Antiguo Colegio de San Ildefonso

Vlady, un siglo: Vigencia artística y revolucionaria

Una historia de lucha, rebeldía, exilio, ruptura constante y experimentación fue la del artista de origen ruso cuyas conmemoraciones en torno al centenario de su natalicio debieron postergarse dos años por la pandemia; se retoman ahora con la magna exposición Vlady. Revolución y disidencia.
sábado, 12 de noviembre de 2022 · 09:28

Una historia de lucha, rebeldía, exilio, ruptura constante y experimentación fue la del artista de origen ruso cuyas conmemoraciones en torno al centenario de su natalicio debieron postergarse dos años por la pandemia; se retoman ahora con la magna exposición Vlady. Revolución y disidencia, abierta en el Antiguo Colegio de San Ildefonso –cuna del muralismo–, que Proceso recorrió con los curadores.

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).– Con la guía de los curadores, investigadores del Centro Vlady, Araceli Ramírez y Claudio Albertani (fundador de ese centro y amigo cercano del artista), Proceso visitó las salas en las cuales el Antiguo Colegio de San Ildefonso despliega 350 obras que dan cuenta de la trayectoria de Vladimir Kibalchich Rusakov (Petrogrado, 1920-Cuernavaca, 2005), desde sus primeras obras a los siete u ocho años que denotan ya habilidades de gran dibujante.

Se muestra asimismo la participación de Vlady en la llamada Ruptura, su etapa como copista de autores tan clásicos como Doménikos Theotokópoulos El Greco, la creación en el desarrollo de su trayectoria de símbolos que persistieron e identifican su obra, como el piolet con el cual fue asesinado su coterráneo y compañero ideológico León Trotsky, hasta llegar a los bocetos de los murales de la Biblioteca Miguel Lerdo de Tejada, en el Antiguo Oratorio de San Felipe Neri, en el Centro Histórico.

La exposición busca, asimismo, llamar la atención sobre dos de sus grandes obras: el retrato del obispo de Chiapas, Samuel Ruiz, el Tatic, hecho en 1997 –porque se encuentra desaparecido–, y de Xerxes, un monumental cuadro de 7.30 metros por 5.60, propiedad de su sobrino Carlos Díaz –que no tiene sede pues la casa de Vlady donde se encontraba ya no existe y no se sabe a dónde irá una vez terminada la muestra.

Debido a ello, piden la intervención del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA).

Albertani explica que la exposición, enmarcada en el centenario del muralismo, tiene como propósito desentrañar las inquietudes del mundo filosófico y espiritual de Vlady:

“No es cronológica, sino por temas. Se llama Revolución y disidencia, porque para nosotros son los dos polos alrededor de los cuales se articula su obra como pintor: Su apego al concepto de la revolución en general, y la rusa en particular, en cuyo seno nació, pero también –a partir de la herencia de su padre, el intelectual Victor Serge (1890-1927)– hay un reclamo de libertad y de disidencia: no hay revolución sin disidencia ni disidencia sin revolución.”

Detalla los cinco bloques temáticos en los cuales se organiza la muestra, de la cual se puede obtener información en el sitio web https://vlady-revolucion-y-disidencia.uacm.edu.mx/.

1.- “Revolución y disidencia” enfatiza los conceptos del título que marcaron la obra del pintor, las revoluciones y la encarnación del fracaso de la rusa en la figura de Trotsky.

2.- “Vlady íntimo” aborda el mundo de sus amistades, la vida cotidiana, sus autorretratos y la relaciones con sus padres.

3.- “Pasiones artísticas” trata su incursión en la Ruptura, su rompimiento con ella, y las vanguardias del siglo XX.

4.- “Muralista” es sobre su faceta en este arte monumental, con obras sobre sus principales proyectos.

5.- “Poder y violencia”, que cierra el círculo revolución-disidencia, es una denuncia del poder y muestra los contrastes de la guerra y la paz, así como las pasiones humanas, como el amor y el odio.

En cada uno se va revelando el personaje que salió hacia al exilio para acompañar a su padre –aliado de Trotsky–, primero en Oremburgo, antesala del Gulag, y luego en Bruselas. Ambos fueron militantes del Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM). En el exilio, Vlady va relacionándose con gente del medio artístico, como André Breton, y con militantes comunistas. En el primer bloque aparece un retrato de Jaqueline Breton, así como de los camaradas con los que convivió. A lo largo de las salas hay vidrieras que muestran los cuadernos en que dibujaba, pintaba y escribía, pertenecientes a la colección del Centro Vlady, que contribuyen a dar contexto a las obras de gran formato.

También se exhiben los pocos dibujos que hizo de Serge. Sin duda uno de los más logrados es donde está sentado descalzo, frente a una pequeña mesa con una máquina de escribir, en la cual redacta el libro Hitler contra Stalin:

“Curiosamente –dice Albertani–, nunca hizo un retrato grande de su padre, yo creo que emocionalmente no le daba, era demasiada carga, pero éste es maravilloso. Hay otros más, uno con Serge en el lecho de muerte, son sólo sus manos.”

