Remesas

Remesas y gobiernos indolentes

Si no tuviéramos esas remesas, la balanza de pagos del país estaría en enorme riesgo financiero y, además, los ingresos de miles y miles de hogares quedarían más que mermados, mientras que el consumo interno y la dinámica económica –de por sí reducida– se desplomaría.
martes, 26 de abril de 2022 · 09:49

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).– Las remesas enviadas a México por nuestros compatriotas migrantes y sus familias alcanzaron la impresionante suma de 51.6 mil millones de dólares en 2021, la cifra más alta de la historia, como reporta el Banco de México.

Si no tuviéramos esas remesas, la balanza de pagos del país estaría en enorme riesgo financiero y, además, los ingresos de miles y miles de hogares quedarían más que mermados, mientras que el consumo interno y la dinámica económica –de por sí reducida– se desplomaría. Por éstas y otras razones las remesas se han convertido en una cuestión vital, cada vez más importante y estratégica; no son simplemente un número accesorio, pues ahora configuran un componente esencial de la estructura económica del país.

Si el total de remesas lo convertimos a pesos (20 por uno), las cantidades resultan asombrosas. Para aquilatar su relevancia consideremos que todo el presupuesto federal de 2021 destinado a educación apenas representa 32.7% de las remesas de ese año; todo el presupuesto destinado a salud equivale a 14.1% y todo el presupuesto de bienestar apenas representa 18.6%. Frente a las remesas, el gasto federal palidece.

Vale decir que es muchísimo más el dinero que las familias mexicanas reciben por remesas –que destinan al consumo y necesidades básicas– que aquello distribuido a través del presupuesto gubernamental federal, al que además hay que restar su respectivo y pesado gasto burocrático. En realidad, como puede apreciarse, las remesas significan varias veces más recursos para las familias que lo aportado por el gasto federal a sus necesidades de educación, salud y lo que engloba bienestar, como pensiones para adultos mayores y becas a jóvenes.

Posiblemente algo de sonrojo pudieran provocar las cifras anteriores para nuestra élite política y sus funcionarios, que encima de todo persisten en no valorar la trascendencia de la migración mexicana al extranjero ni su contribución continua y generosa para el conjunto del país, la sociedad y la economía. Desafortunadamente predominan la indiferencia y la indolencia, que además amplifican el riesgo de convertir la emigración en parte más que sustantiva, imprescindible, del modelo de desarrollo ante la ineficacia del Estado.

Dicho de manera simple: la inercia avanza en suplir la incapacidad del Estado con la acción social convertida en migración y remesas. ¿Alguna semejanza con el escenario de países como Honduras, El Salvador y Guatemala… o Haití?

Conforme las remesas se convierten en parte mayor de la dinámica económica y sustento social de la población en México –sustitutos funcionales de gobiernos ineficaces y, en la peor vertiente, irresponsables o corruptos– mayor será la necesidad de emigrar. Este ­círculo que ata con acero a la migración, a las remesas y al bienestar efectivo de las familias es hoy una realidad tangible, sobre todo si se le aprecia desde el horizonte de los estados.

Veamos los ejemplos más relevantes.

El caso más crítico es Michoacán. El año pasado esa entidad recibió 97.2 mil millones de pesos por remesas, cantidad inmensa que equivale a 128.5% del presupuesto total del estado para el mismo año. Dicho de otra manera, desde la perspectiva de las familias michoacanas es mucho más lo recibido mediante remesas que todo aquello que alcanzan a recibir del gobierno estatal en servicios y funciones públicas. Y esto suponiendo que el gasto estatal de Michoacán se usa plena, completa y eficientemente, lo cual es una hipótesis irreal. Estas condiciones revelan que la dinámica económica y social de Michoacán ya contiene una articulación estructural entre migración, remesas y acciones de gobierno proporcionalmente menos relevantes para el bienestar de la población.

Un escenario similar lo tiene Zacatecas, en donde las remesas de 2021 (30.7 mil millones de pesos) equivalen a 101.6% del presupuesto total del estado. Desde la perspectiva de las familias, el resultado es igual al de Michoacán: las remesas son más que fundamentales para su bienestar.

Como puede suponerse, la misma situación se repite en otros estados con alta y tradicional migración. Revisemos rápidamente el equivalente de las remesas frente a los respectivos presupuestos estatales, considerando los casos más dependientes de éstas: Guanajuato, 94.1%; Guerrero, 83.6%; Jalisco, 82.1%; Morelos, 79.7%; Durango, 72.9%; Nayarit, 70.7%.

El promedio entre los estados, considerando a los 32, es de 49.3%. Por encima de esta cifra pueden considerarse estados muy dependientes de las remesas; debajo de esta cifra, menos dependientes. Los que tienen mejor indicador en la relación presupuesto y remesas son Baja California Sur (15.2%) y Campeche (13.4%).

En todo caso, lo relevante es destacar que conforme las remesas se convierten en parte sustancial del bienestar social y del consumo de las familias –para citar una de sus contribuciones–, el rol del presupuesto estatal o federal para la calidad de vida de la población tiende a disminuir proporcionalmente. “La gente resuelve por su cuenta”, para decirlo en términos de moda; es verdad. Pero simultáneamente se abre un hueco para gobiernos irresponsables e ineficientes, en la misma escala como la migración y las remesas son más decisivas para el desarrollo y bienestar familiar.

Las remesas deben agradecerse y debemos valorar enormemente a las personas que las envían, sin duda. Pero al mismo tiempo es necesario cerrar la posibilidad de convertirlas en sustitutos funcionales de los gobiernos. Por el contrario, debieran ser palancas e incentivos para corregir el gasto público, federal y en los estados. De entrada no es aceptable que las familias mexicanas sean cada vez más dependientes de las remesas, como está sucediendo, sin otras alternativas económicas y con todos los incentivos para volver a emigrar en amplia escala. Tampoco es aceptable tener gobiernos que pacientemente –dicho de manera educada– encuentran en las remesas una “solución” indirecta a sus responsabilidades más ­elementales. 

*Profesor PUED/UNAM, excomisionado del INM

Este análisis forma parte del número 2373 de la edición impresa de Proceso, publicado el 24 de abril de 2022, cuya edición digital puede adquirir en este enlace

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