Afganistán

Testimonio de una joven afgana: "Los talibanes me quieren matar"

"Soy Nabila Haidari y fui estudiante de ciencias políticas en Afganistán. Uno de mis tíos trabajó para el derrocado gobierno proestadunidense y eso es algo que los talibanes no nos perdonan. Estamos en una lista negra y nos están buscando para matar a toda la familia", dice la joven afgana a Proceso
jueves, 14 de octubre de 2021 · 18:52

Mediante mensajes de texto, una joven afgana narra a la reportera el horror de ser mujer y vivir en un país dominado por los talibanes. La muchacha, que pudo estudiar ciencias políticas en el anterior régimen, afirma que ella y su familia están en peligro de muerte, de ser descubiertos... “estamos en una lista negra y nos están buscando para matar a toda la familia”, asegura a Proceso.

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- “Soy Nabila Haidari y fui estudiante de ciencias políticas en Afganistán. Uno de mis tíos trabajó para el derrocado gobierno proestadunidense y eso es algo que los talibanes no nos perdonan. Estamos en una lista negra y nos están buscando para matar a toda la familia”, afirma la joven afgana en entrevista con Proceso.

“Cuando los talibanes entraron a Kabul mi familia se dispersó. Cada uno de nosotros partimos a una provincia diferente para escondernos; en el peor de los casos podrían atrapar a uno pero no a todos. Las fronteras están cerradas. Quisimos cruzar a Pakistán para después huir a México, pero es imposible.”

Pese a los constantes cortes de electricidad y del servicio de internet, quien escribe estas líneas logró entrevistar a Nabila a lo largo de varios días, mediante mensajes de voz. En ellos quedó plasmado el miedo y la desesperación de la muchacha que en inglés narró lo siguiente:

“Los talibanes desarmaron a los guardias, a la policía y a los soldados afganos; también se apropiaron de todos los vehículos, incluso de los coches privados. Se quedaron con las armas que no alcanzaron a llevarse los estadunidenses. En cuanto entraron a Kabul, los talibanes destruyeron las oficinas y el equipo para emitir pasaportes. Luego vino el saqueo de las casas, no sólo de funcionarios del viejo régimen sino de cualquier persona; se llevaron lo que les gustó: los equipos de sonido, los televisores y las mujeres. Y si tu casa les gusta, te echan a la calle y se quedan con ella.”

Nabila tiene voz de mezzosoprano y habla muy quedo. Explica que no quiere que los vecinos la oigan hablar en inglés. Los talibanes los pueden torturar para que la denuncien.

Mujeres en Afganistán. Seres minusvalorados. Foto: AP / Ahmad Halabisaz

Afganistán, paralizado

“Matan a quien se les da la gana. En la ciudad donde estoy hay cadáveres pudriéndose en las calles. Además cunde la hambruna entre los más pobres. Mucha gente perdió su trabajo y no hay manera de conseguir dinero, porque las cuentas de ahorro fueron bloqueadas. Los bancos no tienen efectivo y casi nadie puede hacer retiros. Toda actividad está detenida desde que los talibanes entraron a Kabul (15 de agosto de 2021). No hay salarios para nadie. ¿Te puedes imaginar eso?”, pregunta la joven con una desesperación y una angustia más que justificadas, y prosigue su relato bajando aún más el volumen de su voz.

“Algunas ciudades están vacías. La gente se encerró, muerta de miedo. Nadie sale más que a lo meramente indispensable, como es conseguir algo que comer; no hablan con nadie, van y vienen como zombis, con el temor y la preocupación reflejados en sus caras. Nosotras, las mujeres, tenemos que cubrirnos de pies a cabeza y no salir de casa”.

Hay nueve horas de diferencia entre Afganistán y México. Por la hora en que recibo los audios de Nabila me doy cuenta de que los graba a las tres de la mañana. En uno de ellos nos relata:

“Las escuelas reabrieron pero sólo para niños de 12 años en adelante y no aceptan a ninguna niña. Dijeron que avisarían cuándo podrán ir, pero sinceramente creo que no las van a llamar. La última vez que los talibanes estuvieron en el gobierno no permitieron que las niñas o las mujeres fueran a la escuela y lo mismo sucederá con la educación superior”, intuye la joven y denuncia:

“Los talibanes prohibieron la música. No tenemos acceso a los canales de televisión extranjera ni mucho menos a los noticieros. Antes podíamos ver la televisión de Pakistán; eso se acabó. La historia se repite. Esta situación ya la vivimos hace 20 años, pero actualmente los problemas son más agudos que entonces”, se queja la politóloga.

