Estados Unidos

Después de Uvalde, 20 tiroteos más

Tras el tiroteo en Uvalde, Texas, en menos de 10 días se han reportado 20 agresiones armadas en territorio estadunidense. Ante ese escenario, la posición de la Casa Blanca de endurecer la venta de rifles de asalto choca, de nuevo, con los fabricantes y defensores de la posesión de armamento.
sábado, 11 de junio de 2022 · 14:56

Cada que ocurre un tiroteo en Estados Unidos se reaviva el debate sobre la posesión de armas en ese país. Sin embargo, no ha ocurrido nada para frenar este tipo de terrorismo doméstico. Tras los hechos de Uvalde, Texas, con saldo de 19 niños asesinados y dos maestras muertas, en menos de 10 días se han reportado 20 agresiones armadas en territorio estadunidense. Ante ese escenario, la posición de la Casa Blanca de endurecer la venta de rifles de asalto choca, de nuevo, con los fabricantes y defensores de la posesión de armamento.

HOUSTON, Texas (Proceso).— Jo Esmeralda Ledezma, de 18 años, llegó al mediodía del 27 de mayo frente al Centro de Convenciones George R. Brown, en Houston, para protestar por primera vez en su vida en una manifestación multitudinaria. Se paró sola bajo la sombra de un árbol, sin una pancarta, vestida con una ligera blusa de tirantes amarillos y un short de mezclilla en un día sofocante de más de 37 grados.

“Es ridículo lo que está pasando en este país, las escuelas deberían de ser el lugar donde los niños estén más seguros y protegidos”, dijo Ledezma, con gesto serio, a Proceso, apenas si se podía escuchar su voz en medio de los gritos de una multitud enojada y triste por la reciente masacre de 19 niños y dos maestras en la Robb Elementary de Uvalde, una localidad de 16 mil habitantes en el sur de Texas, a menos de dos horas desde Piedras Negras, Coahuila.

En Uvalde el agresor pudo comprar fácilmente un arma AR-15 justo después de cumplir 18 años; además almacenó mil 657 cartuchos, disparó contra su abuela y se atrincheró en una escuela primaria.

Una nación acostumbrada a las armas quedó enlutada, esta vez eran niños, nuevamente ocurría algo similar a la masacre de Sandy Hook, de 2012. Eran pequeños con grandes sueños a largo plazo y unas vacaciones de verano por comenzar en dos días.

Abuelas con sombreros, agrupaciones de mujeres, jóvenes, niñas y niños con pancartas tan grandes como sus cuerpos se movilizaron hacia el centro de Houston para plantarle cara a los integrantes de la Asociación Nacional del Rifle (NRA) y a los políticos que se reunieron por tres días para mostrar, comprar y defender las armas.

Maestras cargando carriolas con bebés, activistas del Black Lives Matter y posibles votantes en la elección de noviembre para gobernador de Texas se concentraron para exigir una mayor regulación en la venta y portación de armas.

“Greg Abbott, shame on you! Ted Cruz, shame on you!”, corearon una y otra vez los manifestantes sobre la avenida de las Américas que ese viernes se convirtió en una metáfora del país.

De un lado de la calle estaban los inconformes, los que quieren que cambien las leyes que hacen posible que un chico de 18 años compre un potente rifle, pero no una cerveza; del otro, una pequeña parte de los 5 millones de miembros que dice tener la NRA, la mayoría hombres rubios desafiantes que cruzaban hacia el estacionamiento entre groserías y abucheos.

Quienes protestaron estaban molestos también por la inacción de la policía de Uvalde. Mientras las víctimas eran heridas y ejecutadas, los policías se quedaron 78 minutos inmóviles, fuera del aula donde una niña llamó cinco veces al 911 pidiendo auxilio. Un médico le dijo a un reportero de televisión en días posteriores que el efecto de una AR-15 era como si les estallara una bomba en el cuerpo. Las mamás y papás de los niños tuvieron que someterse a pruebas de ADN para poder identificar a sus hijos.

Nada de eso fue suficiente para que la NRA cancelara su reunión anual, al contrario.

El expresidente Donald Trump, vestido con un traje azul y una corbata roja, fue el invitado central de los defensores de las armas en la reunión custodiada por el Servicio Secreto estadunidense. El republicano dijo a sus seguidores lo que esperaban escuchar, cosas como que los maestros tenían que armarse para defender a sus estudiantes. Greg Abbott canceló su discurso en vivo, pero envió un video. En unos meses será la votación en la que espera reelegirse.

