Opinión
La lógica de Internet
En la red lo que domina es la abundancia y el poder lo asumen los usuarios, al tiempo que se les escapa de las manos a los actores tradicionales.Internet ha sido disruptivo no sólo porque lo transforma todo sino porque nos obliga a pensar diferente y a hacer las cosas distinto.
En Internet las organizaciones son menos importantes que las personas. En el mundo físico existen edificios emblemáticos de instituciones, empresas o arquitectos. En Internet existen espacios creados por individuos que resuelven las necesidades reales de las personas. En el mundo analógico dominan los grandes paradigmas; en Internet se solucionan problemas o búsquedas concretas con una palabra clave, una pregunta o un tutorial.
Los usuarios somos quienes decidimos qué queremos ver y consumir; también cómo, cuándo y dónde hacerlo. A eso se le llama “libertad”.
La radio y la TV son extremadamente eficientes para hacer llegar un mensaje a millones de personas y hogares. Pero son pasmosamente limitadas para conducir millones de contenidos a un solo individuo. Eso es exactamente lo que puede hacer Internet. A diferencia de la televisión o la radio, no existe un programador que decide y planea los contenidos, casi siempre en función de una popularidad que nace de la escasez, sino más bien un organizador de la información.
Ese ha sido parte del éxito de Google, pero en general de todos los algoritmos que se programan y aprenden en función de lo que las personas buscan, no de lo que les ofrece un programador o editor. Las empresas de Internet explotan el conocimiento y los intereses de los usuarios -no de los especialistas- y los convierten en resultados de búsqueda.
A diferencia de lo que se cree, el secreto de Internet no sólo radica en mostrar “lo más visto”; la clave radica en hacer todo accesible, ayudar a los usuarios a encontrarlo y ofrecerles recomendaciones. A diferencia de las empresas que las mueve el legítimo lucro, las personas suben contenidos a Internet y responden dudas de otros usuarios porque los mueve algo más que el afán de dinero. Quieren ayudar y hacer cosas de manera desinteresada para aliviar a otra persona el trabajo.
Los aficionados comparten lo que saben hacer y sus talentos sin esperar dinero a cambio, sin pretender el éxito comercial y masivo y sin creerse estrellas del espectáculo. Hay mejores exponentes de los ritmos dancísticos en TikTok que en los improvisados y acartonados segmentos de los programas misceláneos de la TV.
Escasez vs. abundancia. Durante décadas hemos sido rehenes de las industrias de los medios de comunicación porque han sabido explotar la escasez e incluso provocarla artificialmente mediante prácticas monopólicas: pocos contenidos muy atractivos, muy populares, que gustan mucho a las mayorías, con grandes éxitos de venta en horarios y formatos muy delimitados. Así han prosperado los éxitos de taquilla, los deportes de masas o los programas de TV en horario estelar.
Su máxima ha sido (heredada del pensamiento burocrático del Estado) que información es poder. Quien tiene información (el gobierno, los medios, los intelectuales, los periodistas, los médicos) tiene poder e influencia. Por eso la prensa y la televisión han sido tan importantes en siglos y décadas recientes porque saben jerarquizar la información y ofrecen lo importante, lo destacado, lo mediático, es decir, lo que imponen los medios.
Pero Internet hace explotar las estrecheces que impone la escasez. En la red lo que domina es la abundancia y el poder lo asumen los usuarios, al tiempo que se les escapa de las manos a los actores tradicionales. Lo más interesante es que esa proliferación cada día mayor no ha sido creada por las organizaciones o los medios sino por las personas. La diversidad que tanta falta hace en los medios de comunicación es la principal cualidad cultural de Internet.
Los medios más comprometidos con sus audiencias buscan incrementar en la medida de sus limitadas posibilidades la oferta y las opciones de contenidos. Netflix llegó y la multiplicó. Y en Internet la diversidad es exponencial y las opciones infinitas. Los medios serán cada vez menos masivos y el mercado de nichos y las comunidades son cada vez más importantes.
El informe 2019 de Televisa indica que la principal productora de contenidos en español generó más de 88 mil horas de contenidos para televisión abierta y de paga ese año. Parece mucho pero si lo comparamos con lo que producen los usuarios la “contribución” de la televisora sólo una mota de polvo en el universo de Internet. Cada minuto se suben a YouTube 500 horas de video. En 60 minutos alcanzan 30 mil horas. En un día ya son 720 mil horas de video. Sin mencionar los contenidos generados por los usuarios en Instagram, Facebook o TikTok.
Para hablar, promocionar o ejercer la crítica profesional de los contenidos de los medios y las expresiones del arte y la cultura se requieren otros medios, muchas veces propiedad de las propias empresas mediáticas. En Internet existen recomendaciones, mucho más eficaces y demoledoras que el juicio de cualquier experto.
Si queremos comprar un producto en Amazon, conviene leer las reseñas y/o recomendaciones verificadas de los usuarios. Confiamos en el criterio de personas reales que compraron o probaron el producto, no en la impostada y exagerada reseña de un conductor de televisión pagado para hacer el infomercial. De ahí lo escandaloso que resultan las reseñas positivas y negativas falsas en tiendas como Amazon, una estrategia de los vendedores para incrementar sus ventas o destruir las de sus competidores.
Definitivamente, más es mejor. Hoy donde hay más es en Internet. Los medios han perdido la oportunidad de darle a sus audiencias lo que realmente desean. Ahora esos usuarios buscan y encuentran porque saben que las empresas de Internet y sus algoritmos se enfocan en la personalización. Su vocación consiste en medir y no en suponer. Fomentan que el trabajo de decir qué quieren lo haga el propio usuario. Compartir y no controlar es la premisa de la red. Lo mejor está por aparecer en la barra del navegador...
El novelista estadounidense David Foster Wallace lo explica de forma insuperable: “la televisión no es vulgar y lasciva porque la gente que compone la audiencia es vulgar y lasciva. La televisión es así simplemente porque las personas suelen ser muy similares en sus intereses vulgares y lascivos, y ampliamente diferentes en sus intereses refinados, estéticos y nobles.”
*El autor es presidente de la Asociación Mexicana de Derecho a la Información (Amedi). Twitter: @beltmondi