Campesinos desplazados

Pasaron dos días y llegó otro audio mucho más sombrío.

“Ya hay personas muriendo de hambre en Afganistán. Los más pobres ni siquiera pueden comprar un pan. Ellos vienen de la provincia; dejaron sus pueblos ante la inminente llegada de los talibanes y se fueron a Kabul, la capital, pensando que allá estarían más seguros.

“Esos desplazados por la violencia no tienen techo y viven en los parques. Los talibanes no hacen nada por ellos, son totalmente indiferentes al problema y en lo que realmente están concentrados es en quitarle todos los derechos a las mujeres. Ya nos cerraron las puertas de todas las escuelas, ya despidieron a todas las que tenían un trabajo. A lo más que puedes aspirar es a ser sirvienta, incluso si fuiste abogada, doctora o ministra.

“La paga por limpiar es miserable. Desde mi perspectiva, ese es el principal problema: sacar a la mitad de la población de la vida productiva. Incluso nos prohibieron usar colores brillantes y alegres, todo debe ser negro o azul marino.”

La venganza de los talibanes

El relato de la joven universitaria continúa: “Los talibanes dicen que han cambiado pero eso no es cierto, son los mismos de siempre. De hecho, creo que son peores que los de 1996, porque ahora se están vengando de todos los que les dieron la espalda, de sus enemigos personales y de quienes piensan y actúan diferente. Los medios están bajo su absoluto control y sólo hablan de por qué es necesario encerrar a las mujeres en sus casas”.

Llegó un quinto audio; éste, un poco más largo:

“Los talibanes dicen por redes sociales que han cambiado, pero nadie les cree. Primero ofrecieron que las mujeres podrían tener estudios bajo las leyes del Islam, pero en pocas semanas cambiaron de opinión y ahora todo el acceso a la escuela para mujeres y niñas quedó prohibido. 

“Los fundamentalistas, en las provincias, le pegan a la gente con látigos. Mis amigos que viven en el interior del país me cuentan que los talibanes torturan y cometen atrocidades al tiempo que usan internet y las redes sociales para decir que han cambiado… pero es mentira, incluso ya regresaron las ejecuciones públicas. Hace unos días colgaron a dos hombres que supuestamente eran secuestradores. 

“La sharia (ley islámica) ordena la lapidación de mujeres por adulterio, pero si te violan en la calle, tú eres la culpable. No han cambiado nada, son los mismos de siempre. Yo creo que esa mentira es porque quieren ser reconocidos por la comunidad internacional para tener acceso a las ayudas económicas para el desarrollo.”

Nabila tiene un celular con el que se comunica con familiares y amigos. Con mucha precaución tomó algunas fotos. En un octavo audio narra:

“Actualmente la situación es trágica. Tuve que salir a comprar algo para comer y vi a la gente caminando como zombis, con el miedo en la cara. De pronto me llegó el olor de un cadáver pudriéndose en la vía pública. Nadie sale de sus casas a menos que sea indispensable. Los talibanes tomaron el poder pero no solucionan los problemas más urgentes del país.”

Patrullaje talibán. Fundamentalismo en las calles. Foto: AP / Felipe  Dana

Regreso a la tribu

El doctor en derecho y en economía Edgardo Buscaglia trabajó varios años en proyectos para capacitar a jueces y fiscales tanto en México como en Afganistán. El profesor-investigador de origen uruguayo afirma en entrevista con Proceso:

“En Afganistán hay 97 grupos étnico-religiosos que operan de manera paralela al Estado. El gobierno central impuesto por Estados Unidos fue un cero a la izquierda y para nada tuvo relevancia en el día a día de la ciudadanía afgana, ya que los bienes y servicios esenciales para sobrevivir los proveen las estructuras feudales paramilitares, algunas con características tribales.

“Afganistán nunca tuvo un Estado. Allá los gobiernos de facto son los 97 grupos paramilitares, algunos de ellos muy legítimos, con raíces sociales, sustentados por la población. Pero en la larga historia de guerra civil estos grupos han cometido atrocidades contra sus contrarios. En los últimos 20 años, a pesar del gobierno impuesto por los estadunidenses, no cambió esa situación.”