En la esquina de la avenida de las Américas, frente a la policía montada resguardando el centro de convenciones, los amigos de Ledezma se abrieron paso entre la masa de gente, uno cargaba una cartulina naranja en la que había escrito “Uvalde”, con un corazón rojo dibujado al lado. Casi todos eran hispanos como ella, hispanos como la mayoría de las víctimas en la escuela Robb.

“Estoy aquí porque no vamos a dejar que esto vuelva a pasar”, dijo la chica antes de moverse hacia otro lugar de la -protesta.

Volvió a ocurrir

Después de Uvalde se han contabilizado 20 tiroteos masivos, según los registros de Gun Violence Archive, una agrupación que alimenta un archivo en línea de incidentes de violencia con armas de fuego recogidos diariamente de más de 7 mil 500 fuentes policiales, mediáticas, gubernamentales y comerciales, casi en tiempo real.

Sus datos indican que 18 personas han sido asesinadas y 88 han sido heridas en tiroteos masivos en menos de 10 días. 

Un tiroteo masivo es considerado cuando hay cuatro víctimas o más, heridas o fallecidas, de acuerdo con esta organización y académicos de otras agrupaciones.

El miércoles 1 de junio se registró una agresión masiva en un hospital de Tulsa, Oklahoma, cuando un hombre mató al doctor que lo había operado días atrás, a otra médica, a una recepcionista y a otro paciente. La más reciente ocurrió el jueves 2, esta vez en el cementerio Graceland, en Wisconsin, durante el sepelio de Da’Shontay Lucas King Sr; hubo cinco heridos.

¿Qué sigue después de Uvalde?, era la pregunta. El presidente Joe Biden, después de las matanzas en Búfalo, Uvalde y Tulsa, dirigió un mensaje a la nación el jueves 2. “Los derechos no son ilimitados”, dijo. Y agregó que respeta la Segunda Enmienda de la Constitución, pero exige prohibir las armas de asalto.

“Esos objetos matan más niños en Estados Unidos que el cáncer”, señaló. Si no es posible prohibir la venta de rifles de asalto, se debe aumentar la edad para comprar uno, fortalecer los procesos de verificación y eliminar la inmunidad contra los fabricantes, añadió.

No está claro qué acciones se tomarán para llegar a más regulaciones, los políticos también parecen estar separados por una imaginaria avenida de las Américas. “No basta con condolencias y oraciones, necesitamos una reforma”, decía una de las pancartas en la concentración antiarmas.

Cada que ocurre una nueva masacre se reaviva el debate sobre el control de armas en un país que tiene más armas que personas: 393 millones de armas en circulación contra 372 millones de habitantes, refieren datos de Small Arms Survey. Armas en el mercado legal e ilegal, como el que salpica también a México.

Los estadunidenses representan 4.4% de la población mundial, pero poseen casi 42% de todas las armas del mundo, -calcula el profesor de la Universidad de Alabama, Adam Lankford; la mayoría de los propietarios dicen que es para proteger su casa, otros dicen que para caza y deporte. Sea por la razón que sea, las armas están disponibles en cualquier lugar y es fácil comprarlas, como una hamburguesa.

Agresores y víctimas

Los homicidios por arma de fuego en Estados Unidos alcanzaron la cifra más alta jamás registrada en 2020, justo durante la pandemia, cuando también se dispararon los problemas de salud mental.

Los homicidios relacionados con armas de fuego aumentaron 35% en ese tiempo. Y son los jóvenes los que más usan las armas, como el tirador Salvador Ramos, y también los que más mueren a causa de éstas, como los 19 pequeños estudiantes de Uvalde.

El promedio mínimo de los agresores en tiroteos masivos son chicos entre los 18 y los 21 años, de acuerdo con un estudio codirigido por el académico Daniel Webster, de la Universidad Johns Hopkins.

En la escuela Sandy Hook, donde fueron asesinados 20 niños y seis adultos en 2012, el atacante tenía 20 años. En la escuela de Columbine, donde murieron 12 estudiantes y un profesor, el tirador tenía 18. En la masacre de Búfalo de mayo último, con un saldo de 10 muertos y tres heridos, el tirador tenía 18 años. En la masacre de latinos en El Paso el pistolero tenía 21 años.

“¿Para qué necesita un joven de 18 un AR-15 si no es para una masacre?”, dijo Ailín Darín, 23 años, durante la manifestación.

“Esos niños (de Uvalde) sólo tenían 10 años y sólo querían disfrutar el verano. ¿Cuántas vidas más se necesitan para hacer algo?”

Una de las discusiones centrales en Estados Unidos es la revisión de antecedentes antes de vender un arma y aumentar la edad mínima para la compra de un arma de fuego.

