Jesús Suaste Cherizola

Instantáneas de la Transformación: catálogo de imágenes de recordación ingrata (segunda y última parte)

Tiemblan las finanzas de los narcotraficantes ante la nueva alianza del ritmo con la vocación moralizante. Acuden al rescate de la juventud el Reguetón de la conservación de los valores, el Reguetón para bailar en familia.
sábado, 5 de octubre de 2024 · 07:00

Estas ruinas que no ves. Imagen de los asesinatos que las circunstancias ocasionan 

El presidente comenta el asesinato de un niño en Tabasco: “Sí, muy dolorosa esta situación. (...) Es algo que se presentó lamentablemente. Y, aunque se enojen, como estamos en temporada electoral y todo lo que sea para perjudicarme a mí, (...) pues los corruptos magnifican mucho todo lo relacionado con violencia”. 

Al día siguiente del secuestro de 32 migrantes en Tamaulipas, el presidente protesta ante los medios: “¡Cuánta difusión por el lamentable secuestro de los migrantes!”[1] Dice sobre la tragedia de la Línea 12: “Los más afectados (Iztapalapa, Tláhuac: gente humilde, trabajadora, buena) entienden que estas cosas desgraciadamente suceden”. Hacia el final del sexenio, presume la paz reinante en suelo nacional: “Celebro que no hemos tenido asesinatos de periodistas más allá de lo que las circunstancias han ocasionado, ni de políticos”. (E infelizmente, omite especificar cuál es el tratamiento no magnificado del asesinato de un niño, cuál es la medida correcta de la difusión de un secuestro masivo, cuáles son los homicidios que las circunstancias ocasionan y si las decenas de periodistas y políticos asesinados durante el sexenio están invitados a la celebración). 

La misión de normalizar la violencia encuentra en el presidente a un funcionario incansable: reduce las masacres una por una a la categoría de hecho aislado, exige la no magnificación de los hechos violentos y, cada tanto, hace alarde de su sensibilidad (tiene las capacidades empáticas de un meteorito) intercalando extendidas defensas de su imagen y actos de solidaridad consigo mismo. Y refrenda la consigna: el país ya se acostumbró a las masacres, no normalicemos que se vuelvan motivo de crítica hacia mi persona.

Los estribillos que salvaguardan a la nación 

El 29 de octubre de 2019 el gobierno anuncia el fortalecimiento de su campaña de concientización contra el consumo de drogas, estrategia avalada por décadas de ininterrumpido fracaso. Y allí va el batallón de los nuevos ítems culturales persuasivos: van nuevos spots y van nuevos lemas y un general ofrece una ponencia de una hora sobre los peligros de consumir marihuana. Conos viales para repeler tanques de guerra.

La campaña de concientización es el placebo que los gobiernos se prescriben para eludir las decisiones radicales que supondría el intento de poner fin a la guerra contra las drogas y, a cambio, concederse la oportunidad de decir que están haciendo algo. Arenga el presidente: “Tenemos que continuar con la campaña en contra de las drogas ¿Cómo vamos con eso, Jesús? ¿Sí sigue en la radio, en la televisión?” 

Responde el aludido: “Es permanente, y ya tenemos un reguetón y van a salir en enero los próximos productos”. Tiemblan las finanzas de los narcotraficantes ante la nueva alianza del ritmo con la vocación moralizante. Acuden al rescate de la juventud el Reguetón de la conservación de los valores, el Reguetón para bailar en familia, el Reguetón de los meneos que no entran en contradicción con nuestra esencia patria...

El asesinato del niño Dante Emiliano en Tabasco. Foto: Especial

A mi izquierda sólo está la derecha

El presidente reclama para sí el monopolio de la legítima protesta, lo que lo lleva a recelar de los grupos o movimientos que, a la izquierda del gobierno, ostentan una agenda, un discurso y métodos de lucha propios. Allí los numerosos intentos de aleccionar al feminismo. Allí los cuestionamientos a los defensores de derechos humanos, ecologistas e incluso movimientos campesinos (recuérdese la acusación lanzada contra un grupo de ejidatarios morelenses: “Escuchen, radicales de izquierda, que para mí no son más que conservadores”, y después, el silencio y la impunidad tras el asesinato de Samir Flores Soberanes). 