Uno más, cuyo simbolismo es muy dramático, plasma sólo los zapatos del intelectual nacido en Bélgica con las suelas perforadas por el uso. Relata el investigador que Vlady tenía una cita ya en la Ciudad de México, con su padre, quien iba a entregarle un poema, a la postre el último, pero no llegó. Entonces, con ayuda del escritor y político español Julián Gorkin, va a buscarlo y lo encuentran en una delegación.

En el sitio web añade el especialista que viajaba solo en un taxi. El informe médico dijo que fue un ataque cardíaco, pero entre sus amigos quedó la duda de un envenenamiento. Cuando Vlady entró a reconocerlo “lo primero que vio fueron sus zapatos perforados”. Y esa imagen de Serge en la morgue aparece como un elemento en otras de sus obras.

Pinto lo que quiero

En la sala contigua hay un conjunto de cuadros sobre las revoluciones latinoamericanas. Ramírez pone acento en un par de ellas, de gran formato, que –cuenta– pertenecen a un cuadríptico encargado al pintor en 1993 por Patrocinio González Garrido, entonces secretario de Gobernación en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari.

“Las cuatro obras fueron solicitadas para exaltar la revolución permanente, en realidad los logros del PRI. Vlady dijo: ‘voy a pintar lo que yo quiera, no lo que ustedes me digan”

Pocos meses después, en enero de 1994, estalló el movimiento del EZLN en Chiapas y el pintor fue en varias ocasiones a la Selva Lacandona, estuvo con los zapatistas e hizo modificaciones a las obras para abordar la guerrilla. La investigadora Ramírez describe Descendimiento y ascensión, en la cual se ve a Cuauhtémoc precipitarse desde las alturas, como si fuera Ícaro, con las alas caídas mientras se incendian sus pies.

Al lado izquierdo, una mujer con el torso desnudo, el rostro con pasamontañas y un reloj de arena en la mano izquierda que simboliza el tiempo que se acaba, representa a la juventud que asciende, “la juventud guerrillera”. La figura es la cantante Alejandra Guzmán, aunque nunca fue su modelo:

“Por una razón banal, Vlady la pintó mientras la veía en la televisión dar un concierto. Le resultaban interesantes las mujeres que rompían esquemas.”

En entrevista con Proceso (ediciones 936 y 951) en aquel momento, el pintor reconoció que incluyó un pasamontañas “para joder, y esto porque los cuadros me los encargó Patrocinio”, a quien cuestionó:

“¿En qué acepción debo interpretar la ‘revolución permanente’?; ¿es la revolución continua?, ¿la guerra continua de Borge y los sandinistas y Sendero Luminoso?, o bien ¿la transformación de la revolución liberal que están haciendo Salinas y Córdoba (Montoya) en una revolución proletaria? Como fuera, le dije que no era pintor alimenticio, que tampoco era pintor de signos patrios ni pintor oficial para pintar calendarios aztecas.”

Pero aceptó el reto. En el curso de su trabajo, González Garrido se fue y llegó Jorge Carpizo McGregor. La obra zapatista fue censurada, así que luego de la inauguración, en octubre de 1994, el conjunto desa­pareció. Vlady protestó porque le dijeron que se encontraba en la Sala de Juntas del Archivo General de la Nación (AGN), y para verla había que pedir permiso.

En la Sala de las Revoluciones se puede observar Luces y tinieblas, sobre los movimientos sociales mexicano y latinoamericano. Las otras dos piezas son El uno no camina sin el otro, que está en la Sala 3, y Violencias fraternas, en la 7. todas pertenecen al acervo del AGN, pero ahora están en la entrada, cuando la gente ingresa es ine­vitable verlas.

En las libretas expuestas se ven dibujos del encuentro de Vlady con los zapatistas: el subcomandante Marcos, Durito y el Tatic Samuel Ruiz, a quien, entre otras obras, hizo una acuarela y grafito sobre papel, ensayo de un retrato mayor cuyo paradero se desconoce.

Albertani recuerda que se exhibió en Casa Lamm en el año 2000, “yo estaba en Italia y después fui a Francia, luego estuvo en el Centro Vlady, lo quisimos incluir aquí, pero está extraviado, supuestamente es propiedad de Carlos Díaz, sobrino de Vlady”.

–¿No se sabe qué le hizo, lo vendió?

–No quiero entrar en detalles, pero está extraviado.

Única Ruptura

Los cuadernos permiten ver en sus dibujos y ensayos cómo va construyendo Vlady la simbología de sus obras de gran formato y murales; hay elementos freudianos (“fue un lector ávido de Freud”, dice Ramírez, quien justamente colaboró en esta exposición para desentrañar la simbología), bíblicos, la mitología antigua, la escuela veneciana o los pintores clásicos.

