Análisis

México-Estados Unidos: tiempo de definiciones

Se avecinan momentos en que habrá que jugar muy fino para mantener el equilibrio entre ser un socio confiable del tratado económico de mayor importancia para el país y aferrarse a convicciones.
viernes, 29 de julio de 2022 · 12:59

CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Ya han pasado varios días desde que llegó a su fin la desangelada visita de AMLO a Washington. Los resultados consignados en la declaración conjunta emitida al finalizar la reunión no ofrecen muchas luces sobre lo que sigue. Los problemas centrales de la relación –migración, seguridad e incertidumbre sobre el cumplimiento de los compromisos establecidos en el TMEC– no tuvieron avances concretos. La declaración se limitó a dejar abierta la puerta para que se proceda a trabajar sobre ellos. ¿Qué tan lejos se podrá llegar?

El primer problema que merece un comentario es la migración. Múltiples circunstancias contribuyen a dificultar un avance positivo. En la reunión bilateral se evocó, como antecedente fundamental, la declaración sobre migración adoptada en la Cumbre de los Ángeles, reunión a la que no acudió AMLO. Se trata de un documento ambivalente en el que, por una parte, se da un paso adelante al mirar el fenómeno migratorio de manera integral para todo el hemisferio. Esto permite detectar los casos en que dicho fenómeno está encadenado, de tal suerte que lo que ocurre en la migración en Brasil, por ejemplo, afecta la pluralidad de los flujos migratorios que llegan a la frontera sur de México.

Sin embargo, esa mirada integral no permite ver la gravedad específica que presenta el caso mexicano. La situación limítrofe con el país hacia donde anhelan llegar todo los migrantes convierte a México en un caso excepcional. Un territorio en el que se acumulan el reclamo y la frustración de todos aquellos que avanzan hacia un país en donde, como declaran sus gobernantes, “la frontera está cerrada”.

Vista de esa manera, la Declaración de los Ángeles tiene poca utilidad como punto de partida para el diálogo bilateral México-Estados Unidos en materia de migración. De hecho, lo que se consigna en ella son frases reiterativas y carentes de cualquier sustancia, como “combatir de raíz los motivos de la migración”, una frase que, al no contener nada concreto, resume la trivialidad de los diálogos que han tenido lugar entre Kamala Harris y el gobierno mexicano.

Cierto que se trataron temas más específicos, como el apoyo a quienes desean entrar legalmente a Estados Unidos. No obstante, es de sobra conocido que el problema grave no es quienes desean entrar legalmente. Lo profundamente inquietante para México es el número, que había descendido y ahora crece de manera notoria, de mexicanos sin documentos que desean pasar al otro lado.

Tomando en cuenta el grado en que el tratamiento del tema migratorio está dominado por la baja calificación que al respecto recibe Biden, los prejuicios y temores que sembró exitosamente Trump y la cercanía de las elecciones intermedias en Estados Unidos, se puede asegurar que, con excepción quizá del número de visas, será muy poco lo que se logre en este ámbito.

Por lo que toca a la seguridad, el acontecimiento más importante después del encuentro es la detención del conocido narcotraficante Caro Quintero y su anunciada extradición a Estados Unidos. Se trata de un caso muy significativo por el grado en que el personaje estuvo comprometido con uno de los problemas que produjo las tensiones más serias entre México y Estados Unidos en los ochenta: la muerte del agente de la DEA Enrique Kiki Camarena.

Es difícil determinar si los tiempos coinciden con la visita de AMLO a Washington y se trata de un operativo que seguramente ya estaba en marcha. Lo importante es la reconciliación tácita con la DEA, que actuó conjuntamente con la Armada para que ocurriera la detención. Más allá de que a López Obrador le guste o no, el mensaje es que su papel en México parece inevitable.

Las pláticas que tendrán lugar en el marco del Acuerdo Bicentenario se referirán al envío desde México de fentanilo, la potente droga que está causando estragos en Estados Unidos, y el tráfico de armas, cuyos efectos en el fortalecimiento del crimen organizado en México es tan evidente. Está por verse lo que se logre antes de la celebración del encuentro tripartita de noviembre.

El tema más difícil al momento de escribir este artículo es el del cumplimiento de los compromisos del TMEC. Estados Unidos acaba de solicitar, a través de su representante comercial, el inicio de consultas con México respecto a múltiples medidas que favorecen a las compañías estatales Comisión Federal de Electricidad y Pemex, las cuales afectan negativamente a compañías estadunidenses operando en México en la producción de energía. Esas medidas son contrarias a compromisos asumidos por México en diversas disposiciones del TMEC.

Los procedimientos a seguir para responder a esta solicitud llevarán tiempo. Hay un lapso de 75 días para sostener consultas que, de no tener éxito, llevarían a un panel de controversias, tal y como está previsto en el tratado. No es el primer caso que llegaría a ese punto. Ya se encuentran ahí una controversia presentada por Canadá y otra, conjuntamente, por Canadá y México, esta última relacionada con la industria automotriz.

Ahora bien, esta vez se trata del tema más icónico de la política de la 4T, el de mayores consecuencias desde el punto de vista económico y de mayor trascendencia para la narrativa de nacionalismo y soberanía que tanto importa a López Obrador.

Se avecinan momentos en que habrá que jugar muy fino para mantener el equilibrio entre ser un socio confiable del tratado económico de mayor importancia para el país y aferrarse a convicciones que han conformado la ideología y el mensaje del líder con mayor impacto que ha tenido México en los últimos tiempos.  

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