Crimen Organizado

En la fuga de Los Michoacanos, la complicidad policial

En la fuga de la cárcel de Tula de los hermanos Maldonado Mejía se conjuntaron las deficiencias en el sistema de seguridad penitenciaria y la posible corrupción policial con un poderoso despliegue de recursos y personas que, paso a paso, cumplieron su propósito en el peliculesco escape.
viernes, 8 de abril de 2022 · 17:53

Los hermanos Maldonado Mejía, jefes del cártel de Pueblos Unidos o Los Michoacanos –dedicados al “huachicoleo” en Hidalgo–, se fugaron de manera espectacular de la cárcel de Tula –lo que incluyó el reclutamiento de decenas de “operadores” y sicarios y el uso de autos-bomba y armas de alto poder– gracias a la deficiente seguridad del penal y a la presunta corrupción de las policías estatal y municipales, que ya son objeto de una investigación, según se desprende de testimonios y documentos a los que Proceso tuvo acceso.

Tula, Hgo. (Proceso).- En la fuga de la cárcel de Tula de los hermanos Maldonado Mejía, jefes del cártel de Los Michoacanos o Pueblos Unidos, se conjuntaron las deficiencias en el sistema de seguridad penitenciaria y la posible corrupción policial con un poderoso despliegue de recursos y personas que, paso a paso, cumplieron su propósito en el peliculesco escape.

Los capos, junto con siete reos –tres recapturados–, se fugaron la madrugada del 1 de diciembre pasado en un operativo que mostró la incapacidad de las corporaciones policiacas municipales y estatal para frenar a un grupo que sentó sus reales en esta ciudad. De acuerdo con una fuente directa del caso, ahora ambas corporaciones son investigadas por probable colusión con este grupo del crimen organizado.

Según el testimonio de un operador confeso, para el escape de José Artemio Maldonado, El Rabias o El Michoacano, y su hermano Mariano, El Gordo o M1, hubo al menos una entrega directa de dinero a elementos de seguridad, más los privilegios con los que contaban los capos dentro del penal.

Una de estas evidencias son los teléfonos –prohibidos– que tenía El M1 en la cárcel de Tula, a través de los cuales se fraguó la fuga; se ordenaron desde ahí pagos para los reclutas, compras de vehículos y armamento.

Con entrevistas directas a presuntos implicados, familiares y abogados –cuyas identidades se reservan–, partes e informes de seguridad generados aquel día, los días previos y los posteriores a la evasión de presos, radiografías de inteligencia federal sobre la operación de este cártel y sus posibles relaciones político-criminales, así como declaraciones, peritajes e intervenciones telefónicas en las que los capos dejaron rastro de cómo planearon la fuga –y que forman parte de la carpeta de investigación 16-2021-03398, a la que se tuvo acceso– se muestran los vacíos de seguridad, las omisiones en las que incurrieron posibles responsables y la presunta corrupción que permitió al Michoacano y al M1 salir de Hidalgo, donde su cártel, aliado con otros, mantiene control de los ductos de Pemex, en un combate frontal con organizaciones rivales.

Huellas de corrupción

En la fuga de los hermanos Maldonado se detonaron autos-bomba para bloquear a los cuerpos de seguridad, a los que también obstruyeron con ponchallantas, con el fin de liberar la ruta hacia la cárcel de Tula. Al frente del comando iba una camioneta distribuidora de gas con una placa metálica soldada, que usaron como tanqueta para derribar el portón. Atrás, un convoy de sicarios. En las salidas del municipio, más sicarios, mientras la ciudad era observada por halcones que informaron por radio y celulares las vías de fuga.

VC es un chofer de transporte público de Chimalhuacán. Fue reclutado para la fuga del Rabias y el M1. Declaró haber manejado una camioneta de tres y media toneladas… y dejó indicios de la posible protección policial a Pueblos Unidos.

Contó que antes de que el comando se dirigiera al penal, en una carretera en Tula, más o menos a las dos de la mañana, “llegó una patrulla de la Policía Estatal y habló con El Chino (presunto operador del cártel y a cargo de la fuga) como si ya se conocieran. No alcancé a escuchar, pero vi que El Chino sacó de su bolsa delantera derecha dinero y se lo dio al estatal, y eso lo sé porque alcancé a ver un fajo de billetes de 500 pesos”.

VC añadió que El Chino le dijo que cuando escuchara detonaciones debía tirar sobre la carretera los ponchallantas y dirigirse al Centro de Readaptación Social (Cereso). Se fue con El Chamaco, que traía una motoneta.

Dijo que cuando tumbaron los zaguanes, quebraron los candados con fierros y liberaron a los hermanos Maldonado, pero que en el momento en que él y otros reclutas se quisieron subir a una camioneta, les cerraron la puerta. Al ver que los dejaron, se echaron a correr para el cerro, hasta que amaneció y se encontró con otro presunto implicado, El Brandon; luego los detuvieron.

Éste no es el único referente sobre supuestos sobornos o la protección con la que contaban los miembros de Pueblos Unidos.

