Lázaro Cárdenas
Pérez Montfort y su biografía: "Soberbia", no reconocer la transformación de Cárdenas
Esta ya para leerse el tercer tomo de la extensa biografía que el historiador ha dedicado al expresidente: Cárdenas del Río: un mexicano del siglo XX (DEBATE), que en 428 páginas recoge la relación con sus sucesores.Esta ya para leerse el tercer tomo de la extensa biografía que el historiador ha dedicado al expresidente: Cárdenas del Río: un mexicano del siglo XX (DEBATE), que en 428 páginas recoge la relación con sus sucesores. La entrevista aborda varios de los múltiples temas de un personaje tan complejo –acusado de comunista por los conservadores, y de no serlo por los radicales comunistas–, al que hoy, por ignorancia de ese periodo, a decir de su autor, el propio presidente López Obrador no le otorga la dimensión transformadora equivalente a la de un Juárez.
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).–Poco estudiados por la historiografía mexicana, los últimos años del general Lázaro Cárdenas son abordados por el investigador Ricardo Pérez Montfort en el tercer tomo de su extensa biografía, en donde presenta a un personaje “complejo”, que asume abiertamente su pensamiento de izquierda pero, contradictoriamente, en el marco del sistema político mexicano.
Un cuarto de siglo, de 1945 a 1970, abarca la última entrega de Lázaro Cárdenas del Río: un mexicano del siglo XX, publicado por Editorial Random House/DEBATE. Una obra que en 428 páginas recoge la relación de Cárdenas con sus sucesores Manuel Ávila Camacho, Miguel Alemán Valdés, Adolfo Ruiz Cortines, Adolfo López Mateos e incluso Gustavo Díaz Ordaz, su colaboración con algunos de ellos, dando un consejo o atendiendo una consulta, o al frente del proyecto hidráulico de la Cuenca de Tepalcatepec, en Jalisco y Michoacán.
Habla asimismo de los constantes ataques anticomunistas que recibía tanto de la prensa conservadora y proestadunidense, como de los grupos empresariales y sectores de derecha; de su apoyo a movimientos sociales nacionales y extranjeros, como la revolución cubana; de su intermediación por los presos políticos y su disgusto por la represión a los estudiantes en 1968 y por el asesinato del líder agrario Rubén Jaramillo, entre otros temas.
Tras la revisión de los 75 años de vida del general, el doctor en Historia por la UNAM, académico del Centro de Investigaciones y de Estudios Superiores en Antropología Social y Premio Georg Forster de la Fundación Alexander von Humboldt por su trayectoria, reconoce que al final le queda “un profundo respeto por la calidad del hombre”, un personaje que, aun con sus contradicciones, no perdió su dimensión humana, pudo transitar por las calles de la ciudad o los campos de su terruño Michoacán sin temor a injurias o agresiones, no usaba armas ni necesitaba guaruras, algo que no ha podido presumir ningún otro expresidente.
En entrevista telefónica con Proceso, afirma igualmente que durante el régimen cardenista se dio una verdadera transformación, equiparable a la de Benito Juárez, que por desconocimiento de la historia del periodo de los años treinta del siglo XX, Andrés Manuel López Obrador no ha colocado en su justa dimensión.
No hay tal cardenismo
El investigador relata que luego de concluir su gobierno, el general decidió alejarse de la vida política. Había padecido la injerencia del expresidente Plutarco Elías Calles y no deseaba hacer lo mismo, pero realizó varias actividades y cotidianamente viajaba entre la Ciudad de México y Michoacán, y cada vez, en mayor medida, la prensa lo buscaba, le pedía declaraciones, participaciones. Desde 1947 fue llamado por el propio presidente Miguel Alemán para ser vocal ejecutivo de la Comisión de la Cuenca de Tepalcatepec, en la cual estuvo durante un largo periodo.
Se mantenía muy institucional y no encabezaba oposición alguna, incluso le molestaba que se hablara del “cardenismo” como un movimiento; su posición política estaba más ligada a planteamientos antimperialistas, por ejemplo su condena al golpe de Estado contra el gobierno de Jacobo Árbenz en Guatemala:
“Poco a poco Cárdenas empezó a tener más conciencia de su peso histórico. Desde luego, él ha construido una imagen de sí mismo que lo coloca entre la izquierda institucional mexicana y, además, en circunstancias complicadas, como las de la Guerra Fría –en la cual Estados Unidos ve claramente como enemigo al comunismo soviético y al acontecer detrás de la Cortina de Hierro–, lo que pasa en China, en Vietnam.”