El investigador de la Universidad de Columbia afirma que los talibanes son apenas uno de los tantos grupos étnico-religiosos de Afganistán pero no todos están de acuerdo con ellos. Ha habido alianzas y rupturas con los talibanes, pero actualmente aquellos se han impuesto por la fuerza de las armas. 

Buscaglia subraya: “Los gobiernos afganos en esencia han sido títeres impuestos por potencias extranjeras, así como los gobernadores de las provincias que fueron escogidos por dedazo. Fuera de las pocas ciudades afganas, no había presencia legítima del Estado.

“Estados Unidos y sus aliados europeos impusieron un gobierno que no contaba con ninguna legitimidad, totalmente desconectado de la sociedad y sin ningún tipo de raíz. En las provincias afganas, cuando íbamos a capacitar a jueces y a fiscales, saludábamos al gobernador, que se había impuesto por dedazo desde Kabul, pero a los que verdaderamente teníamos que pedirles permiso para operar era a los señores feudales.”

El experto en economía criminal internacional sostiene: “Los talibanes aprendieron que necesitan de la comunidad internacional. La última vez que estuvieron en el poder (1996 a 2001) fueron reconocidos solamente por tres países: Emiratos Árabes Unidos, Pakistán y Arabia Saudita.

“Los fundamentalistas islámicos estuvieron en una posición muy débil en cuanto a relaciones políticas y económicas con el resto del mundo. Hoy día quieren ser reconocidos por una amplia gama de países y se les escucha fingir que van a respetar los derechos humanos de las mujeres y que no habrá más ejecuciones públicas en los estadios, pero nadie les cree. Ser parte de la comunidad internacional significaría que no dependerían exclusivamente de la exportación de opio o minerales como el litio.

“Piensan que las inversiones de países poderosos financiarán a través de los impuestos o de los sobornos al sistema político dictatorial teocrático que intentan implementar. Los talibanes van a usar más maquillaje que en los noventa para no espantar a la comunidad internacional. Van a cuidarse y ejecutarán a la gente a escondidas, en la noche y lejos de los teléfonos inteligentes que puedan videograbarlos. Tratarán de evitar el rechazo que ya existe.”

El experto en el sistema financiero internacional afirma que no es probable que la tropa talibana deje de comportarse como en los noventa, a pesar de que sus líderes estuvieron escondidos en Catar y allá relajaron su extremismo.

“Los talibanes ya están latigueando y apedreando a mujeres en las provincias que ocuparon en las últimas semanas. El comediante más famoso de Afganistán fue asesinado después de ser torturado; todo quedó videograbado”, sostiene Buscaglia y vaticina:

“Es muy difícil que una organización criminal dedicada a realizar actos de terrorismo deje de hacerlo. En mayo los talibanes entraron a un hospital obstétrico y mataron a todos, bebés, mamás, doctores, sin ningún motivo, sin que fuera un objetivo militar. Además, ya existe un grupo aún peor que los talibanes: el Estado Islámico K, que es su engendro. Se trata de talibanes enojados con sus pares, a quienes no consideran lo suficientemente duros con la población civil; 90% de los talibanes está formado por asesinos acostumbrados a matar usando al Corán como excusa.” 

El investigador continúa: “La delincuencia organizada mexicana se comporta de manera muy similar a la afgana. Los líderes criminales mexicanos en un principio no querían convertirse en gobierno para poder consolidar sus negocios, pero al fin terminaron haciéndolo, como El Mencho o El Mayo, actuando como señores feudales afganos similares al cacique Dostum en Afganistán. Los grupos paramilitares afganos surgieron de las mismas regiones donde operan y sus células están ligadas a la delincuencia organizada internacional”.

El politólogo uruguayo sostiene que Afganistán debe establecer su propio sistema confederado, con regiones autónomas y un gobierno coordinador.

“Esas 97 fuerzas étnico-religiosas con su dimensión militar, política y de delincuencia organizada tienen el desafío de llegar a un acuerdo político constitucional para establecerse como un Estado-nación, algo que nunca han hecho en su historia”, concluye el investigador uruguayo.

Reportaje publicado en el número 2345 de la edición impresa de Proceso, en circulación desde el 10 de octubre de 2021.

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