarrolló una lucidez espectacular, llegando a una comprensión global inédita y siempre actualizada de los fenómenos de comunicación.
domingo, 25 de septiembre de 2022 · 15:10

BIARRITZ. (Proceso).–Un inmenso artista, un verdadero genio se nos fue. O más bien, sintiéndose disminuido, eligió irse.

Hasta su último aliento, Jean-Luc Godard dedicó su vida a romper los moldes, a sacudir y cuestionar las convenciones y a imponer su propio camino...

En 1951 inició su carrera en el mundo de la crítica cinematográfica, siendo uno de los primeros autores de la revista Les Cahiers du cinéma. Con la llegada de François Truffaut, dos años después, se afirmó una línea muy atrevida. Este pequeño grupo arrogante e incisivo, que además de Godard y Truffaut incluía a Claude Chabrol, Eric ­Rohmer y Jacques Rivette, fue rápidamente apodado Les jeunes turcs (los jóvenes turcos) por no respetar a nadie... ¡y particularmente a los supuestamente “respetables”! Godard ya desarrollaba su rechazo espontáneo por el clasicismo, así como por las formas limpias y lisas.

Lo excepcional de esta generación fue que estos cinco críticos tomaron todos los riesgos, pasando de la cómoda posición de sermoneadores de lecciones a frágiles artistas expuestos a las rudezas de los demás.

Aplicando las reglas de libertad autoral, de espontaneidad y sinceridad que buscaban en el arte cinematográfico, los cinco cineastas novatos generaron un movimiento creativo decisivo al que casi inmediatamente se sumaron Agnès Varda, Alain Resnais, Cris Marker, Jean Eustache y Louis Malle. Había nacido la Nueva ola que influenciaría a generaciones de jóvenes artistas en el mundo entero, particularmente en varios países europeos y en Brasil con el nacimiento del cinema novo, por ejemplo.

Esta generación de artistas impuso rupturas formales y estéticas radicales, pero sin encerrar a sus creadores en nuevos códigos rígidos. Cada uno fue siempre libre de buscar su propia mirada, de expresar su propia sensibilidad a su manera.

En común, inventaron una nueva dinámica de producción, con rodajes ligeros menos estáticos (ayudados con la llegada de nuevos materiales sin tanto peso y costo), se atrevieron a utilizar decorados naturales y provocaron actuaciones no tan almidonadas, logrando un realismo impactante o una libertad creativa total.

A manera de inspiración, los autores se arriesgaron a usar pistas autobiográficas, elementos discontinuos, y se permitieron rupturas de puntos de vista tanto narrativos como visuales. Un ejemplo sublime es Sin aliento, cuando Godard le pide a Belmondo atacar de la nada al espectador: “Si no les gusta el mar, si no les gusta la montaña, si no les gusta la ciudad… ¡que se vayan a la goma!”.

Esta total libertad de escritura prevalecía de la misma manera al momento de editar, al romper una continuidad limpia o al atreverse a usar símbolos o colisiones de imágenes y sentidos.

Además de modernizar el arte en sus técnicas y sus formas, el movimiento reflejaba la modernización de la sociedad misma, construyéndose alrededor de protagonistas jóvenes contemporáneos, animados por problemáticas reveladoras de su tiempo (la década de los sesenta).

Godard no fue sólo uno de los más importantes teóricos de la Nueva ola, además fue el único (quizás junto con Agnès Varda) que mantuvo su búsqueda sobre esta línea artística, ética y creativa durante toda su carrera. Y, milagrosamente, logró hacerlo sin repetirse, sin pisar nunca los mismos caminos. Los años influyeron sobre su creación; la ligereza y la provocación divertida se volvieron más profundas, más filosóficas y, a veces, más dolorosas, pero nunca afectando su repudio a todas las formas de conservadurismo burgués.

Hasta su último largometraje, El libro de imágenes (Palma de Oro especial de 2018 en Cannes), Godard intentó incansablemente valerse de dispositivos nuevos, narraciones innovadoras, formas revolucionarias, llegando a una escritura casi introspectiva, como una voz interior, así como un sonido sensorial deconstruido y perturbador que dio relieve a imágenes caóticas y deslumbrantes. 

De su obra siguen imperdibles la genial pieza fundadora Sin aliento, la provocadora y libre Pierrot el loco, la magistral Le mépris (El desprecio), entre muchas otras obras maestras que quedarán como referencias esenciales de la historia del cine (Vivir su vida), Masculino femenino, Sauve qui peut (la vie), Una mujer es una mujer...

Pero quiero rescatar aquí dos momentos maravillosos de despreocupación, libertad, placer y espontaneidad. El primero ofrece una secuencia de baile llena de energía y frescura que reúne a Claude Brasseur, Anna Karina y Sami Frey en una típica brasserie francesa para Bande à part (Banda aparte). Nada demostrativa o brillante como una escena de musical estadunidense, quedará como una de las escenas más llenas de vida, de felicidad y un maravilloso símbolo del ímpetu de la juventud.

Y, personalmente, siento una ternura muy especial por Charlotte et son Jules, su verdadero primer cortometraje, y película para la cual encontró a Jean-Paul Belmondo. Es muy simbólica de la dinámica de Godard. Belmondo es aquí más que nunca el alter ego de Godard, hablando con la propia voz del cineasta. Para resolver problemas técnicos, Godard tuvo que asumir opciones que la razón hubiera rechazado, pero que otorgan un delicioso encanto al corto que llega a una simbiosis absoluta entre el personaje, el actor protagonista y el autor mismo, integrándole en su obra, prefigurando el uso de la voz en off que será uno de los sellos de Godard.

Godard usó su creatividad fuera de serie también para modelarse a sí mismo, trabajando en la creación de su propio mito, de su propia leyenda.

Personaje provocador, sumamente hábil en el manejo de las palabras y para revelar sentidos escondidos, Godard desarrolló una lucidez espectacular, llegando a una comprensión global inédita y siempre actualizada de los fenómenos de comunicación. Terminó su vida siendo un teórico del uso de la imagen al igual que un eterno explorador de nuevos lenguajes visuales, ya que fue de los primeros en usar la cámara lenta, en hacer una película de la grabación de un disco, experimentar la 3D y usar los lentes de un celular para el séptimo arte, por ejemplo.

¡El admirador de Cocteau habrá sido siempre la perfecta encarnación y representación de un enfant terrible!  

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* Crítico de cine radicado en México y director general  del Festival Latinoamericano de Cine de Biarritz, Francia.

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