Sociedad

Hace 80 años llegaron los refugiados a Santa Rosa, “la pequeña Polonia”

La antigua Hacienda de Santa Rosa tiene vocación de albergue desde hace al menos ocho décadas, cuando el gobierno mexicano acogió ahí a mil 543 ciudadanos polacos que huyeron de la guerra en Europa. Actualmente es una casa hogar para niños.

LEÓN, Gto. (Proceso).- Llegamos, en esta ciudad guanajuatense, a la Hacienda Santa Rosa, que hoy día es una obra social Salesiana, una Casa-Hogar para niños y adolescentes. Cruzamos la reja de entrada, avanzamos por la vereda hasta la que fue una próspera hacienda y llegamos al imponente edificio del antiguo molino, el cual alberga los dormitorios para niños. Más adelante encontramos el antiguo casco de la hacienda y a un lado la capilla. 


Al seguir el recorrido vemos el campo de futbol, el lugar donde estuvo la alberca, las actuales canchas deportivas de los niños. Las palmeras que adornan el jardín frente a la capilla fueron plantadas hace 80 años por los niños polacos, en 1943, cuando Santa Rosa se convirtió en el lugar de refugio para mil 453 ciudadanos polacos. 


Durante la Segunda Guerra Mundial la parte oriental de Polonia fue invadida por el ejército soviético y la población fue desplazada de sus hogares y llevada a campos de residencia forzada en lugares inhóspitos como Siberia, Kazajstán, Uzbekistán. Allí los polacos realizaron trabajos forzados y vivieron en pésimas condiciones, tanto por el clima como por falta de alimentos y la pérdida de la libertad, situación que duró hasta 1942, cuando la Unión Soviética se incorporó a la contienda de parte de los aliados (Inglaterra y Estados Unidos). 


Solo entonces los ciudadanos polacos fueron “amnistiados”. A los hombres se les reclutó para servir al Gobierno Polaco en el Exilio. Emprendieron un largo camino para conformar un ejército en Irán, zona clave para el ingreso de tropas y armas hacia la Europa ocupada por los nazis y lugar de operación de la Cruz Roja. 

Camino a Irán
Polacos. Camino a Irán /Foto: Especial


En ese contexto era importante mantener seguros a mujeres, niños y ancianos, a quienes se les buscó refugio en seis países de África y, sorpresivamente, en México.


El compromiso del gobierno mexicano para recibir a estos refugiados se concertó durante la visita al país del general Wladyslaw Sikorski, primer ministro del Gobierno Polaco en el Exilio en diciembre de 1942. 


El barco que transportó a los refugiados polacos a América fue el USS Hermitage, que tras seis semanas en alta mar y después de tocar puerto en Bombay, Nueva Zelanda y Australia, atracó el 25 de junio de 1943 en San Pedro, California, Estados Unidos. Desde allá viajaron durante cuatro días en ferrocarril para llegar a León, Guanajuato. 


Valentina Grycuk, quien vino en el primer transporte, el 1 de julio de 1943, cuando tenía seis años, relata: “Cuando llegamos a la estación de León era realmente un día de fiesta. Nos esperaban muchas personas: señoras con flores, con dulces para los niños, con paletas. Fue un recibimiento muy cálido. Yo veía que la gente mayor lloraba. Estábamos muy emocionados de ver la calidez de los mexicanos para recibirnos.” 

León. La estación del tren / Foto: Especial


Santa Rosa, el campo de refugiados llamado “la pequeña Polonia” por los habitantes de León, albergó a mil 543 personas, de las cuales alrededor de 900 formaban familias con uno o los dos padres, 193 venían solos, 30 en compañía de algún pariente y 236 eran niños huérfanos. Muchos de los hombres eran artesanos, hacían zapatos, carpintería, plantaban hortalizas o trabajaban en el mantenimiento de la hacienda. Las mujeres cocinaban, confeccionaban alguna ropa, como trajes tradicionales polacos para los niños, y organizaban eventos culturales para ellos. 


En ese entonces era un complejo social cerrado. Los polacos no podían trabajar o estudiar fuera de la hacienda, así que realizaban labores para su propia asistencia. Los niños y jóvenes iban a la escuela polaca de Santa Rosa, aprendían oficios y tenían actividades culturales y deportivas. 


“Era una hacienda hermosísima –recuerda doña Valentina–. La escuela era el edificio principal de la hacienda y que en un tiempo fue el molino. Había primaria, había secundaria y, para las muchachas ya mayores, había clases de corte … lo que quisieran estudiar, había la posibilidad. Daban las herramientas para que uno se defendiera en la vida. De ese colegio tengo un recuerdo muy lindo. 

Niños refugiados. Gratos recuerdos / Foto: Especial


“De mi niñez me acuerdo muy cálidamente, fue muy hermosa. A pesar de donde veníamos, de la tragedia que habíamos vivido, a mí afortunadamente no me dañó de esa manera porque yo estaba feliz con mis abuelitos. No me faltaba nada, iba al colegio, jugaba con mis amiguitas. Teníamos nuestras celebraciones religiosas también, porque Polonia ha sido de los países más católicos. Fui muy feliz en Santa Rosa.” 


La pintora Basia Batorska tenía 10 años cuando llego a México de Polonia (Bialowieza) y así recuerda la rutina diaria en la hacienda:


“Terminábamos de desayunar, estudiábamos, íbamos a la clase para sacar buenas calificaciones. Yo en verdad estaba cansada de sacar siempre perfecto, me aburrió. Entonces decidí pasar el año y quedarme. No fue muy agradable porque todas mis compañeras pasaron ya al año y yo me quedé con el año de retrasados, pero aprendí muchísimo. Aprendí que no vale la pena hacerme tonta. (…) Nunca pensé que mis recuerdos eran muy buenos de Santa Rosa, pero obviamente son muy buenos.” 


El campo de refugiados de Santa Rosa fue anulado oficialmente como tal el 31 de diciembre de 1946. Se acabó su carácter de residencia forzada y los refugiados fueron libres de instalarse y trabajar fuera del campamento. Los niños del orfanato fueron llevados a Estados Unidos y muchos adultos siguieron el mismo camino. Pero otros se fueron a la Ciudad de México, buscaron trabajo en ranchos vecinos o migraron a Yucatán y Tabasco. Sólo regresaron a la Polonia bajo el régimen soviético 87 de los refugiados. El casco de la hacienda fue completamente desocupado el 16 de mayo de 1947. 


Posteriormente, el señor Rafael González Muñiz, dueño de la antigua Hacienda de Santa Rosa, la donó al obispado de Guanajuato, que a su vez la convirtió en una casa hogar para niños. Desde 1959 los padres salesianos de Don Bosco se han hecho cargo de sus instalaciones, ahora llamadas Ciudad del Niño Don Bosco A.C.  
 

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