Inicialmente, José Artemio, en ese momento libre, diseñó un plan para liberar a sus hermanos Mariano, El M1, y José Antonio, El Pilo, presos en el penal de Tula. La policía lo capturó antes de que pudiera llevarlo a cabo, pero ese mismo plan –que incluía un croquis del penal, acopio de armas de alto poder y reclutamiento de sicarios– lo utilizó para realizar su propia fuga (Proceso 2362).

José Artemio y Mariano Maldonado. Evasión "peliculesca"

En una de las conversaciones intervenidas entre José Artemio y Mariano sobre el armado de la tanqueta hechiza con la que derribarían la entrada del penal y sobre pagos a sicarios, se revelan los privilegios que tenía El M1:

“Fíjate que el sábado –le contaba Mariano a su hermano– aquí va a llegar un guardia. Bueno, ese sábado y domingo. Ora que se hizo el refuego aquí, la revisión y todo bien machín, él vino y ves que te dije que se van a llevar los teléfonos, y él los guardó, güey, y a él lo revisaron y lo encueraron también, pero nada, no los encontraron donde estaban guardados. Entonces, como yo les dije que iba a ser mi cumpleaños, yo les puedo decir: ‘no, pues denme chance que el domingo, como el domingo no me traen comida, denme chance, este, de mandar a traer comida de fuera y que el domingo haga yo pues mi comida aquí con mi familia’. Voy a mandar a hablar a la directora a ver qué me dice.”

Las conversaciones intervenidas, a su vez, dan cuenta que originalmente la fuga estaba planeada para el 28 o 29 de noviembre, pero El Michoacano fue detenido el día 26, en Texcoco, por probable homicidio. A partir de entonces, él se convirtió en el objetivo de su propio plan de escape.

Además de armas de alto poder y vehículos, para el operativo de Los Michoacanos fluyó dinero a raudales: los comprobantes de los depósitos para reclutar sicarios y operadores, cuyas fotografías intercambiaron los hermanos por WhatsApp, van de mil 900 a 50 mil pesos… y los reclutados fueron decenas.

Aún más: en un DVD asegurado está la imagen de una maleta con paquetes de billetes amarrados con ligas. No eran fajos en pesos, sino de dólares.

Armas en carrozas

En el brazo derecho tiene un azteca tatuado; en el antebrazo, una Muerte; en el pecho, un Cristo… son parte de un cúmulo de trazos en el cuerpo de un hombre que reconoció participar en la fuga, ahora detenido.

Él dijo que El Mono, a quien conocía porque fumaba mariguana con él en la base de camiones de la ruta 102, en el Estado de México, le preguntó si quería entrarle a un trabajo: se trataba de manejar una camioneta de tres y media toneladas y cerrar unas calles, porque iba a pasar una caravana fúnebre y enterrarían a una persona. Le ofreció 20 mil pesos. Aceptó.

Asegura que en ese momento no sabía que se trataba del rescate de presos, aunque después, cuando se lo explicaron, no se opuso. Él, como varios detenidos, sugiere que lo hizo bajo amenaza.

“De Tepotzotlán para acá me dieron la camioneta de tres y media toneladas; venía arreglada como para un funeral, incluso venían dos carrozas fúnebres, una blanca y una negra con rojo, con logotipos de funeraria.”

Las carrozas, según las investigaciones, fueron utilizadas para trasladar a sicarios y operadores de la fuga, así como armamento.

A los reclutas que venían del Estado de México los trajeron en una camioneta de la ruta 102. Avanzaba la combi y levantaban personas en paradas, como si fueran pasaje, pero eran sicarios, halcones, encargados de volar los autos y de cerrar las carreteras.

Los detenidos aseguran tener un bajo perfil: oficios como campesinos, choferes o jornaleros; que aceptaron “una chamba” sin conocer todos los detalles y que, ya cuando estaban involucrados, supuestamente no pudieron recular.

Las conversaciones entre los hermanos Maldonado cuentan otra historia, la de sujetos “entrones”, que conocían de manejo de armas. De uno en particular hablaban, porque, decía quien lo reclutó, sabía usar el “lanzapapas”. La gente de aquí (de Tula) luego “no jala”, comentaron en un momento los capos; por eso trajeron de Michoacán y del Estado de México, para que no les fallaran.

El Girafa, otro personaje que también dijo ser chofer en las rutas de Chimalhuacán, declaró que para simular el cortejo fúnebre (que en realidad trasladaba armamento) unos chavos en un Jeep llevaron cuatro coronas de flores que en los listones no traían nombres, sólo decían: “descanse en paz”.

A unos vehículos les pusieron “FUNERALES”, con letras cromadas que entre todos les pegaron. A él le dijeron que esperara afuera del penal, en la avenida, a bordo de una Cherokee negra.

El Chino “se encargó de ponerle la pólvora a los carritos; estos vehículos salieron como una hora antes que nosotros, y los iban manejando un chavo por carro”. Los del comando rumbo al penal llevaban uniformes “de los que parecen como soldados, y las armas eran R15 y cuernos de chivo, y lanzapapas (lanzagranadas)”.

Reconoce que ahí les dijeron que rescatarían a alguien apodado El Rabias.