Enfatiza que particularmente el conservadurismo mexicano lo acusó constantemente de comunista, de prosoviético, y “para colmo de males” recibe en 1956 el Premio Stalin de la Paz, otorgado por el Comité Internacional por la Paz, que era apoyado por la desaparecida URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas) y cuya sede estaba en Moscú.
Se convirtió en una especie de militante por la paz, no sólo en México, sino en buena parte del mundo; viene luego la revolución cubana, y todo ello le generaba animadversión, era “severamente atacado por la prensa, funcionarios conservadores y en buena medida por la corrupción que caracteriza al sistema priista mexicano”.
El PRI controlaba todo lo relacionado con el modelo del llamado “Milagro mexicano” y no permitía la existencia de una izquierda. Cárdenas de cualquier modo era crítico pero tenía “esa dimensión un tanto ambigua que mucha gente le criticó, pero finalmente yo creo que sí es más o menos consecuente con su enorme responsabilidad como figura propia de la Revolución Mexicana y con el proyecto de desarrollo que se fue abandonando a partir de los años cincuenta”.
Describe Pérez Montfort que en cuanto hacía alguna crítica o manifestaba alguna oposición al sistema político mexicano, la prensa ligada al priismo, a las élites, lo atacaba criticando sus propios proyectos cardenistas, la Reforma Agraria, la reorganización sindical, el apoyo a los republicanos españoles; entonces se generaba una especia de polarización en la sociedad. La prensa estadunidense también lo acusaba de ser cabeza del comunismo internacional en México.
A decir suyo, el fenómeno demuestra la clara tendencia hacia el conservadurismo en la política mexicana, iniciada particularmente en los años cuarenta, la asociación entre los intereses empresariales, los del capitalismo extractivo, la Iglesia católica, la intolerancia que fueron adquiriendo los diferentes gobiernos de Alemán, Ruiz Cortines, López Mateos –que parecía más liberal de lo que terminó siendo (por la represión contra movimientos sociales, como el ferrocarrilero, el de médicos y el de maestros)– y Díaz Ordaz, que ya es “mucho más conservador”, mandatarios que impulsaron un modelo que si bien propició el crecimiento de la economía mexicana, realmente no favoreció el combate a la desigualdad ni la lucha por la justicia social. De ahí la insistencia de Cárdenas en que los postulados básicos de la revolución estaban pendientes.
Se le pregunta al historiador sobre el contrasentido de ser señalado de comunista y cuestionado de no serlo por los comunistas mexicanos. Explica que su relación con la izquierda mexicana partidaria fue complicada, precisamente por su institucionalidad, y figuras radicales como David Alfaro Siqueiros o José Revueltas le criticaban su ambigüedad. Pero recuerda el historiador que la izquierda mexicana siempre ha peleado entre sí, y en esa época peleaban trotskistas contra maoístas, maoístas contra prosoviéticos, contra estalinistas, en fin, era “un dechado de contradicciones”, y por ello al líder obrero Vicente Lombardo Toledano le costó encabezar una izquierda.
La izquierda de los llamados cardenistas seguía militando de manera institucional. Cuenta, sin embargo, que escuchó alguna vez decir a Luis Prieto, quien fue secretario particular del general y muy cercano al final de su vida, que a Cárdenas le molestaba la idea de un movimiento cardenista y no se sentía cabeza de él. En sus Apuntes “lo dice muy claramente”:
“No existe tal cosa como el cardenismo, lo que existen son intereses por defender la autonomía de los países, la democracia, apuntalar la democracia sindical, el reparto agrario, la promoción de un Estado que provea la justicia social, vea por los más pobres y ataque los orígenes de la desigualdad, eso sí existe, pero el cardenismo como tal no”.
En opinión del historiador, independientemente de su afán por no aceptarlo, hubo un elemento aglutinador de las propuestas políticas asociadas al modelo que él trató de implementar en los años treinta en México, distinto al instaurado a partir de 1946 por Alemán, que si bien apela al Estado de bienestar, permite claramente la asociación entre hombres de empresa y administradores públicos, no en vano “la voz popular se refería a ellos como Alí Babá y los Cuarenta Ladrones”.
