Análisis

El viaje: más incertidumbres que certezas

La gira apresurada que López Obrador llevó a cabo por la región resolvió poco y dejó más incertidumbre que certezas. En primer lugar, no hay noticias de un serio fortalecimiento de las capacidades de nuestras representaciones diplomáticas en los países visitados.
jueves, 19 de mayo de 2022 · 14:05

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Los países del Triángulo del Norte constituyen una región desde donde surgen serios problemas para México. De ahí provienen flujos migratorios cada vez más numerosos, heterogéneos y difíciles de controlar; asociados a dicha migración vienen el tráfico de personas, drogas y violencia indescriptible y dolorosa, cuando se cruza con el crimen organizado que florece en México; las presiones más difíciles que Estados Unidos ejerce sobre nuestro país se refieren, justamente, a la migración que llega desde Centroamérica.

Con tales antecedentes, la gira apresurada que López Obrador llevó a cabo por la región resolvió poco y dejó más incertidumbre que certezas. En primer lugar, no hay noticias de un serio fortalecimiento de las capacidades de nuestras representaciones diplomáticas en los países visitados. ¿Puede nuestra embajada en Honduras, por ejemplo, tener una visión afinada de lo que ocurre en ese país después de la elección de la presidenta Xiomara Castro? ¿Se ha identificado a los sectores, gubernamentales y no gubernamentales con los cuales se deberá trabajar? ¿Hay una planeación adecuada para la reunión regional que se desea llevar a cabo el próximo semestre?

Desde el punto de vista de la narrativa, es lamentable escuchar cómo se reiteran frases ya gastadas sobre “combatir las causas de la migración”. Desde el día que tomó posesión, en diciembre de 2018, AMLO tuvo un encuentro con los tres países del Triángulo del Norte para dar a conocer el trabajo de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) sobre el desarrollo integral de Centroamérica. Desde entonces se habló de la imperiosa necesidad de tener financiamiento para las actividades a llevar a cabo, el cual incluía, entre otras aportaciones, 4 mil millones de dólares prometidos por Trump.

Nada de lo contemplado entonces se ha cumplido. El único adelanto ha sido la extensión hacia países del Triángulo Norte de proyectos muy apreciados por López Obrador, como Sembrando Vida y Jóvenes Construyendo Futuro. Ambos con problemas como la falta de transparencia respecto a su financiamiento, deficiente identificación de responsabilidades en el país donante y receptor, ausencia de procesos de seguimiento y evaluación de resultados, etcétera.

Algunos comentaristas han señalado que hubiese sido deseable una comitiva más amplia que incluyera a la Secretaría de Hacienda o a la de Economía. Sin embargo, su presencia era innecesaria en la medida en que no hubo propuestas de cooperación económica significativas. (La promesa de incorporar trabajadores guatemaltecos en México al Instituto Mexicano del Seguro Social no representa una carga que merezca la presencia de un secretario de Estado).

La novedad de la gira que se debe señalar es la visita a Belice, un país cuya situación fronteriza ha sido frecuentemente ignorada por los dirigentes mexicanos. El gobierno de ese país hizo una buena tarea colocando sobre la mesa propuestas interesantes de cooperación en materia educativa, de eliminación de aranceles para la exportación de ciertos productos agrícolas, así como la elaboración de un estudio de factibilidad para extender el Tren Maya hacia Belice, país con valiosas riquezas arqueológicas y turísticas.

Durante las mañaneras previas a la gira se evocó frecuentemente a Estados Unidos reclamando el incumplimiento de su contribución financiera al desarrollo integral de Centroamérica. Asimismo, en todos los comunicados finales se incorporó un llamado para que la Cumbre de las Américas sea una reunión que “permita a todas las voces del hemisferio, sin exclusión, ser escuchadas”, clara referencia a los casos de Cuba, Nicaragua y Venezuela.

El tema de Cuba se sitúa en otro nivel. Ahí nos encontramos con una de las relaciones más simbólicas para la narrativa mexicana en materia de soberanía y nacionalismo. No se olvida que, en los años más álgidos de la Guerra Fría, México fue el único país que se negó a romper relaciones con la isla. Durante el siglo pasado, la singularidad de esa posición fue motivo de prestigio para la diplomacia mexicana. Signo de la capacidad para tener el “derecho a disentir” sin que ello provocara –aquí la parte llamativa de dicha diplomacia– problemas en la relación con Estados Unidos.

En la actual visita a Cuba los tiempos han cambiado. Los actores, su margen de acción y las posibilidades de mantener los equilibrios de otras épocas deben revalorarse.

Tres puntos destacan en la posición de AMLO: el apoyo decidido al régimen castrista, a pesar de los muchos contratiempos que atraviesa y lo desprestigiado que se encuentra dentro de las democracias occidentales; el repudio al bloqueo económico, posición muy compartida como puede constatarse en las votaciones sobre el tema en la Asamblea General de la ONU; la condena a todo intento de ejercer presiones para que el pueblo cubano modifique el régimen revolucionario existente, sería una victoria “vil y canallesca”, señaló. Finalmente, como contraparte a la defensa apasionada del régimen existente, su pedido para que la Revolución “sea capaz de renovarse”.

De regreso a México, López Obrador retomó en la mañanera el tema de la Cumbre de las Américas anunciando que, de no incluir a todos los países del hemisferio, delegaría su presencia en el canciller Marcelo Ebrard y él no asistiría. El asunto mereció la visita inmediata del embajador estadunidense, Ken Salazar, a Palacio Nacional y un cambio de matiz en la posición de AMLO al día siguiente, al declarar que todavía hay tiempo para pensarlo.

Sin duda interesa saber si hay otros países que declinan la asistencia presidencial. Los 14 países de la Comunidad de Estados del Caribe han informado estar en esa línea. Igualmente es necesario conocer la posición de los países centroamericanos visitados. A pesar de la línea al respecto en los comunicados finales, dudo que estén dispuestos a declinar la asistencia presidencial.

La decisión de estirar la liga en la relación con Biden puede ser un detalle más en la relación de AMLO con el presidente demócrata de pocas consecuencias. También puede tener costos para la relación a largo plazo con la 4T, mismos que, como es normal, no se expresarán abiertamente. Como en la mayoría de temas de nuestra política exterior, existen hoy en día más incertidumbres que certezas.  

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