Cada estado tiene su propia legislación, y Texas tiene una de las más permisivas. El año pasado el gobernador Greg Abbott impulsó y firmó una ley que permite que una persona de 21 años o más tenga un arma sin necesidad de una licencia estatal y la pueda portar de manera oculta en el automóvil. Eso ha generado miedo y desconfianza entre la población porque es posible que la respuesta a cualquier inconformidad sea un disparo.

“En Texas cada vez es más fácil comprar armas, y armas extremadamente potentes, nadie necesita una AR-15”, dijo a este semanario América García, coordinadora de candidatos del partido demócrata del condado de Harris, al que pertenece Houston.

Las leyes federales y estatales permiten que jóvenes de 18 a 21 años compren sus propias armas de fuego, incluidas las que están diseñadas realmente para la guerra, lamentó Webster en una entrevista publicada por la Universidad Johns Hopkins.

“Nuestras leyes son anticuadas, están orientadas a la idea de que, cuando éramos una sociedad más agraria, la posesión de armas de fuego consistía en llegar a cierta edad y conseguir un rifle para ir de caza con tu padre o tu tío o lo que fuera. Ahora las armas están diseñadas de forma diferente”, dijo el investigador.

“Principalmente la industria ha creado una demanda de lo que parecen ser estas cosas realmente geniales: ‘Vaya, tienes un gran poder si tienes una de estas armas’. Cuando pensamos en los tiroteos en las escuelas, lo que hemos aprendido es que la mayoría de las veces los tiradores son estudiantes de esas escuelas y, por lo general, están recibiendo armas de fuego de sus propios hogares que se dejaron sin seguridad.

“Ese es un problema solucionable. Los propietarios de armas pueden simplemente empezar a guardarlas bajo llave, y menos de estos eventos ocurrirán. Algunos estados exigen que, por ley, se conserven las armas bajo llave si hay usuarios menores de edad en la casa, y muchos establecen esa línea en los 18 años.”

Leyes de bandera roja

Kim Milburn, una médica que acudió a la protesta frente a la convención de la NRA en Houston, dijo que la gente debería de saber lo difícil que es atender a pacientes cuando llegan con lesiones por armas de fuego, sobre todo si son niños y jóvenes.

“Y tienen que tratar de recuperarse de esas heridas por el resto de su vida”, dijo a Proceso. “Algo que no sólo afecta a los niños que fueron agredidos físicamente, también a los otros que fueron dañados mentalmente. Tienen que hacer algo. La comunidad está muy traumatizada.”

Milburn iba vestida con un uniforme azul de médica en servicio, tomó tiempo de su agenda para ir a apoyar en favor de la regulación de las armas.

Un día después de la tragedia en Uvalde, Daniel Guzmán, doctor del hospital Cook Children’s, en Fort Worth, Texas, dijo en una conferencia sobre la salud mental en niños y jóvenes, y sobre el almacenamiento seguro de las armas en el hogar: “Jóvenes y armas es una mala combinación. No me voy a meter en temas políticos, sólo pido que, si tienen armas en casa, por favor, las guarden bajo llave”.

¿Qué sigue después de Uvalde?, sigue siendo la pregunta.

Un grupo bipartidista de senadores se reunió esta semana para hablar de la respuesta a los tiroteos masivos: una de las propuestas con más posible consenso tiene que ver con las llamadas leyes de bandera roja, 19 estados del país ya las tienen y consisten en retirar las armas a personas consideradas como peligrosas, por ejemplo, en casos de violencia doméstica.

En 2020, el mismo equipo del académico Webster analizó datos de 50 estados desde mediados de los ochenta hasta 2018 y examinó el impacto de las políticas públicas con las armas de fuego.

Encontró que hay dos políticas que parecen tener un fuerte efecto protector: una de ellas es la exigencia de licencias a los compradores de armas de fuego y la otra son las restricciones o prohibiciones de los cargadores de gran capacidad.

Los cargadores de gran capacidad permiten que un tirador pueda disparar más número de balas en menos tiempo. Y, de acuerdo con Webster y los estados que ya tienen estas leyes, tener menos capacidad de carga hace posible que las víctimas puedan protegerse o correr frente a un tirador.

“¿Cambiará algo después de Uvalde?”, pregunto a Mageida Sopon, una joven de ascendencia guatemalteca que fue a la manifestación acompañando a Mom Demand Action, una organización de mujeres que surgió días después de la masacre de Sandy Hook en Connecticut, hace ya nueve años.

Pone su esperanza en el poder del voto. “Un punto importante es que lo que pasó en Uvalde afectó a los latinos, la mayoría de los niños y las maestras eran latinas. Es importante que la comunidad entienda que nosotros nos podemos armar con el voto”, dijo. 

Reportaje publicado el 5 de junio en la edición 2379 de la revista Proceso, cuya edición digital puede adquirir en este enlace.

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