Voz autorizada
–¿Fue Cárdenas el último presidente a quien sus sucesores llamaban para pedir consultas?
–No, a Alemán le tocó todavía tener como asesor a Manuel Ávila Camacho. Cárdenas no se negó a las consultas que le pedían el propio Alemán, Ruiz Cortines, López Mateos, tampoco a las de Díaz Ordaz. También Emilio Portes Gil, Abelardo L. Rodríguez eran llamados para asesorar a la Presidencia. Pero me atrevería a decir que Cárdenas fue el más longevo de ellos; y más que asesor, fue consultado, los candidatos presidenciales iban y se presentaban con él, le pedían opiniones, los presidentes le pedían audiencia sobre temas como el asunto de Guatemala o el de los presos políticos.
Recuerda que cuando los dirigentes ferrocarrileros Demetrio Vallejo y Valentín Campa fueron apresados, le dijo al presidente López Mateos: No se ve bien internacionalmente que México tenga presos políticos.
Además del trato que le daban los expresidentes, refiere que fue un hombre que podía caminar por las calles, andar a caballo, cruzar vados en alguna panga, e incluso, tras el asesinato de Rubén Jaramillo, “cuando la situación estaba muy tensa”, fue con algunos amigos y acompañantes a hablar con los parientes que le quedaban al líder agrario, cerca de Xochicalco, Morelos, sin guaruras ni soldados. Sólo lo acompañaba Valente, su chofer, quien sí acostumbraba ir armado, pero el general no llevaba armas consigo.
–Usted mencionó en otra ocasión que Cárdenas vio a Jaramillo antes de su asesinato (del cual se conmemoraron 60 años el pasado 23 de mayo).
–Sí, no eran muy cercanos, pero tenían un vínculo porque Cárdenas tenía una casa en Cuernavaca, en Palmira. Ahorita está muy abandonada y destruida, pero fue muy importante en la vida del general e iba con relativa frecuencia para allá. Terminó donando muchos de los terrenos a escuelas, a campesinos de al lado, eso lo asoció con algunos líderes campesinos del momento.
Menciona que Jaramillo formó parte de un intento de reorganización del Ejido Emiliano Zapata, que apuntalaba la producción del ingenio del mismo nombre, en Zacatepec, y se conocían desde entonces. Recuerda que el líder formó una organización que cuestionaba fuertemente la apropiación de terrenos por parte de las élites de Cuernavaca en una región cercana a Chiconcuac, y se acercó al general y hablaron. Luego, a instancias del expresidente, Jaramillo conversó con López Mateos:
“Cárdenas fue un vínculo, pero después vino el asesinato claramente provocado por las propias élites económicas de la región y por el Ejército que tenía una clara asociación con esas élites, y por un gobernador (Norberto López Avelar) particularmente irresponsable. Eso le generó un conflicto mayúsculo a López Mateos, y Cárdenas se sintió especialmente afectado y enojado por ese acto, que sí fue un crimen político.”
Cárdenas fue muy querido, la gente podía hablar con él en la calle y se le acercaba con enorme respeto. El investigador conoció a su esposa doña Amalia, “una mujer verdaderamente sensacional, que se sentaba a las afueras de su casa allá en Los Azufres a ver pasar a la gente, ¡o sea la esposa de un expresidente del tamaño del general Cárdenas! Pero esa dimensión humana no se le acabó, la tuvo a lo largo de toda su vida y particularmente en esa última etapa, fue un hombre accesible para la gente”.
Fin de un modelo
Se le pregunta si esa dimensión humana y esa calidad en la intervención en política, posterior a su propio periodo, ya no se ve cuando emiten opiniones expresidentes como Vicente Fox, Felipe Calderón o Ernesto Zedillo, cuyo proyecto en materia de beneficio social no se equiparó al de Cárdenas:
“Yo veo a Fox, a Calderón, a Zedillo, incluso al propio Salinas y no se diga Peña Nieto, y realmente creo que vivimos una tragedia que ha durado desde los años ochenta, mínimamente –hasta hace dos o tres años–, donde figuras particularmente ineptas, incapaces de entender el desarrollo de este país, desconectadas de la realidad mexicana, tuvieron la soberbia y la arrogancia de querer ser líderes de este país sin tener las calificaciones… todavía Salinas, pero el resto son una vergüenza internacional, son gente que no se puede presentar en la calle.