Empequeñecido por la aspiración, el presidente emite o niega certificados de validez a ciertas luchas, les imputa intenciones sospechosas y las incluye en un imaginario ejército de adversarios que amenazan con manchar la altísima estatua en que se tiene. Particularmente incomprensible resulta su indiferencia o desprecio hacia las organizaciones de víctimas. Es lamentable (en general) la carta que envía a los padres de Ayotzinapa. Son ridículas (en especial) las páginas que dedica a exponer que es víctima de una campaña de desprestigio. Es cretino el comentario que dirige a una madre buscadora que solicitaba reunirse con él para entregarle una pala como gesto simbólico: “Que me la deje aquí”.

La sonora partitura de la pública condecoración

La entonación sentenciosa, el modito aleccionador, la pesadez de quien lee el teleprompter de lo escrito en letras de oro. Y mientras tanto, los lineamientos persistentes: todo contenido es redimible por la forma; el ridículo es un mal menor y lo grotesco un mal inexistente. El estilo expresivo de la Transformación deja sentir su influencia en documentos y declaraciones provenientes de todas las comarcas del oficialismo. Algunos ejemplos dispersos:

  • No decir que el gobierno se endeudó en divisas extranjeras sino mejor declarar, como hace la entusiasta Secretaría de Hacienda, que “México se consolida como líder emisor en los mercados financieros internacionales con la exitosa colocación de nuevas referencias en dólares”.
  • El himno del Aeropuerto Felipe Ángeles: Vuelan, vuelan hacia los cielos las aeronaves con libertad/Varios destinos en territorio, también con rumbo internacional./Tus integrantes hombres, mujeres, que garantizan seguridad/ siempre eficientes e inteligentes, profesionales en su accionar…”.
  • Los documentos programáticos de la Nueva Escuela Mexicana.
  • Declaraciones presidenciales en la guisa de “yo soy el destapador y mi corcholata favorita va a ser la del pueblo”. 
  • Nombres como el del Instituto Para Devolver al Pueblo lo Robado. 
  • Los desplegados del oficialismo: “El presidente Andrés Manuel López Obrador, encarna a la Nación, a la patria y al pueblo. Los que se oponen al Presidente de México son ¡unos traidores a la nación, la patria y al pueblo!”
  • Las meditaciones, leídas en tribuna, sobre enigmas fundamentales de la era –¿hacia dónde mirará el presidente al amanecer?– y la victoria, al ser asimilada por la clase gobernante, de la escuela de declamación de Paco Stanley. Véase la declaración de la secretaria de Gobernación: “Estoy segura que cuando el presidente esté en Palenque, cerca de Tabasco, su agua; en Chiapas, su tierra; cerca de Veracruz, su origen, muchas mañanas amanecerá mirando al suroeste, hacia Oaxaca, su escuela e inspiración sobre el significado eterno y profundo de la grandeza cultural del pueblo de México”.
  • Los discursos que se toman seriamente palabras como benemérito, ínclito, preclaro, insigne, sempiterno, inmarcesible, excelso.
  • Los recién arrimados a la piñata de puestos y presupuestos que es la Transformación, y a falta de convicciones propias se apresuran a memorizar los discursos que se toman en serio palabras como benemérito, ínclito, preclaro, insigne, sempiterno, inmarcesible, excelso.
López Obrador. El monopolio de la "legítima" protesta. Foto: Miguel Dimayuga

La Causa todo lo transfigura: no hay adulación, apenas himnos objetivos. No hay hipérbole posible: todo es tan inmenso. Y no hay exceso sino para quienes ignoran que los sentires del pueblo sólo son comunicables en el registro de lo telúrico, cuando menos lo torrencial.

