Isabel Miranda de Wallace
El regreso de los espectaculares de la señora Wallace
Entre los argumentos validados por el juzgador están la violación que esa campaña de publicidad ejerce contra el principio de presunción de inocencia, sobre todo de Quevedo Cruz quien, después de 15 años en prisión, no ha sido aún juzgada en primera instancia.CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).– “Desde el día que se conocieron Juana Hilda N y Hugo Alberto Wallace hay registro de 18 llamadas en total. ¿Y así niega que lo conoció?”.
Esta frase críptica subió a las alturas gracias a un espectacular, propiedad de la empresa Showcase, ubicado sobre el Circuito Interior a la altura del Metro Oceanía.
Como cabeza aparece una leyenda que dice “pruebas secuestro #casowallace”.
Isabel Miranda, dueña de Showcase, confirma que en nuestro país lo importante no es tener la razón, sino tener el dinero.
En el expediente del caso Wallace no hay evidencia para concluir que Juana Hilda N (González Lomelí) y Hugo Alberto León (Wallace) Miranda hayan sostenido todas esas conversaciones telefónicas.
Es cierto que Hugo Alberto se comunicó en varias ocasiones al teléfono celular número 55 2864 4890, y también que la compañía Telcel afirma que ese número estaba a nombre de una mujer llamada Carmen Ortega Becerra. (Fuentes alternas indicarían que ese mismo número, en la fecha del presunto secuestro –julio de 2005–, estaba en realidad a nombre de otra mujer: Lucero Landeros Cisneros).
Sin embargo, en el expediente no existe ningún indicio o dato de prueba que permita decir que Juana Hilda González tuvo en su poder un aparato celular vinculado al número referido.
En la alcaldía Álvaro Obregón, también bajo la etiqueta “pruebas secuestro #casowallace”, se halla otro espectacular en el que se afirma que “César N (Freyre) y Jacobo N (Tagle Dobin), compraron una sierra para descuartizar el cuerpo de Hugo Alberto”.
Es casi imposible percibir que, junto a ese mensaje, la señora Miranda mandó agrandar un ticket de compra de una tienda de autoservicio el cual fue presentado como prueba de la acusación.
Ese comprobante de compra refiere a la adquisición de una motosierra –que no es lo mismo que una sierra eléctrica–, la cual se habría hecho a las 02:48 AM del martes 12 de julio de 2005, en un establecimiento ubicado a más de 12 kilómetros de distancia del lugar donde Freyre y Tagle presuntamente quitaron la vida al hijo de la señora Miranda.
El asunto se complica cuando los testimonios que aparecen en el mismo expediente refieren como hora del fallecimiento de Hugo Alberto las 03:00 AM.
¿Cómo es posible que César N y Jacobo N hubiesen asesinado a Hugo Alberto, en un edificio de la colonia Insurgentes Mixcoac, 12 minutos después de haber adquirido una motosierra al otro lado de la ciudad? (El don de ubicuidad no es un delito castigado por el código penal mexicano).
Con la misma contundencia podría continuar respondiendo a cada uno de los 50 carteles inmensos que Isabel Miranda ha colgado en la zona del Valle de México y otras ciudades, como León, en Guanajuato, y Tuxtla Gutiérrez, en Chiapas.
El problema es que, para contar con igualdad de circunstancias en la exposición de los argumentos, sería necesario invertir un presupuesto de 3 millones de pesos mensuales –que es el costo aproximado de esa campaña de publicidad– y también con la disposición de la competencia de Showcase para contrarrestar, igualmente con espectaculares, las acusaciones desplegadas.
Desde hace poco más de dos meses la empresa de la señora Miranda está dedicada casi por entero a defender en las calles y avenidas de la capital lo que muy probablemente va a perder en tribunales. Los anuncios del #casowallace se encuentran ubicados en arterias principales, como Periférico Sur, donde hay 15 de ellos; en Circuito Interior donde pueden ubicarse otros ocho, o en el Viaducto, que aporta siete más; también han sido sembrados en las avenidas Insurgentes, Constituyentes, Gutenberg, Cuauhtémoc y Prolongación Bosques de Reforma, entre otras.
Probablemente se trate de la peor campaña publicitaria jamás vista en el país. Los textos son tan pequeños que apenas pueden leerse, los argumentos son rebuscados y solamente comprensibles para las muy pocas personas que conocen el expediente.
Entre toda esa basura visual hay un anuncio ubicado a un costado de la Supervía Oriente que merece particular atención. Bajo la leyenda de cajón aparece una agresiva pregunta dirigida al Poder Judicial: “¿Resolverán el caso de Hugo Alberto Wallace conforme a constancias o lo harán considerando intereses ruines de quien preside la Suprema Corte?”.
El léxico utilizado en este anuncio exhibe que en Showcase no trabaja ningún publicista. Para la inmensa mayoría de la gente los términos “conforme a constancias” no significan nada. Tal cosa hace suponer que los destinatarios del mensaje no seríamos la gente común, sino las personas que integran el Poder Judicial.
Ante ellas Isabel Miranda acusa al presidente de la Corte –sin tener pruebas– igual y como en otros anuncios lo hizo con los supuestos secuestradores de su hijo. Tan tremendo despropósito topó esta semana con pared cuando un juez federal ordenó a las autoridades de dos demarcaciones de la Ciudad de México (Tláhuac y Cuauhtémoc) que retiraran los anuncios referidos.
La medida incluye aquellos espectaculares donde pudieran aparecer “los nombres, sobrenombres o imágenes” de Brenda Quevedo Cruz y Juana Hilda González Lomelí. Entre los argumentos validados por el juzgador están la violación que esa campaña de publicidad ejerce contra el principio de presunción de inocencia, sobre todo de Quevedo Cruz quien, después de 15 años en prisión, no ha sido aún juzgada en primera instancia. También considera la estigmatización y violencia de género impuesta sobre estas dos mujeres, justo cuando sus respectivos casos están siendo valorados por la justicia.
¿Por qué Isabel Miranda habrá incurrido en una estrategia tan descabellada cuyo propósito evidente es desprestigiar al poder público responsable de revisar su caso?
Sin descartar motivos de orden psiquiátrico que escapan a la comprensión de quien escribe estas líneas, cabe suponer que, como si se tratara de un ludópata en el juego del póker, ante la inminente derrota ella decidió jugarse el resto del capital económico y político que le restaba.
(Quiero agradecer a las varias decenas de personas que, a través de las redes sociales, me ayudaron a levantar el padrón de espectaculares del #casowallace dispuestos en el Valle de México y algunos otros sitios de la República).