El Girafa llevaba el “lanzapapas” y tenía órdenes claras: “En caso de que contestaran los disparos los de la torre, se las iba a lanzar”.

Pero cuando liberaron a los Maldonado, El Chino, con la camioneta de tres y media toneladas, y los sicarios y operadores que se subieron a la Cherokee, jalaron rumbo a un Oxxo, y ahí se le apagó la camioneta al Chino. Como iban muy pegados y manejando rápido, El Girafa estampó la Cherokee detrás de él.

“A partir de que las camionetas chocaron, todos nos tuvimos que bajar y nos fuimos corriendo. Varios se quitaron el uniforme en el cerro y luego empezaron a caminar. El Chino dijo que lo siguiéramos, pero hubo quienes se perdieron, y luego a algunos los alcanzó la policía”, declaró El Girafa.

Estas personas son parte de las ocho detenidas en Hidalgo por su presunta complicidad y operación en la fuga. Ellas se suman a los nueve custodios también vinculados a proceso; todos en prisión preventiva.

A los custodios detenidos, el Ministerio Público los acusa de no actuar conforme al protocolo y, con ello, facilitar la huida. En las audiencias en las que fueron vinculados a proceso ellos alegaron que no tenían la capacidad para repeler al comando; que eran superados en número y en capacidad de fuego.

Un policía, cuya identidad se reserva, narró que a las 4:30 de la mañana estaba en su descanso, cuando escuchó un fuerte ruido, se levantó y fue a la base.

“¡Son Los Michoacanos!”, oyó a un compañero decir. Regresó a colocarse su fornitura y sus botas. Escuchó más detonaciones. Se acercó a la puerta que va del pasillo o filtro B, para poner candado. Se dirigió a la puerta principal para ver si sus compañeros estaban bien y si traían armas. No hubo mucho tiempo. En 10 minutos el comando liberó al Michoacano y al M1, desde el derribo de la puerta principal hasta la huida del convoy.

Auto-bomba.Huellas de la fuga. Foto: AP / Ginnette Riquelme

Una familiar de uno de los custodios detenidos, cuyo nombre se protege porque fue amenazada, cuenta a Proceso que el personal penitenciario no tenía armas funcionales para repeler el ataque, ni capacidad de fuego. Había autogobierno: El Pilo portaba joyas, recibía paquetes de ropa y se movía libre; El M1 pagaba por privilegios, como la comida y los teléfonos.

En una foto que El Pilo envió a un celular que usaba El Michoacano se muestra con joyas que están prohibidas en el centro penitenciario: un collar, una esclava y un reloj plateados y dice que anda “patrullando el penal”. Se movía libre, aunque él no está entre los reos fugados. Sus hermanos dijeron que estaba en una zona distinta a la Z-0, en la que se llevó a cabo la operación; las autoridades infieren que no alcanzó a llegar, aunque, como le dijo El Rabias, él estaba considerado en “el paquete” para la evasión, porque le aseguró por mensajes: “Se van a ir en combo, eh”, “te quiero al vergazo”.

La fuente consultada fue amenazada por personal que participa en la investigación. No sólo le advirtieron de la sentencia de culpabilidad que podían hacer valer sobre su familiar –cuando esto corresponde a un juez– sino que podrían implicarla como operadora de la fuga.

¿Saben a qué vienen?

“Miren, gente, ¿saben a qué vienen?”. Unos contestaron que sí y otros que no; sólo los de Michoacán ya sabían a que venían, y dijo: “La neta aquí va a valer verga todo. Para que sepan: vamos a ir a sacar a unos güeyes del penal”.

“Fue cuando nos dijo: ‘Quien quiera estar, bien, y quien no, pues de todos modos sobre su familia vamos, y cuidadito que se quieran pasar de pendejos’.”

El DH, un chofer de transporte público, de 22 años, y de Iztapalapa contó esta versión ante el Ministerio Público.

Él iba en una Suburban. Adelante del Cereso había una glorieta en la que tres patrullas cerraban el paso. Fue ahí donde comenzaron los disparos.

“Después corrimos, yo corrí como 200 metros a lo mucho y ahí me quedé. Cuando amaneció, me regresé rumbo al pueblo, me dirigí a la casa del mentado Chino para ver qué podía hacer o qué procedía, y fue cuando me agarraron los policías.”

La casa de seguridad a que se refiere DH está ubicada en calle Acacia, manzana 36, lote 2, de la colonia Las Galaxias, en Tula, donde guardaban el armamento. El Ejército la cateó: encontró explosivos, armas, cartuchos útiles, ropa y demás indicios, pero no fue ubicada por labor de inteligencia, sino por un anónimo.

“Anda en Facebook disiendo que ayudaron a escapar a los del sereso de aqui d tula y q yebabn armas y se donde se esconden pero tengo miedo me maten por eso les doy la direccion anonimamente (…) ay estan las armas y los responsables”, decía una hoja hallada dentro de un sobre en la entrada de la recepción de la División de Investigación de la Procuraduría hidalguense. Así llegaron a ella. 

Reportaje publicado en el número 2370 de la edición impresa de Proceso, en circulación desde el 3 de abril de 2022.

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