Carlos Martínez Assad
¿La guerra ha terminado?
Con todo lo que ha venido sucediendo es imposible pensar que efectivamente la guerra ha terminado, no cuando la racionalidad parece estar lejos de los que pueden hacer política.Al prusiano Carl von Clausewitz debemos, mediante su tratado De la guerra, la ya muy repetida idea de “la guerra es la prolongación de la política por otros medios”.
Sin embargo, no vemos cómo puede implementarse, no al menos en la guerra que libran Israel y Hezbolá, y no porque no haya habido mucho de política, sino por los intereses que mueven a los políticos que supuestamente encabezan el sentir de las naciones que representan y van en otro sentido. Es el caso de esos contendientes que han respondido al llamado de Francia y Estados Unidos para lograr que Israel y Líbano accedan a un alto al fuego después de casi 14 meses de enfrentamientos, aunque el verdadero contendiente es Hezbolá, no el país que lo alberga.
La ambigüedad que esto representa se expresa en el hecho de que no ha participado ninguno de los líderes vivos de la milicia y se presume es representado por quien tiene un doble papel como lo es Nabih Berri, presidente del Parlamento Libanés y, como chiita (según marca la tradición política para quien ocupe ese cargo), representa no sólo al gobierno sino también a Hezbolá.
Como tal, quien se ha reunido en las ocasiones que recientemente ha visitado el país es Amos Hochstein buscando el cese al fuego, enviado por Estados Unidos representando a su presidente Joe Biden.
El alto al fuego se impuso la madrugada del 26 de noviembre último con un programa fundamentado en la resolución 1701 de la ONU del año de 2006. ¿Por qué? Es debido a que, como entonces, la lucha principal concierne al asunto de las fronteras que ahora apenas se reconocen como la línea azul por la presencia de la FINUL, la fuerza militar de la ONU con 10 mil efectivos presentes en esa zona.
Líbano, como entonces, reclama las granjas de Cheeba del conjunto del Golán, tomado por Israel. Es interesante recordar que fue uno de los elementos que llevaron al fortalecimiento de Hezbolá que, según sus mismos discursos, defendía la soberanía de Líbano en su lucha por ese lugar.
Pese a todo, la guerra continúa y el ánimo no decae en Netanyahu que insiste en que arremeterá con todo si Hezbolá continúa con sus provocaciones. El caso es que ninguna de las partes parece someterse a los puntos a cumplir en el tratado que ampara seis meses de tregua para que ambos ejércitos regresen a sus respectivas posiciones.
Los escarceos entre los israelíes y los integrantes de la milicia continúan y, pese a todo, la población cansada de la guerra regresa alentada por un optimismo que aún no se justifica, vuelve a sus sitios de origen destruidos sin posibilidad de ser habitados. La población civil más afectada no cuenta con vivienda, ni agua, ni luz, ni combustible para su supervivencia; por lo que el hambre puede ser uno de los serios problemas que enfrentará. Y la guerra ha desatado la muerte para más de cuatro mil libaneses, la mayoría chiita.
Beirut, la capital del Mediterráneo y de la antigua Fenicia, en la historia, ha sido destruida en sus barrios periféricos, supuestamente habitados solamente por chiitas partidarios de Hezbolá como Dahiye, barrio en el que vivió Hassan Nasrallah y que fue arrasado en 2006 y ahora de nuevo le han tocado las cargas más pesadas de la aviación israelí. Se han ensayado nuevas armas como los misiles que estallan después de tocar tierra y tienen un gran efecto destructor al derruir cabalmente hasta edificios de nueve pisos. En uno de ellos vivía el líder político Nasrallah quien confiaba que, debido a su investidura de más de 30 años, no se atreverían a tocarlo.
La emblemática calle de Hamra, en el corazón de Beirut que une el centro de la capital con la costa, e históricamente cuenta con la mejor hotelería, restaurantes y cafés, donde se expenden diarios en francés, en inglés y, por supuesto, en árabe, es identificada por su cosmopolitismo con presencia de bancos extranjeros y los que resguardaron capitales europeos. Todo ese esplendor ha venido despareciendo por la crisis interna y recientemente ante la avalancha de los refugiados que han abandonado sus hogares en el sur del país debido a los enfrentamientos fronterizos entre Hezbolá e Israel.
Mientras tanto las filas de automóviles, cargados de personas y utensilios, llevan a más de un millón de personas que regresan a sus pueblos de origen en el sur, sólo por la costumbre de vivir en sus sitios de pertenencia, aunque los bombardeos los dejaran semiderruidos. Entre ellos van mezclados muchos inmigrantes sirios a los que ha tocado emigrar hacia diferentes emplazamientos por la guerra en su país que en estos días vuelve como una sombra amenazante, con rebeldes que toman posiciones en Alepo confrontándose con las fuerzas del presidente Bashar al-Ásad; más tropas llegadas de otros países como Rusia, Irán y Turquía sin objetivos claros.
Con todo lo que ha venido sucediendo es imposible pensar que efectivamente la guerra ha terminado, no cuando la racionalidad parece estar lejos de los que pueden hacer política. El presidente saliente de Estados Unidos, Joe Biden, busca un suceso diplomático que marque el fin de su presidencia.
Líbano convoca a la cámara de diputados a elegir presidente el 9 de enero próximo, después de dos años con el cargo vacío que muestra la incapacidad de la clase política para enfrentar la crisis que ha pegado con fuerza en el país; Hezbolá ha sido descabezado e Israel mantiene su fuerza pese a los descalabros fronterizos sufridos. La escasez de armas de la que viene hablándose es considerada por muchos analistas causa de la tregua que el gobierno israelí ha aceptado, aunque los ataques de los días previos a la tregua han sido los más encarnizados según los observadores, sin dar descanso ni a Beirut ni a las otras posiciones en Tiro, Baalbek y los pueblos de las cercanías sobre el río Litani, el de la discordia, la marca en la que insisten los combatientes en su toma de posiciones.
Todos vemos la guerra, pero no las acciones políticas que permitan alcanzar las soluciones, e Israel continúa sus combates en Gaza con la misma fuerza del inicio y Cisjordania se convierte también en un escenario de la guerra en la que Hezbolá se comprometió, en apoyo a Hamás, con los graves problemas que ha llevado a Líbano.