Israel Vázquez
“El Magnífico” Vázquez, un púgil supergallo indoblegable
En 2020, el púgil supergallo Israel Vázquez Castañeda, “El Magnífico”, compartió con Proceso su lucha contra la esclerosis sistémica que le fue diagnosticada dos años atrás. Tras su fallecimiento, compartimos con nuestros lectores la siguiente entrevista.Conocido como “El Magnífico”, Israel Vázquez Castañeda fue un púgil supergallo indoblegable. Protagonizó épicos encuentros, frescos aún en su memoria –el último fue su derrota por nocaut ante Rafael Márquez en mayo de 2010–. Fuera del ring, Israel enfrenta desde hace dos años el gran combate de su vida, ahora contra la esclerosis sistémica. Pero él no se rinde, pese al enorme cansancio muscular. “Voy a defenderme como gato boca arriba”, dice a Proceso.
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Israel Vázquez recibió el golpe más fuerte de su vida el día que escuchó el diagnóstico de la enfermedad que padece desde hace dos años. Cuando la reumatóloga pronunció esclerosis sistémica sintió que las palabras se le encajaron como un uppercut en la barbilla.
Aún medio noqueado empezó a entender por qué tiene esas como manchas rosáceas en su cara, por qué se ahoga al tragar su propia saliva, por qué su cuerpo está tan entumecido que no puede estirarse lo suficiente para ponerse los calcetines, por qué perdió más de 20 kilos de masa muscular, por qué la fuerza lo abandonó al grado de no poder cargar en brazos a su hija de siete años.
Israel Vázquez, El Magnífico; el excampeón mundial de los pesos supergallo, protagonista de cuatro electrizantes combates frente a Rafael Márquez, libra ahora una nueva pelea: vencer esa enfermedad autoinmune que produce una alteración del colágeno, es decir, de la proteína que da soporte a los órganos y tejidos del cuerpo.
“Le llaman la enfermedad de papel. Trato de ver el lado bueno, aunque en este caso no hay nada bueno. No niego que sí he estado triste, deprimido porque físicamente no me parezco a como era antes. Veo esas fotos donde estoy levantando los brazos después de una pelea y ahora prácticamente soy un esqueleto andante con un poquito de carne cubierta por piel. Sí me pega. Personas que me vieron durante mi carrera y como campeón, me ven ahora y dudan si soy yo. Trato de no decaer y de seguir adelante”, cuenta Vázquez.
Con el diagnóstico en la mano, Vázquez comenzó un tratamiento que él llama “quimioterapias”, porque vía intravenosa le suministran medicamentos con los que se tratan algunos tipos de cáncer.
Recibió cinco de estos tratamientos durante 2019 que requirieron hospitalización durante 24 horas. Sintió una mejoría drástica. Los resultados de sus análisis de creatina quinasa (CK) ya están en 170. El valor normal es 167, pero llegó a tenerlo casi en 400. Este estudio es un indicador del daño muscular.
En su casa de Los Ángeles, California, el expugilista continúa con su tratamiento, pero con pastillas. “Parece que está funcionando bien. Antes no podía estirar mis músculos ni para abrocharme un zapato, era doloroso para mí. Como no sabía que tenía una enfermedad yo pensaba que estaba así por la falta de ejercicio y me las ingeniaba para hacerlo. Ahorita estoy estable y mi próxima cita será a finales de mayo, aunque por la pandemia no sé si podré ir. Mi sistema inmunológico es débil y estoy expuesto a un contagio”, explica.
Un duro rival
Hace 10 años, en mayo de 2010, Israel Vázquez Castañeda dijo adiós a los cuadriláteros. Se retiró después de una derrota por nocaut ante Márquez –a quien venció otras dos ocasiones– con desprendimiento de retina que le hizo perder el ojo derecho; después de seis cirugías, prefirió usar una prótesis que esperar a que se le secara el órgano ya inservible.
