Terremotos en Turquía y Siria
Turquía, Siria y los vientos de cólera después del temblor
Algunos creyeron que se trataba de un bombardeo antes de entender que se estaba moviendo la tierra. No imaginaron que en 30 segundos su vida cambiaría.CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Algunos creyeron que se trataba de un bombardeo antes de entender que se estaba moviendo la tierra. No imaginaron que en 30 segundos su vida cambiaría. Aún faltan las explicaciones científicas que permitan saber por qué el choque entre la placa continental de Capadocia y la de la península arábiga, con un temblor de 7.8 en la escala de Richter, provocara semejante destrucción.
Las consecuencias parecen ser más graves que las de los dos grandes sismos registrados en 1939 y en 1999. El sur de Turquía y el noroeste de Siria coinciden en esa franja, que en los últimos tiempos ha servido de alojamiento al más importante desplazamiento de personas que huyen de una guerra que ya dura 12 años.
Imposible imaginar lo que se ha vivido en estos días en ciudades como Idleb o Sarmada, cuyas calles están llenas de escombros, sin electricidad, dedicados sus habitantes a la búsqueda de personas desaparecidas cuyo número ya es imposible de seguir de un día a otro. Sin faltar el avezado sismógrafo que calcula que, de acuerdo con los miles de edificios destruidos, pueda haber más de 100 mil personas enterradas.
En Antioquía, en la provincia de Kahranmaras y capital de Hatay, el constructor de un edificio que se vino abajo erigido apenas hace 10 años, fue detenido en Estanbul a punto de abordar un vuelo que lo llevaría a Montenegro. Buscaba eludir la responsabilidad del desplazamiento del inmueble que mató a muchos de quienes habitaban los 250 departamentos. Él insiste en que siguió todas las reglas establecidas, pero solamente es uno de los 134 expedientes que han solicitado 148 jueces en 10 de las provincias turcas que buscan identificar a los responsables del desplome de los edificios.
Es comprensible la cólera que ha desatado ver a tanta gente sufriendo por las calles, en albergues improvisados o en las tiendas de campaña de los refugiados, algunos de los cuales dicen que nunca se sintieron más seguros por no estar en el interior de esos edificios convertidos en tumbas. Pero tiene que establecerse por qué fue tan brutal el resultado, alguien habrá advertido a los constructores que estaban en una falla sísmica con resultados como los que se han visto.
Por si no fuera suficiente, la ayuda ha fluido hacia la parte afectada en el sur de Turquía, donde se registró más mortandad, pero en el noroeste de Siria es casi imposible hacer llegar los apoyos por tratarse de una región que no controla el régimen sino varios grupos, entre los que destaca el islamista Hayat Tahrir el-Sham, un antiguo brazo de Al-Qaeda en Siria, aislándola del resto del país. Sólo hay el paso posible de Bab el-Hawa en la frontera entre los dos países para que fluya a cuentagotas la ayuda humanitaria a través de la ONU.
A la anarquía de la región han contribuido las condiciones meteorológicas, que ha provocado bajas temperaturas con lluvias y nevadas. El mayor esfuerzo lo ha hecho la defensa civil de los 2 mil 800 Cascos Blancos, que se ha dado a conocer por sus acciones de apoyo a la sociedad en la guerra, especializándose en acudir a los lugares bombardeados para socorrer a las víctimas, actuando entre la zona rebelde de Jarablous hasta Alepo, donde los hospitales no tienen capacidad para atender a los miles de heridos.
Un antecedente importante: la región más afectada entre los dos países registra la mayor densidad de población y el índice de natalidad más alto. Lo ejemplifica la pareja joven de refugiados, con seis o siete hijos, que se aprecian en las imágenes difundidas. Todo lo cual quiere decir que los derrumbes en una zona tan congestionada provocan más víctimas.
Y por si fuera poco, los pobladores han debido sufrir constantes bombardeos por la aviación rusa que va contra los rebeldes. Por esa razón muchos se despertaron al sentir el temblor del 6 de febrero en la madrugada creyendo se trataba de un ataque como tantas veces ha ocurrido.
La ayuda en la parte siria es precaria y muy necesaria, pero ofrece muchas dificultades poder proporcionarla. Uno de los obstáculos mayores son las sanciones impuestas por Estados Unidos, que han seguido los países de la Unión Europea, impidiendo a los bancos realizar operaciones con los sirios. Desde el establecimiento de la Ley César por el Congreso estadunidense, en vigor desde el 17 de junio de 2020, las sanciones se endurecieron al decidir atacar el corazón del régimen de Bachar el Asad, impidiendo a los sectores de la economía vinculados con los hidrocarburos tener acceso al sistema bancario internacional.
Pero, en cuanto conocieron las noticias de los temblores, el Departamento del Tesoro anunció el 9 de febrero que se levantarían ciertas sanciones por 180 días, en particular las transacciones vinculadas a la ayuda de las víctimas. Y luego de la ayuda humanitaria tendrá que venir la reconstrucción que, en particular en Siria, deberá atender lo que la guerra provocó y el temblor no respetó la fortaleza de la Ciudadela de Alepo; una construcción sólidamente cimentada que sirvió a la lucha de los Cruzados, resguardando pasajes imprescindibles de la historia del Medio Oriente.
El diario libanés L’Orient-Le jour ha dado en estos días la palabra a los habitantes de Idleb. El enfermero Ammar cuenta cómo el temblor sonó como una maldición después de una década de bombardeos del régimen de Asad con su aliado ruso para combatir a los yihadistas, desencadenando la crisis humanitaria que se vive. Ahora los paraliza la amplitud de la catástrofe, como enterarse cada mañana de la muerte del esposo de una amiga o de la pérdida de la esposa y hermanos de algún paciente.
Es interesante que lo despertó el ruido de sus pájaros queriendo salir de la jaula, cuando sintió una fuerte vibración. Salió de su vivienda con sus hijos y vio cómo los edificios se desmoronaban, algunos vecinos subían a sus automóviles buscando protegerse, pedían ayuda y escuchaban voces saliendo de los escombros. A la hora ya estaba con los equipos médicos atendiendo a las víctimas en los hospitales, los cadáveres llenaban los corredores, las camas estaban llenas de heridos. Y concluyó: un día que nuestros espíritus nunca olvidarán.
Análisis publicado el 19 de febrero en la edición 2416 de la revista Proceso, cuya edición digital puede adquirir en este enlace.