Enrique Metinides

Testimonios de Metinides (1934-2022)

Fallecido el 10 de mayo, el fotógrafo de la nota roja concedió esta entrevista el 19 de junio de 2019 en una plaza de San Pedro de los Pinos en la CDMX. La conversación, inédita, en la cual relata sus orígenes en el oficio que convirtió en una estética, se presenta sin preguntas.
domingo, 22 de mayo de 2022 · 12:40

Fallecido el 10 de mayo, el fotógrafo de la nota roja concedió esta entrevista el 19 de junio de 2019 en una plaza de San Pedro de los Pinos en la CDMX. La conversación, inédita, en la cual relata sus orígenes

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).– Yo empecé a tomar fotos con una camarita que me regaló mi papá. Fotografiaba choques desde que iba a la primaria, y en un accidente casualmente llegó un fotógrafo de La Prensa, Antonio Velázquez, apodado El Indio, y me dijo: “¿Por qué estás tomando fotos del choque?”. “Las colecciono”, le dije. Y me respondió: “Tráete las fotos y venme a ver, estoy en La Prensa, en la calle de Humboldt”.

Al otro día fui y me dice: “Oye, te quedan bien. ¿No quieres ir conmigo para que veas cómo se trabaja este tipo de fotos?”. Le dije que sí. “Vente mañana antes de las 10 de la mañana y aquí te espero”.

Llegué puntual y nos fuimos a Lecumberri, al hospital Juárez

–que era donde hacían las autopsias–, después a la procuraduría y terminamos en la Cruz Roja. Ese era el recorrido que él hacía.

Poco a poco fui tendiendo amistad con los socorristas de la Cruz Roja, al grado de que me dejaban subir a las ambulancias, y también a los carros de bomberos. Ahí aprovechaba para sacar las fotos que poco a poco me empezaron a publicar con mayor frecuencia en las páginas de La Prensa.

Como iba mucho a la Cruz Roja, nos mandó llamar el director del periódico con el fotógrafo, y me dice: “Oye, en vez de que vayas con Antonio Velázquez, te quedas en la Cruz Roja y de ahí ya te vas a la escuela. Te vamos a dar una carta para que puedas entrar”.

La carta, que conservo, dice: “El joven Enrique Metinides es miembro del periódico La Prensa, favor de atenderlo como corresponsal”.

A partir de ese momento yo era el único fotógrafo de planta que había en toda la República. Con el paso de los años los periódicos empezaron a mandar un fotógrafo porque yo siempre les ganaba la nota.

Estamos hablando de los años cincuenta, cuando la Cruz Roja se encontraba en un hospital de la colonia Roma, en la calle de Monterrey. Porque a finales de 1968 se acabó de construir la nueva sede en Polanco, ahí conseguí que nos dieran una oficina donde nos proporcionaron una mesa, sillas y algunos casilleros. Ese lugar, con el tiempo, se convertiría en nuestra oficina de prensa de los fotorreporteros.

Respecto a las claves, recuerdo que un día, durante un accidente, hubo un atropellado y también se encontraba la mamá del joven que estaba tendido; el socorrista le dijo al chofer que el hijo de la señora estaba muerto. Del impacto de la noticia, la mujer se nos desmayó y la tuvimos que trasladar a la Cruz Roja.

Después de ese incidente me puse a pensar: “Bueno, para qué le dijo que ya estaba muerto el muchacho”, y se me vino a la mente el empleo de claves como las que había escuchado una ocasión entre los agentes de la Policía Federal de Caminos, que se hablaban solamente con números.

Esa misma noche empecé a asignar los números para las claves que utilizarían los socorristas. Primero hice del 1 al 12, luego del 12 al 20, después del 20 al 34, y luego le subí, pero ya le puse letras. Al paso de su implementación los mismos choferes me reclamaban,­ porque a veces comunicaban un 5 y resultaba que ese 5 sólo se había cortado el dedo, por lo que empecé a poner letras junto a los números: 5A, apuñalado; 5B, balaceado; 5C, una caída; 5F, fracturado; 5Q, quemado, etcétera.

Todos me aplaudieron y entonces lo subí hasta 75 y ahí se quedó. Las claves tuvieron gran éxito, al grado que fueron empleadas en el resto de la República y posteriormente pasaron a otros servicios de emergencia.

Pero, sabes, lo que es más genial, y que poca gente sabe: Yo puse la clave 3, que significa emergencia grande, y esa clave fue retomada por el Ejército para referirse a una emergencia mayor; con el tiempo se conocería como Plan DN3.

