Cataluña: proceso electoral cíclico en un escenario polarizado
CIUDAD DE MÉXICO (proceso.com.mx).- El bloque independentista volvió a ganar las elecciones catalanas repitiendo el mismo resultado que lleva cosechando en los últimos 18 años: mayoría de escaños y casi mayoría de votos con la participación histórica de 81.94% del electorado.
El bloque unionista presenta dos novedades simbólicas muy importantes: Ciudadanos es el partido más votado en Cataluña; y el Partido Popular sólo consigue tres diputados, quedando incluso por detrás del partido anticapitalista (CUP).
Estas han sido unas elecciones profundamente anormales: la autonomía catalana está suspendida y el convocante es el gobierno español, el presidente Carles Puigdemont y cuatro ministros del gobierno catalán están en Bruselas, cuatro líderes del catalanismo se encuentran aún en prisión (entre ellos el vicepresidente Oriol Junqueras), después de que el 4 de diciembre liberaron a siete ministros presos.
La política del choque de trenes ha llevado a la polarización interna de los bloques, la competencia electoral estribó en demostrar quién era más independista o unionista, dejando totalmente fuera de juego del tablero el eje izquierda-derecha. Los dos partidos que han ganado en cada bloque, Ciudadanos y Junts per Catalunya (partido de Puigdemont), siguen el esquema de Emmanuel Macron: liberales, no definen políticas sociales y son fuertemente personalistas.
Puigdemont, el presidente legítimo fugado a Bruselas, ya ha ofrecido públicamente a Mariano Rajoy una reunión en cualquier punto de la Unión Europea que no sea España. Rajoy ha declinado la invitación y dice que sólo se sentará a hablar con el próximo gobierno catalán si éste se somete “al imperio de la ley”.
Pero formar gobierno en Cataluña puede ser más difícil de lo que se puede imaginar en primera instancia.
Cataluña es una democracia parlamentaria, la ciudadanía vota listas políticas cerradas y éstas se reparten los curules según los porcentajes y circunscripciones. Una vez formado el Parlamento, la lista o coalición de listas que consiga mayoría absoluta en primera vuelta, o más votos a favor que en contra en la segunda, elegirá presidente y esté tendrá el mandato de formar gobierno. La particularidad catalana, a diferencia del Parlamento español o italiano, es que el presidente tiene que ser un diputado.
El Parlamento catalán tiene 135 escaños, 70 en el bloque independista, 57 en el unionista y ocho no alineados pero que votarán en contra de cualquier presidente de derecha (o, para el caso, liberal). En el bloque independista hay ocho que difícilmente podrán tomar posesión, ya que están en prisión o en Bruselas. Sin estos ocho el bloque independista queda con 62 curules que pierde frente al bloque unionista que llega a 65 escaños. Para que el bloque independentista consiga los votos suficientes, cuatro de los parlamentarios electos han de renunciar a su curul, muy probablemente con la promesa de formar parte del nuevo gobierno. Esta jugada pone el bloque independista otra vez en manos de las Candidaturas de Unitat Popular (CUP, partido independentista anticapitalista y asambleario) que ya hizo renunciar a Artur Mas en 2015 a cambio de apoyar el gobierno independentista. En campaña han dicho que, si el gobierno no sigue con la construcción de la república, abandonarán el parlamento dejando sus escaños en abstención permanente.
La victoria en votos y escaños de Ciudadanos, uno de cada cuatro catalanes optó por ellos, dan un importante símbolo al bloque unionista. Inés Arrimadas, líder del partido naranja en Cataluña, no tiene los apoyos necesarios para ser presidenta, y repetirá como líder de la oposición. Su gran resultado electoral se debe leer también como una victoria apabullante sobre el Partido Popular que intentarán trasladar al resto del Estado español.
El gran derrotado de la noche es el Partido Popular y la estrategia de Mariano Rajoy para solucionar el problema catalán. El PP cosechó sólo tres escaños y 4.2% de los votos; sólo consiguió representación en una de las cuatro circunscripciones; en el Parlamento queda como la última fuerza abocada a compartir el grupo mixto que con cuatro escaños dominará la CUP. Círculos muy influyentes en Madrid ya están pidiendo a Mariano Rajoy que convoque elecciones generales.
Los resultados ya se han cobrado la primera víctima: el catalán Jorge Moragas renuncia su cargo de jefe de gabinete de la presidencia que ha ejercido durante los últimos seis años para irse de embajador a la ONU. Moragas es uno de los hombres de confianza de Rajoy y participante activo de la “Operación Cataluña”. La salida, pactada con anterioridad, no parece que vaya a tener efecto en las posiciones del gobierno central respecto de Cataluña.
Tanto Junts per Catalunya (partido de Puigdemont) como Esquerra Republicana de Catalunya (partido de Junqueras) se han mostrado partidarios en campaña de intentar recuperar la vía bilateral (o vía Escocesa) o referéndum de autodeterminación pactado con el estado Español.
Recordemos que hasta junio de este año Puigdemont hizo ofrecimientos públicos para hacer el referéndum pactado y el gobierno de Rajoy se negó a hablar.
La estrategia de represión, judicialización y suspensión de la autonomía aplicada por el Partido Popular y apoyada por el Partido Socialista y Ciudadanos no ha funcionado. En el peor escenario posible del independentismo ha conseguido igualar su registro. El mejor titular del viernes, de El Correo de Andalucía, refleja claramente el carácter cíclico que está tomando este proceso: “Cataluña vuelve a la casilla de salida”.
Las elecciones prueban que los bloques están profundamente arraigados en la población y que difícilmente se moverán de forma significativa en los próximos años. Hay que buscar acuerdos mínimos que empiecen a construir consensos que sirvan para a la larga desbloquear la situación.
El gran problema es el referéndum, los partidos catalanes no van a renunciar a él y ningún partido español parece dispuesto a aceptar que se haga. Menos Rajoy.
Mariano no es un hombre de cesiones ni de diálogo: ETA tuvo que entregar las armas a Francia porque España se negó a recibirlas y mucho menos a empezar un proceso de paz como Colombia o Irlanda. Cuando supo de la entrega, dijo: "El gobierno de España lo que hará es lo que ha hecho siempre, aplicar la ley igual para todos", y mientras gobierne la seguirá interpretando a su antojo.
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*Periodista catalán residente en México y articulista político de los medios catalanes Nació Digital y El Periódico de Catalunya