Desaparecidos
El peso de la banalidad
Los seres humanos que hoy hacen la vida política del país son, por desgracia, la antítesis del Cid. Para ellos la palabra es un instrumento maleable, sin densidad ni peso, como sus propias personas en la etérea pantalla de una computadora o de un televisor.CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).– Cuenta la leyenda del Mío Cid que su protagonista, Rodrigo Díaz de Vivar, privado de sus bienes y desterrado por el rey Alfonso, pidió dinero a los prestamistas Raquel y Vidas. En prenda les dejó dos cofres con sus joyas haciéndoles prometer que sólo los abrirían si en un año no regresaba a pagar la deuda. El Cid volvió antes de la fecha. Al devolver el dinero abrió los cofres. Estaban repletos de arena. Ante el asombro, el Cid respondió que su palabra era más preciosa que todas las riquezas del mundo. La palabra, al mismo tiempo que crea el mundo al nombrarlo, revela también, como en la anécdota del Cid, nuestra calidad humana. Un hombre o una mujer que traicionan su palabra no valen nada.
Los seres humanos que hoy hacen la vida política del país son, por desgracia, la antítesis del Cid. Para ellos la palabra es un instrumento maleable, sin densidad ni peso, como sus propias personas en la etérea pantalla de una computadora o de un televisor.
Por desgracia sus consecuencias son terribles. Las palabras, en la medida en que crean el mundo, no sólo muestran la futilidad de un ser humano, provocan cosas. Cuando se usan de manera perversa (“dar vuelta al sentido”) generan acontecimientos de una densidad proporcional a su banalidad. Así, a diferencia del Cid, nuestros políticos traicionan sus promesas; a semejanza del rey Alfonso, difaman, mienten, manipulan, ocultan la realidad y terminan, con ello, por hacer que la violencia que azota al país no sólo se vuelva la continuación de la vida política, sino que adquiera día con día carta de naturalización. Son innumerables los ejemplos. Basta con abrir un periódico, visitar las redes sociales o mirar un noticiario para sentir su horror.
Uno de los casos más elocuentes, porque se refiere a las víctimas de la violencia, es el informe que el 8 de abril rindió en la “mañanera” Alejandro Encinas. Lo que mostró como logros de la administración de López Obrador, además de ser una forma de la mentira y de la malversación de la palabra, ocultan las traiciones que él y la Presidencia de la República hicieron de la palabra dada a las víctimas al inicio del gobierno de la 4T. Es también, por lo mismo, una forma de darle carta de naturalización al crimen.
1) Encinas miente cuando dice que el número de personas desaparecidas se carga en la base de datos en tiempo real. Sabe perfectamente que las fiscalías de los estados y la FGR suben la información de manera irregular, desfasada y parcial. Sabe también, por lo mismo, que esas cifras se irán actualizando a lo largo de los meses, mostrando saldos espantosos.
2) Malversa la verdad al decir que los hallazgos de fosas y de cuerpos disminuyeron en 2020. Ciertamente, hubo una disminución, pero ésta se debió a que las labores de búsqueda se suspendieron varios meses a causa de la pandemia y apenas empiezan a reactivarse.
3) Oculta la realidad al festinar que 38% de los 2 mil 763 cuerpos hallados de diciembre de 2018 a marzo de 2021 han sido identificados. Esa cifra, además de que oculta los otros 39 mil cuerpos que siguen sin ser identificados en los Semefos del país –cifra que irá en aumento con la reactivación de las búsquedas y la imparable violencia–, muestra que el Estado, como con Calderón y Peña Nieto, carece de la voluntad y la infraestructura necesarias para la identificación de cuerpos.
4) Miente al hacer pasar como logro de la 4T la localización de 58% de las personas reportadas como desaparecidas. Esa cifra es en realidad 4.9% menor que la cifra histórica de localización, que es de 59.1%.
5) Lo mismo hace al decirnos que 92% de las personas reportadas como desaparecidas en esta administración han sido encontradas con vida. Además de que el registro histórico es de 93.4%, 1.6% más, sus cifras están infladas. En ellas mezcla personas desaparecidas con personas no localizadas.
6) Pese a los señalamientos del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad (MPJD) el pasado 28 de marzo, durante el décimo aniversario de su surgimiento, Encinas jamás se ha referido a la Justicia Transicional que el presidente y la Secretaría de Gobernación se comprometieron en asumir y de la que abjuraron sin explicación alguna. Como en las anteriores administraciones, continúan atendiendo casos y no la realidad del fenómeno que los produce: la captura del Estado por parte del crimen organizado.
7) Guarda silencio en relación con la destrucción de la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas (CEAV) que, además de permanecer acéfala, fue despojada de su Fondo de Ayuda, Asistencia y Reparación Integral (FAARI). El fondo ha sido sustituido por una cosa llamada Recursos de Ayuda, Asistencia y Reparación Integral (RAARI) que, además de ser administrado por Hacienda –que nada sabe de víctimas–, es un completo galimatías que revictimiza a las víctimas.
Al ocultar la realidad Encinas camina en favor de la violencia y la mentira que forman parte de los poderes fácticos del crimen organizado, del presidente, de las administraciones pasadas, de Morena y sus partidos satélites, de la oposición y sus alianzas innaturales, de la propaganda de los partidos y de la miseria de una buena parte de sus candidatos. Tal vez su palabra, como la de la mayoría de nuestros políticos, se parezca, más que a la arena de los arcones del Cid, al ánfora donde Pandora encerró la esperanza.
Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, detener la guerra, liberar a todos los presos políticos, hacer justicia a las víctimas de la violencia, juzgar a gobernadores y funcionarios criminales, esclarecer el asesinato de Samir Flores, la masacre de los LeBarón, detener los megaproyectos y devolverle la gobernabilidad a Morelos.