“Me atrevería a decir que un hombre que fue presidente y puede salir a caminar entre la gente, se acabó con Cárdenas. Espero que no suene a proselitismo de la 4T, pero tal vez López Obrador tiene una parte de esto de acercarse a la gente, de estar presente; no creo que ninguno de sus antecesores, incluido Echeverría, haya logrado algo así.”
–Ahora que menciona la 4T, ¿por qué Cárdenas y el cardenismo no son la “cuarta transformación” y se les ha incluido dentro de la tercera, la Revolución Mexicana?
Ríe antes de responder:
–Ahí aparece un sesgo de la noción que López Obrador tiene de la historia. Él cree saber mucha historia de México, pero creo que le falta conocimiento a fondo, entre otras cosas del periodo cardenista, le falta información importante sobre lo sucedido en los años treinta.
Si se comparan, dice, la época de Francisco I. Madero con los años treinta, se puede ver que con el primero no ocurrió nada grande, “cuando mucho un salto mortal hacia la democracia, pero en general su régimen fue muy conservador y además muy cortito, no fue un dechado de transformaciones… es un momento crucial, no cabe duda, el origen de la Revolución Mexicana, pero no es una transformación. Estoy de acuerdo en que Juárez lo fue, y lo que intentaron hacer Villa y Zapata sí fue un tipo de transformación importante.
“Desde mi punto de vista, lo que se hizo durante el gobierno del general Cárdenas fue una transformación importantísima en el país, y desconocerla o no ponerla en esa misma dimensión de la de Juárez o de la propia Revolución Mexicana es un problema más bien de soberbia y de arrogancia en materia de conocimiento histórico.”
–¿Posiblemente mezquindad hacia el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas?
–Tal vez mezquindad hacia Cuauhtémoc o una interpretación sesgada de sus pretensiones. Yo creo que el ingeniero representó en 1988 una posibilidad importantísima para este país, que no se dio, no se logró, aunque poco a poco se tuvo que ir instrumentando. Es una figura que luchó por la democratización de este país de una manera verdaderamente plausible. También es cierto que él venía de una tradición institucionalista, entonces no podía confrontar al statu quo como eventualmente se intentó hacer a través del PRD y ahora a través de Morena.
Y enfatiza:
“Creo –lo digo y espero no traiga consecuencias terribles– que al presidente López Obrador le haría mucha falta conocer a fondo lo que significó el gobierno de Lázaro Cárdenas en la década de los años treinta y la validez de su figura como representante de una visión de México que López Obrador de alguna manera retoma… pero como no conoce bien el régimen de ese periodo, no se da muy claramente cuenta de lo importante que es el cardenismo en su propia plataforma.”
Cárdenas murió el 19 de octubre de 1970. Durante la tarde noche de aquel día –relata Pérez Montfort en el libro– arribaron a su casa diversos políticos, desde Miguel Alemán hasta Díaz Ordaz y el recién ungido candidato presidencial Luis Echeverría. Luego fue llevado a la Cámara de Diputados, donde lo veló la clase política y después se abrieron las puertas al público. Y cita parte de la crónica de un reportero de la revista El Tiempo:
“Nadie podía asombrarse de las lágrimas que resbalaban por las mejillas de hombres y mujeres, jóvenes y viejos que hicieron guardia ante los restos mortales… Al lado de personas vestidas de finas ropas estaban indígenas michoacanos de manta y huarache con sus esposas enrebozadas (...) Más de 10 mil personas desfilaron ante el ataúd hasta ya entrada la madrugada.”
No fueron todos los que lo hubieran deseado: Desde su prisión en Lecumberri, el ingeniero Heberto Castillo escribió un texto publicado en Siempre!, citado también en el volumen:
“Quienes no hicimos guardia ante los restos mortales del amigo entrañable, juramos solemnemente defender sus principios revolucionarios (…) Sabemos que él no morirá mientras viva uno de nosotros, de los que luchamos por un México digno, independiente y soberano”.