Cumbre de las Américas

La cumbre de la bofetada simbólica a EU

Especialistas latinoamericanos en relaciones hemisférica consultados por Proceso, destacan la falta de instrumentos de la administración del presidente Joe Biden para replantear las relaciones con América Latina y construir una nueva agenda de cooperación y entendimiento entre las partes.
domingo, 5 de junio de 2022 · 10:59

BOGOTÁ.(proceso.com.mx)- Más allá de lo que ocurra esta semana en la IX Cumbre de las Américas que se realizará en Los Ángeles, y de qué gobernantes asistan o no, ese evento y los aprietos diplomáticos que lo preceden ha dejado en claro que las relaciones entre Estados Unidos y Latinoamérica están “en un pésimo momento” y que Washington carece de una visión estratégica hacia la región.

 Así lo plantean especialistas latinoamericanos en relaciones hemisférica consultados por Proceso, quienes destacan la falta de instrumentos de la administración del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, para replantear las relaciones con América Latina y construir una nueva agenda de cooperación y entendimiento entre las partes.

Además, señalan que la “visión miope” de Washington ha alentado un posicionamiento cada vez más profundo de China en la región, que a través de inversiones y comercio ha adquirido una creciente relevancia para varios países latinoamericanos como Brasil, Chile, Perú y Ecuador.

El profesor de política latinoamericana en la Universidad Johns Hopkins en Washington, Francisco González, afirma que el solo hecho de que América Latina haya puesto a trabajar horas extras a la diplomacia estadunidense para tratar de salvar la IX Cumbre de las Américas constituye una “bofetada simbólica” de la región al poderoso vecino del norte.

Lo simbólico, dice el doctor en ciencias políticas de la Universidad de Oxford, “importa en política por el efecto que tiene en el ciudadano de a pie” y, en este caso, Latinoamérica, con el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador a la cabeza, logró erigirse “como un David que golpea a Goliat” en un sentido figurado, porque no puede hacerlo de otra forma.

López Obrador condicionó su asistencia a la cumbre a que Biden invitara a los presidentes de Cuba, Miguel Díaz Canel; de Nicaragua, Daniel Ortega, y de Venezuela, Nicolás Maduro, a quienes el mandatario estadounidense, el anfitrión, no considera democráticos y, por esa razón, los excluyó del cónclave hemisférico. 

La diplomacia estadunidense buscaba que el gobernante mexicano asistiera al evento, pero hasta el viernes 3 ni Washington había invitado a Cuba, Nicaragua y Venezuela ni López Obrador había decidido asistir.  Los presidentes de Bolivia, Luis Arce, y de Honduras, Xiomara Castro, también condicionaron su presencia en Los Ángeles a que no hubiera exclusiones.

“Si el presidente de México no está presente, esa cumbre será un fracaso”, dice el doctor en ciencia política y estudios internacionales de la Universidad de Birmingham, Raúl Salgado.

El presidente brasileño, Jair Bolsonaro, quien tenía una cercana relación con el exmandatario Donald Trump y tiene varias reservas con Biden, decidió asistir a la cumbre luego de que lo visitara un enviado de la Casa Blanca, pero está disgustado con su homólogo estadunidense porque piensa que no le ha dado su lugar y eso “congeló” las relaciones bilaterales.

Los desencuentros diplomáticos que han antecedido a la IX Cumbre de las Américas ya constituyen “un golpe” para Estados Unidos y Biden “está tratando de que no se vea tan catastrófico”, dice el profesor de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) en Ecuador, Ernesto Vivares.

Por esa razón, señala, Estados Unidos suavizó el mes pasado las sanciones económicas contra Cuba y Venezuela, lo que sin embargo no evitó que el presidente de México siguiera condicionando su participación en el cónclave en Los Ángeles, al cual enviará al canciller Marcelo Ebrard en caso de que decida no ir.