La reforma al Poder Judicial. El joven manos de tijera pone un consultorio de circuncisiones 

El 11 de septiembre de 2024 se aprueba una reforma constitucional que busca transformar al atroz Poder Judicial y, en lo inmediato, afianza la influencia del obradorato en los tres poderes del Estado mexicano.

Si la idea no puede ser más loable, la ejecución genera resquemores. Y los cuestionamientos son razonables porque su enunciación ciertamente toma la forma de una pregunta retórica: ¿Actuarán con rectitud los vicarios del régimen tras ampliar tan generosamente la esfera de su poder? ¿Podrán resistirse a la posibilidad de usar facciosamente los tribunales? 

Se critica la inadecuación entre la gigantesca complejidad del aparato de justicia y una reforma que lleva el sello de las grandes decisiones del régimen: lírica, atrabancada, indiferente al diablo que habita en los detalles. Y se advierte: sus esfuerzos democratizadores, expresados en la elección de los jueces mediante voto, podrían dar origen a un sistema inviable y de paso omitir los cambios necesarios para construir un sistema más eficiente.

De cumplirse el cometido pregonado por sus defensores, la reforma será un hito en la historia del país. De hacerse realidad los presagios adversos, habrá conseguido algo difícilmente imaginable: empeorar la impartición de la justicia en México. Para tranquilidad no de todos, el futuro queda en manos de la lucidez y sensibilidad de los dirigentes del bloque gobernante, incluida la legión de aspirantes a prócer benemérito, ínclito, insigne y/o preclaro.

Imagen que se reserva los pronósticos 

El frenesí de la victoria electoral de 2024 es un clima propicio que invita al bloque gobernante a desoír o dar por inexistentes las contradicciones que lo atraviesan. Contradicción, por ejemplo, entre su retórica hazañosa, ampulosa, y una época todavía marcada por las infernales condiciones que imponen las muchas caras de la violencia (homicidios, desapariciones, reclutamiento forzado de jóvenes por el crimen organizado, desplazamientos, el calvario migrante, la trata de personas, la explotación sexual, la explotación sexual de niños, el secuestro, la extorsión). 

Contradicción también entre los polos que lo habitan: es verdad que Morena sigue contando entre sus filas con representantes de lo mejor de la izquierda mexicana. Ha conseguido mantener su impronta plebeya y abrir un espacio para la representación de una población sistemáticamente agraviada por el proyecto hegemónico por décadas: “Aquí gobierna un naco”, declara el presidente desafiando toda una era en la concepción de la política en México. 

Manifestación contra la reforma al Poder Judicial. Foto: Miguel Dimayuga

No es menos cierto que al nuevo bloque gobernante también lo componen sus alianzas miserables, su recibir ejércitos de corruptos aduciendo razones pragmáticas, sus impulsos trogloditas, su batidillo ideológico, la complacencia ante su corrupción e incompetencia, la merma teórica que el presidente le inflige y, previsiblemente, la dificultad para arrancarle a la realidad transformaciones significativas.

En este contexto, el que los dirigentes del régimen persistan en el triunfalismo fanfarrón y las ínfulas de superioridad moral no sólo es insostenible: si se perpetúan las malas condiciones de vida para la gente, y si el bloque en el poder se limita a fagocitar la estructura política que hereda, terminará convertido en la fachada a cuyo amparo ya sólo se estarán renegociando los términos y modos de una oligarquía de nuevo cuño, enamorada de sí misma, tanto más poderosa porque habrá conseguido la desmovilización de la izquierda, y enfundada en la inmunidad que corresponde a quien conmovido hasta las lágrimas recibe el título de Libertador de la Patria que él mismo se entrega.

El nuevo bloque gobernante resalta los rasgos que lo hacen diferente de los regímenes anteriores. Aunque las hay, hará bien en no menospreciar su capacidad para encontrar un camino propio hacia el fracaso.

2 de junio. Tras la victoria, contradicciones. Foto: Miguel Dimayuga 

 

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