Constantemente aparece el piolet con el que Ramón Mercader asesinó a León Trotsky en Coyoacán el 20 de agosto de 1940.

Las imágenes forman parte de la Sala de la Abstracción. Aunque, a decir de Albertani, se ha “magnificado” la participación de Vlady en la Ruptura –que surgió precisamente en las reuniones en su casa–, pues no fue realmente abstracto a pesar de que representa el rompimiento con la Escuela Mexicana de Pintura. El curador lo considera un muralista. Recuerda una entrevista en Canal Once cuando le preguntan: ‘¿Usted es de la Ruptura?’. Y él responde: ‘¿La Ruptura?, ¿cuál Ruptura? La única Ruptura que hubo en este país es la que hicieron los muralistas’. Ahí le está tirando durísimo a sus amigos de la Ruptura”.

En cambio sí busca reivindicar a Trotsky y la revolución, “y no es que fuera especialmente trotskista, pero es como una costilla de su propio cuerpo asesinado, es un asunto familiar”.

Hay que decir también que la exposición, abierta hasta el 30 de abril de 2023, da cuenta de cómo lo marcó la relación con su madre Liuba Rusakova (1898-1984), quien trabajó en la Internacional Comunista. Como el propio Victor Serge, fue perseguida desde pequeña por su origen judío, y se conocieron cuando regresaban a Rusia con la esperanza de encontrarla mejor que cuando la dejaron.

Vlady le hace varios retratos y plasma el desarrollo de su locura, y el remordimiento que siente por no llevarla a su lado. “No estuvo bien”, dice Albertani, cuando recuerda que sólo la visitaba en su reclusión en una clínica psiquiátrica de Aix-en-Provence, Francia, donde murió en 1943.

Los curadores coinciden en que la locura era un tema que impactaba mucho al pintor, temía que fuese un problema hereditario a tal punto que estableció como un acuerdo en su matrimonio con la mexicana Isabel Díaz Fabela el no tener hijos, aunque ella sí los deseaba, incluso ella tuvo algunos abortos.

Imposible describir las más de 350 obras o los momentos en la vida de Vlady que las motivaron. Sin embargo, en la sección del muralismo los curadores llaman la atención sobre una serie de bocetos monumentales para una sección de los murales de la Biblioteca Lerdo de Tejada. Se trata de Inocencia terrorista, que retrata a una joven desnuda, arrodillada sobre el piso o flotando sobre éste, con el rostro inclinado y encapuchado, pero descubierto en un par de cuadros. En otra más está rodeada de una suerte de aura que la hace parecer una virgen.

Albertani refiere que Vlady fue muy hermético y no decía quién fue ella, pero lo han ido descubriendo: Fue una militante de la Liga 23 de Septiembre, Teresa Hernández Antonio, alías Alejandra, asesinada extrajudicialmente, “de manera artera”, el 15 de junio de 1975 en Ciudad Universitaria, “ni siquiera estaba armada, tenía una cita, pero le tendieron una trampa, la entregaron”.

Vlady la conocía sin saber que era de la Liga, aunque “según yo estaba medio prendido de ella, ni siquiera estaba en México, sino en Francia visitando a su madre, cuando regresa y se entera queda impactado y empieza a buscar modelos, hace varios bocetos. El fresco es estupendo”.

Los curadores hicieron un documental sobre las pinturas y su historia, titulado La inocencia de Vlady, que puede verse en YouTube. La obra “resume todos sus temas: es un desnudo erótico pero muy místico, está en la entrada de la biblioteca, en un rincón más bien oscuro, tal parece que es el cuadro el que produce la luz, que es el sueño de los pintores”. Pinta asimismo el tema revolucionario y “reivindica así su propia historia familiar al reivindicar a una generación de jóvenes que ofrendaron su vida para cambiar al país y fueron exterminados en la Guerra sucia”.

Concluyen con Xerxes, que resume todos los elementos mitológicos, desde la leyenda de este emperador persa que quiso colonizar Grecia mandando construir un puente de barcos destruido por las olas del mar, hasta sus elementos pictóricos: las estatuas de sal, Medusa, Perseo. Representa, dicen, la estupidez, el poder, la sinrazón, la violencia.

Expresan su preocupación por que pertenece a Carlos Díaz “y ya no tiene dónde ponerlo, porque la casa que era de Vlady ya no existe, se la expropiaron porque tenía deudas”. Piden la intervención de Bellas Artes para buscarle un lugar que pueda albergarlo; Ramírez piensa en el propio Colegio de San Ildefonso, pero según Albertani es más idónea la Suprema Corte de Justicia de la Nación, donde artistas como José Clemente Orozco y Rafael Cauduro pintaron murales.

Para responder a una pregunta final sobre la aportación de Vlady, los investigadores destacan que pinta su propia historia, incluida la lucha social, sin ser panfletario, y además regresa a la tradición, a los pintores clásicos. Pero buscó y encontró su propio camino en el siglo XX, y eso, concluyen, lo hace muy actual.

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