“Una cumbre sin México seguiría reforzando la idea de que Biden es una decepción por la falta de diálogo que ha tenido con su vecino más cercano y con América Latina, en un momento en que China le da a la región más relevancia y esto le permite a todas las corrientes políticas de Latinoamérica jugar a tres puntas, con China, Europa y Estados Unidos”, dice Vivares.

Una visión de los años 60

 Para la doctora en ciencia política y relaciones internacionales de la Universidad del Sur de California, Cintia Quiliconi, los accidentados prolegómenos de la cumbre envían un mensaje: que las relaciones bilaterales con Estados Unidos y el diálogo hemisférico “no están funcionando”.

Y esto se debe, asegura la académica argentina, a que Washington ha tenido una “visión miope” frente a la región y a que el Departamento de Estado “sigue anclado a las visiones de los años 60, cuando creía que nosotros éramos el área de influencia natural de ellos y no había nada que hacer, pero eso ha cambiado muchísimo en los últimos 20 años”.

Malestar histórico

El académico Francisco González considera que las desavenencias entre América Latina y Estados Unidos que han aflorado con motivo de la cumbre en Los Ángeles son sólo síntomas de los agravios históricos de la potencia hemisférica a la región y de la incapacidad de Washington para formular una política de relaciones hemisféricas. 

De acuerdo con el profesor en la Escuela de Estudios Internacionales Avanzados de la Universidad Johns Hopkins, Estados Unidos es un país más plural de lo que parece y es difícil para la Casa Blanca generar una perspectiva única, bipartidista, frente a Latinoamérica, porque no es una región donde ocurran eventos como la invasión rusa a Ucrania, en los que la mayor potencia global sí se juega su posicionamiento estratégico.  

“Las perspectivas homogéneas, que son las que permiten a Estados Unidos formular políticas fuertes, financiadas, es frente a causas que sacuden al mundo. Ahí sí se alinean el Ejecutivo, el Legislativo y los formadores de opinión. Eso no ocurre con América Latina”, asegura el licenciado en política y administración pública del Colegio de México (Colmex).

Por eso, agrega González, en este momento no existen condiciones para que Washington reformule su política hacia América Latina, aunque tampoco las hay para que reaccione con represalias ante México y los países que condicionan su asistencia a la IX Cumbre de las Américas a la participación de Cuba, Nicaragua y Venezuela.

“La idea de que el Tío Sam va a aplastarnos con un matamoscas no es real porque el país está muy dividido y la acción frente la región tiende a ser gradual, incremental, o con operaciones secretas, como los golpes de Estado en Guatemala contra Jacobo Arbenz (1954), y en Chile, contra Salvador Allende, en 1973, o en Nicaragua con los contras (en los 80)”, sostiene.

Sobre el liderazgo que ha jugado López Obrador en el grupo de países latinoamericanos que condiciona su participación en la cumbre y sobre la posibilidad de que se deteriore la relación con México por ese hecho, el experto en asuntos internacional considera que es “muy poco probable”.

“En Washington –señala—no sabe cómo actuar frente a López Obrador, los confunde, tanto a los demócratas como a los republicanos.  Ven la manera errática e idiosincrática en la que se comporta el presidente y no saben cómo leerlo y qué hacer frente a eso. No saben lidiar con eso ni cómo neutralizarlo y por eso van a la contención, sin antagonizar con él”.

Y es muy probable que el presidente mexicano esté consciente de esto y lo aproveche para hacer política interna y quedar ante su país como un gobernante que se atreve a poner límites a la potencia número uno del mundo que “no se deja doblegar por el imperio”.

“Estas posturas son las que más lo conectan con sus bases y dan muchos réditos políticos en Latinoamérica, no sólo en México, porque las usan Díaz-Canel, Nicolás Maduro y otros líderes populistas”, señala el profesor.      

En realidad, dice, la utilización política de “la lucha contra el imperio” se hace a partir de una realidad: ya no estamos en los 90, cuando Estados Unidos podían promover su propia idea de libre mercado, de libre comercio y de una democracia bipartidista y con cambios graduales.