Con respecto a la manera de hacer mis fotos, yo inventé hacerlas desde el piso. Lo hice porque cuando las páginas del diario cambiaron a color, el director me mandó llamar y me dijo: “Mira, Enrique, como tú eres el encargado de la nota policiaca, no queremos una sola foto donde se vea una gota de sangre. A ver cómo le haces. Ya te conocemos y sabemos que lo harás bien”.

Eso fue en 1974, lo recuerdo bien. Un día hubo un muerto en un caso importante. En esa ocasión me tiré al suelo y me fregué hasta la ropa, porque siempre andaba de traje y corbata. Puse mi cámara en el piso y disparé. Te juro que no se llegó a ver una gota de sangre, pero en la foto apareció el cuerpo del fallecido y de fondo los pies de los agentes que estaban averiguando el caso. Me quedó como si fuera una foto de estudio, por eso empecé a tomar fotos así.

Sin embargo, si había un choque u otro accidente, lo que yo hacía era buscar un lugar en lo alto. Así que me subía en las azoteas de las casas, en postes, en escaleras, en lo que pudiera. Lo que yo buscaba era tomar una foto donde se vieran todos los elementos del evento, para llevar al público al lugar del accidente, para que cuando esa imagen se publicara vieran lo que yo vi, haz de cuenta como si los lectores se encontraran ahí.

A los mirones de los accidentes también los retrataba, porque un día de niño vi una película donde en una escena salía un edificio incendiándose y había mucha gente que observaba lo que se quemaba. Cuando ya tomaba fotos recordé ese episodio y dije: “¡Ay!, los que están viendo también son importantes”. Recuerdo que las personas también me veían, y cuando tomaba las fotos y veían la cámara apuntando hacia ellos hasta posaban y corrían al accidente para salir en la foto.

Imagínate, en aquellos años los carros chocados se quedaban por días en el lugar y la gente se subían en ellos. La policía no les decía nada porque sólo ponían a un agente policiaco a cuidar los carros. Ahora los recoge la grúa luego-luego. Si había un muerto o un herido, se lo llevaban, pero el coche no lo recogían, lo dejaban ahí varios días para que los peritos dijeran quién tuvo la culpa. Entonces cuando yo tenía que regresar a tomar las fotos me encontraba al policía cuidando el carro, y cuando veía la cámara, posaba. Tengo muchas fotos de policía parados junto a accidentes porque pensaban que iban a salir en el periódico.

La guardia que hacían en Polanco terminó después de que les quitaron la ambulancia y coincidió con la entrada de Olegario Vázquez Raña como presidente honorario de la Cruz Roja. Me hablaron los muchachos diciéndome que les habían retirados los vehículos­ y que ya no podían subirse a las ambulancias. Les recomendé que buscaran apoyo en el ERUM, pero no tuvieron mucho éxito y dejaron de ir.

Yo creo que fueron las autoridades gubernamentales las que tuvieron algo que ver. Me dio la impresión de que ya no los dejaron subir para que la gente no se enterara sobre lo que pasa realmente, porque ahorita puede haber 70 muertos aquí en la ciudad y entonces las autoridades dicen que sólo hubo un herido y lo tienes que publicar así.

Antes todas las instituciones de seguridad eran amigas de la prensa. Sin embargo, ahorita el enemigo número uno de los periodistas es el gobierno, ahora la policía te ataca.

Antes nadie se metía con el fotógrafo; al contrario, uno se metía donde había ocurrido un crimen, un incendio, y los bomberos nos dejaban pasar, hasta nos decían “yo te llevo en la patrulla”. Yo me subía hasta en las motos de la policía con sirena. Pero ese era otro mundo.

Ves el periódico y no ocurre nada. Ya no compro el periódico, mejor pongo el cintillo en la TV y te enteras: ocho muertos en Veracruz, siete muertos en Guerrero. Compras el periódico y no viene la nota, entonces ya está horrible. Yo ahorita, si volviera a empezar, no me gustaría trabajar en un periódico.

Estoy arrepentido, primero porque tuve 19 accidentes de muerte; segundo, porque me corrieron sin darme una buena liquidación, y luego cuando fui al Seguro Social para la jubilación me salen con que tenía 4 mil pesos. Conozco gente que la jubilaron con 28 mil pesos y ganaban menos que yo. Y yo que trabajé más tiempo, con 4 mil pesos. Así es el periodismo en México. Y además, el menos importante en el periódico es el fotógrafo. Para ellos el fotógrafo es el que menos importa. 

(*) Fotógrafo de Proceso

Reportaje publicado el 15 de mayo en la edición 2376 de la revista Proceso cuya edición digital puede adquirir en este enlace.

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