Sedena
El Ejército no tiene compromiso con la verdad
Existen dos versiones sobre los hechos. Ambas coinciden solamente en la hora, el lugar y el número de las víctimas. En todo lo demás difieren. La tragedia habría sucedido a las 04:50 am del domingo 26 de agosto en la esquina que forman las calles Huasteca y Méndez del municipio de Nuevo Laredo.CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).–Es una constante grave la falta de compromiso con la verdad de las Fuerzas Armadas. No sólo se trata de unas cuantas manzanas podridas que, entre sus filas, se han dejado corromper, o bien, que han incurrido en violaciones abominables de derechos humanos.
El problema más serio es la mecánica de encubrimiento que se ordena, cada vez, desde la más alta investidura. ¿En qué se parecen los casos de Tlatlaya y Ayotzinapa? En que ambos repiten un esfuerzo político descomunal para ocultar las desapariciones y la masacre.
Algo similar ocurrió esta semana con el asesinato de cinco jóvenes en la colonia Cavazos Lerma de Nuevo Laredo, Tamaulipas. El patrón de desapego militar hacia la verdad regresó a escena.
Existen dos versiones sobre los hechos. Ambas coinciden solamente en la hora, el lugar y el número de las víctimas. En todo lo demás difieren. La tragedia habría sucedido a las 04:50 am del domingo 26 de agosto en la esquina que forman las calles Huasteca y Méndez del municipio de Nuevo Laredo.
De acuerdo con la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) los homicidios ocurrieron de la siguiente manera: elementos del Ejército que patrullaban las calles aledañas se vieron alertados por disparos de arma de fuego que condujeron a identificar a una camioneta blanca tipo “pick up” como causa del problema.
Afirma la Sedena que, en vez de detenerse, ese vehículo tripulado por siete individuos intentó darse a la fuga, pero terminó estrellándose. Ese choque habría provocado, dice la misma autoridad, que los elementos militares arrojaran una inexplicable ráfaga de tiros contra dicha camioneta.
Como consecuencia del operativo habrían fallecido cinco personas, una más fue a dar al hospital y el séptimo tripulante logró salir ileso.
Esa persona que salvó la vida, un joven de 21 años que lleva por nombre Alejandro Pérez, es la principal fuente de la otra versión. En entrevista con Pablo Ferri del diario El País (01.02.23) el sobreviviente narró que, junto con otros seis amigos, hizo la fiesta en un antro de Nuevo Laredo durante la noche del sábado y las primeras horas del domingo.
Cuenta también que, al dirigirse hacia casa de alguno de sus compañeros, ubicada en la colonia Cavazos Lerma, un convoy militar comenzó a perseguirles hasta que uno de sus carros chocó la parte trasera de la camioneta donde viajaba.
Asegura Alejandro que no llevaban armas y que por tanto es falso que hubieran provocado esa acción militar. Sin embargo, de la nada, recibieron una ráfaga de tiros que arrebató la vida a tres de sus compañeros. Todavía atrapados por la sorpresa, el resto de la tripulación, incluido Alejandro, logró bajar del vehículo. “Cuando salí de la camioneta escuché que los militares decían ‘¡mátenlo, mátenlo!”.
Confirmarían esta versión varios vecinos de la colonia Cavazos quienes aseguran que los militares habrían ultimado a dos jóvenes más cuando ya se encontraban fuera del transporte. Dichos testimonios fueron publicitados por Raymundo Ramos, presidente del Comité de Derechos Humanos de Nuevo Laredo.
Horas más tarde, los charcos de sangre dejados por esos cuerpos darían constancia del sitio donde los compañeros de Alejandro perdieron la vida. Un sobreviviente más de nombre Luis fue trasladado al hospital. Ahí se encuentra, desde el domingo pasado, en situación grave de salud.
Durante las siguientes horas creció el convoy militar y se congregó a una veintena de sujetos uniformados que impidieron el acceso a la camioneta baleada. Familiares de las víctimas y vecinos hicieron guardia alrededor del vehículo de los jóvenes en espera de que los peritos arribaran para colectar evidencia relacionada con la masacre.
Sin embargo, hacia las dos de la tarde, los militares habrían recibido la orden de remover el vehículo, lo cual despertó la ira de la población civil que no estuvo dispuesta a que la evidencia partiera sin ser analizada.
La tensión entre los pobladores y aquellos militares escaló y un par de soldados recibieron una aparatosa golpiza. Esto después de que el personal de la Sedena intentará apropiarse de un celular con el que se grabó el vehículo de los jóvenes. Al final, para contener la ira desatada, personal de la Sedena disparó al aire y presuntamente también contra el piso.
Son muchas las preguntas que hacen erupción a propósito de este trágico episodio. ¿Realmente el convoy militar escuchó balazos en la colonia Cavazos la madrugada del domingo? ¿Confundieron los agresores la camioneta tripulada por los jóvenes con algún otro vehículo? ¿Por qué dispararon contra aquellas personas desarmadas? ¿Quién y por qué habría dado la orden de ultimar a los sobrevivientes? ¿Por qué querían los militares remolcar el vehículo baleado sin que antes se hubiese celebrado la recuperación de evidencia forense? ¿Por qué intentó el personal de la Sedena destruir las imágenes recolectadas en los celulares de los vecinos?
Y más importante que todo: ¿por qué, después de transcurridas 48 horas, la Sedena publicó un comunicado tan incoherente como plagado de mentiras?
Ya se dijo antes: este episodio de Nuevo Laredo recuerda a los casos de Tlatlaya y Ayotzinapa. También a la desaparición de cuarenta y tantos jóvenes, a manos de personal de la Marina, ocurrida en este en el municipio en 2018.
En todos los casos hubo crímenes abominables encubiertos por el alto mando militar y una serie de mentiras toleradas por el gobierno de la República.
El presidente Andrés Manuel López Obrador creó expectativa cuando prometió que durante su gestión las cosas iban a ser distintas. Y, sin embargo, su gobierno también se ha dedicado a encubrir crímenes militares del pasado y ahora del presente. La operación para descarrillar la investigación del caso Ayotzinapa tiene motivaciones similares a las de su antecesor, Enrique Peña Nieto. Continúa siendo más importante mantener la impunidad para el personal de la Sedena que dar con la verdad.
El modus operandi en este caso de Nuevo Laredo vuelve sobre la misma mecánica de simulación. Se acribilla a gente inocente, se le remata y luego se inventa una narrativa falsa, revictimizante y blindada por el poder.