Carlos Martínez Assad
La incógnita sobre Siria
Celebrar la caída del dictador como se está haciendo, es simplificar lo que fueron los gobiernos de los Asad, que hicieron de Siria un país moderno, incluso capaz de intervenir como lo hizo en Líbano para contribuir al establecimiento de la paz.Hace una década académicos y periodistas aseguraban que el gobierno de Bashar al-Asad en Siria caería al día siguiente, lo decían de manera contundente porque era el contexto de la Primavera Árabe, concepto que insistí en cambiar porque, en todo caso, debían nombrarse como primaveras árabes. Las manifestaciones, protestas, levantamientos y hasta rebeliones armadas tuvieron diferentes contenidos desde lo que aconteció en Túnez hasta la gran protesta en la plaza Tahrir en Egipto y hasta la guerra civil que estalló en Siria en 2011.
Como resultaba evidente, eran diferentes las causas de las movilizaciones y los problemas relaciones con las formas que asumían la crisis económica y los movimientos sociales que emergían. El factor democrático se exhibió como si fuera la causa prioritaria y, cómo no habría de serlo para Occidente que celebraba la conflictividad que afloraba entre los países del Máshrek (por donde sale el sol) y Magreb (por donde se mete el sol). Se trataba de las mismas regiones creadas en 1920, luego de la Primera Guerra Mundial, siguiendo los intereses de las grandes potencias, ahora bajo el liderazgo de Estados Unidos.
Bien, lo que interesa es entender el torbellino en el que fue envuelto Siria, el país de la dinastía Al-Asad, que duró poco más de medio siglo, encabezada inicialmente por Háfez al-Asad, quien fue presidente de la República Árabe Siria desde 1971 hasta su fallecimiento en el año 2000 gobernando durante 29 años. Tuvo otros puestos de importancia que le permitieron ser parte integrante del golpe de Estado sirio de 1963 que llevó al poder al Partido Baaz Árabe Socialista, que lo apoyó.
Es importante recordar que fue un partido laico que no apelaba al Corán como ahora sucede siguiendo los dictados de la fe. De esa época data la cercana relación con Gamal Abdel Nasr, presidente de Egipto de 1954 a 1970, y figura clave del panarabismo que debía fundir los diferentes nacionalismos árabes con orientación socialista y populista en una sola unidad. Ya había figurado entre los responsables del destronamiento del rey Faruk en 1952.
El Egipto de Nasser junto con Siria fundaron la República Árabe Unida entre 1958 y 1961, nombre que conservó el primero hasta 1971, cuando el padre del escritor libanés Amin Maalouf decía críticamente cómo alguien podía eliminar el bello nombre de Egipto por el de RAU. Su objetivo, que no se logró, fue realizar la gran unión entre todos los países árabes. El enorme prestigio de Nasser terminó con la derrota de la guerra de los Seis Días en el verano de 1967, cuando Israel mostró la fuerza que iría en aumento en el Medio Oriente; lo demostró tomando los territorios concedidos a los palestinos por la ONU 20 años antes, con la complacencia de países influyentes que podrían haberlo evitado. De esa forma surgió uno de los conflictos más graves que ha venido enfrentado esa región.
Fue por las décadas de 1960 y principios de la de 1970 que se construyó la gran presa Asuán con un proyecto impulsado por Nasser con el apoyo del gobierno soviético. Su capacidad de negociación fue notable porque inicialmente quiso compartirlo con Estados Unidos, y al retirarse éste, concilió sus intereses con los de la Unión Soviética. Esto fue importante porque se dio un cambio en la influencia política que impactó a todo el mundo árabe. Siria fue cobijado por el gobierno soviético, de tal forma que su desarrollo encontró así un gran impulso, se creó su enorme infraestructura y proyectos hidráulicos. Para no mencionar el parque automotriz procedente de las fábricas soviéticas.
Sin esa interacción, primero con Nasser y luego la Unión Soviética, resulta imposible entender la fuerza que adquirió Háfez al-Asad y transmitió a su hijo Bashar, quien accedió al poder a la muerte de su padre, debido al azar, porque la muerte del hermano mayor lo colocó en un sitio para el que, según sus palabras, no estaba preparado al estudiar medicina con especialidad en la oftalmología, que le hizo permanecer temporadas fuera del país.
Celebrar la caída del dictador como se está haciendo, es simplificar lo que fueron los gobiernos de los Asad, que hicieron de Siria un país moderno, incluso capaz de intervenir como lo hizo en Líbano para contribuir al establecimiento de la paz en una guerra que enfrentaban a las organizaciones palestinas, con los grupos políticos del país, con una ocupación que duró casi 20 años. Terminó con lo que podrá llamarse la adelantada Primavera Árabe de Líbano, que siguió luego del asesinato del Primer Ministro Rafik Hariri en 2005, en el que se creyó que habían participado Siria y Hezbolá.
Cuando estalló la guerra en Siria nadie pudo prever su final por la participación de grupos y fuerzas tan diferentes, opuestas y apoyando al gobierno de Bashar, acusado de una cruel represión siguiendo los pasos de su padre, de bombardeos a los disidentes, acusado de usar gas sarín de alta peligrosidad, según Estados Unidos e Israel.
Pero al mismo tiempo, y no fue poca cosa, logró frenar el envolvente movimiento de ISIS (Estado Islámico de Irak y Siria) que provocó una de las más serias mortandades en la región y la mayor destrucción del patrimonio cultural mundial. Había surgido después de Al-Qaeda, dando lugar a un gran vaciamiento del país cuando millones de personas huyeron hacia Turquía, Jordania, Líbano e Irak.
Al Asad recurrió a la ayuda de Rusia e Irán que, a su vez, apoyaron a la milicia de Hezbolá, para contener no solamente al Ejército por la Liberación de Siria, con supuestos postulados democráticos, sino a toda la avalancha de jihadistas que postulaban el establecimiento de un Estado islámico.
Algo como el grupo que ahora ha tomado el poder en una de las acciones militares más rápidas que se recuerdan, cuando apenas había sido acordado el cese al fuego entre Israel y Hezbolá el 27 de noviembre. Y para el domingo 8 de diciembre la Organización Hayar Tahrir al-Shams, bajo la dirección de Abu Mohammed al-Golani, logró entrar a Damasco. En menos de una semana logró transitar a lo largo de la carretera más larga del país tomando las ciudades más importantes como Alepo, Hama y Homs hasta llegar a la capital, sin que el ejército sirio le hiciera frente, ni tampoco los aliados Irán, Rusia y Turquía, y ahora se sabe que este país apoya a los jihadistas por el conflicto que mantiene con los kurdos.
Antes que celebrar debemos atender los resultados y no es nada alentador los vínculos de esa organización con Al-Qaeda y luego del Daesh, que quizás explique los linchamientos de los cercanos a Bashar en una práctica heredada de esas organizaciones terroristas que han asolado a la región y a todo el mundo.