La doble moral

El argumento de la administración Biden para excluir a Cuba, Nicaragua y Venezuela de la Cumbre de las Américas (la falta de democracia y la violación de derechos humanos en esos países) es cuestionado por los profesores de asuntos internacionales Cintia Quiliconi y Ernesto Vivares porque expone, según coinciden, “la doble moral” estadunidense.

El mes pasado, dice Quiliconi, Biden realizó una cumbre en la Casa Blanca con los gobernantes de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (Asean, por sus siglas en inglés), entre los cuales figuran mandatarios de países considerados no democráticos y con graves violaciones a los derechos humanos, como Camboya, Malasia, Brunei y Laos.

“Lo que vemos es que hay una especie de doble discurso o de doble vara de Estados Unidos porque, por un lado, no invitan a la Cumbre de las Américas a países con problemas democráticos, por supuesto, graves, gravísimos, pero en cambio Biden no tuvo ningún resquemor en sentarse a negociar con países que son considerados autoritarios, Camboya, Vietnam y Laos”, señala, y pregunta: ¿ahí dónde quedaron los principios?

Vivares, un doctor en política por la Universidad de Sheffield, en Reino Unido, considera que López Obrador y otros gobernantes latinoamericanos han visto la cumbre y la polémica que la rodea como una oportunidad de redefinir las relaciones con Washington sin dobles estándares.

“Porque a Estados Unidos se le puede decir, ‘a ver, por qué te preocupa la represión en Cuba y no te preocupó la represión en Chile con el presidente Sebastián Piñera (2019), o la represión en Colombia (en 2021, cuando murieron más de 40 manifestantes a manos de la policía respaldada por el gobierno de Iván Duque)’… son preguntas válidas”, señala el académico.

Esas preguntas, asegura, también se aplican al caso de Bolivia, donde la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) documentó "masacres" de civiles tras el golpe de Estado contra Evo Morales, en 2019, cometido por sectores de la oposición apoyados por Estados Unidos.

El internacionalista ecuatoriano Raúl Salgado sostiene que Estados Unidos ha usado la democracia y los derechos humanos como instrumentos de política exterior, pero los aplica según sus intereses, no como principios rectores, y por eso América Latina tiene razón en alzar la voz por la exclusión de la cumbre de países que Washington reprueba en esas materias. “Sería mejor que Biden debata con ellos”, asegura.

La profesora Quiliconi sostiene que China se debe estar frotando las manos con la brecha cada vez mayor que se abre entre Estados Unidos y América Latina porque la nación asiática sí tiene un proyecto estratégico “muy significativo” con esta región –a través del comercio y las inversiones-- que socava la influencia de Washington.

En 1990, por ejemplo, la participación de China en el comercio exterior de América Latina apenas representaba el 0.79%, mientras que en 2020 el porcentaje llegó al 14.43%, lo que significa que se multiplicó 18 veces en las últimas tres décadas. En cambio, la participación de Estados Unidos en el comercio exterior latinoamericano pasó del 41.99% al 37.90% en ese lapso, una caída de cuatro puntos, según datos de Naciones Unidas.

Países como Brasil, Perú, Chile y Argentina ya tiene a China como su principal mercado y América Latina es ya el segundo destino de las inversiones externas del gigante asiático, cuyos activos en la región superan los 100 mil millones de dólares.

“Estados Unidos debería preocuparse más por este desafío que le plantea China en su ‘patio trasero’ en lugar de estar en estas desavenencias con América Latina por una cumbre que puede resultar decepcionante”, señala el profesor Vivares.

El debate previo al cónclave, asegura el internacionalista, debilitará la discusión y los acuerdos que se pudieran darse en el cónclave de Los Ángeles en torno a temas fundamentales para el hemisferio, como migración, seguridad, narcotráfico, combate a la pobreza y lucha contra el cambio climático.

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