Siempre alegre y dicharachero, Israel Vázquez jamás lamentó el descuido médico ni el propio, por el afán de volver a un ring pronto. Tampoco sataniza al boxeo por haberle pasado esa factura de perder un órgano.
Ya en el retiro, como ciudadano de Estados Unidos –país en el que ha vivido hace 22 años–, el excampeón mundial abrió en 2011 su gimnasio Magnífico Boxing Gym, donde antes de ser diagnosticado, trabajaba todos los días de siete a ocho horas.
En 2018 los primeros síntomas de la esclerosis sistémica aparecieron. Se descubría tan agotado que necesitaba ir a su casa a dormir. Sentía un cansancio muscular enorme que él atribuía a “la falta de vitaminas”. Y con la misma se inyectaba la Bedoyecta que tan bien lo hacía sentir cuando era boxeador en activo.
En este 2020, a sus 39 años, se definía como un hombre sano. Si acaso una gripe leve le pegaba de vez en cuando. Al médico sólo había tenido que ir para cumplir con los protocolos que exige el boxeo. Con el correr de los días aparecieron esas manchas raras en su rostro, después la delgadez progresiva y la falta de fuerza.
“Lo veía como algo normal porque dije: como ya no hago ejercicio, el músculo se está debilitando. No le tomé importancia”, recuerda.
Al verlo tan desmejorado, un vecino le preguntó que si padecía diabetes y lo alentó a ir al médico. Vázquez fue a Tijuana, donde le hicieron unos análisis de sangre y orina. El doctor que lo revisó le aconsejó consultar un reumatólogo. “En mi ignorancia, dije: ‘Las reumas son para gente mayor’. No fui. La enfermedad siguió avanzando”, confiesa.
En un viaje a la Ciudad de México, donde se reunió con el presidente del Consejo Mundial de Boxeo (CMB), Mauricio Sulaimán, éste le mandó a consultar con el doctor Fausto Daniel García, un promotor conocido en el boxeo mexicano. Por él, llegó con la doctora Rosa Lidia Montes, quien sólo por su condición física supo lo que le pasaba.
“Ya iba un poco preparado, aún no sabiendo el nombre de la enfermedad. La doctora dijo: ‘Es esclerosis sistémica, ataca la piel y los músculos’. Hasta ahí yo no había captado la gravedad del asunto. Unos meses después quise entender qué tengo. Vi videos de personas, algunas ya están muertas porque no recibieron la atención necesaria, y las fotos del antes y después de la enfermedad, cómo quedan. No te voy a mentir: sí se me rodaron las lágrimas, pero tengo que demostrar mi fortaleza, mi fe en Dios, que todo va a estar bien y pongo en mi mente que seré la primera persona en derrotar esta enfermedad.”
Nunca doblarse, la divisa
Gracias al tratamiento, Israel Vázquez ha recuperado la movilidad y un poco de fuerza. Camina, maneja su coche y ya puede estirarse para abrocharse los zapatos. “Mis reflejos sí están muertos. Mi cerebro dice: ‘Muévete’ y mi cuerpo tarda unos segundos en reaccionar”, detalla.
No puede levantar nada desde el suelo. Es capaz de cargar algo desde media altura, pero debe soltarlo de inmediato porque su espalda no aguanta.
“La enfermedad también afectó mi esófago. Mi esófago ahorita es como un popote, recto por completo. Me ahogo con mi propia saliva y no siento alivio al toser y tratar de aclarar mi garganta. Antes de que me diagnosticaran se me atoraba mucho la comida, sobre todo la seca. El esófago se abre para tragar y se cierra. Mastico y al intentar tragar se me queda atorada la comida. Tengo la recomendación de comer porciones muy pequeñas y de comida no tan seca.”
Vázquez recuerda cuando entrenaba para una pelea. Se empeñaba en dar el peso, bajar de 66 hasta dar los 55 kilos que se permiten en la división de los supergallos. Ahora, si acaso pesa 47 en un cuerpo de 1.64 metros de altura.
Ya no puede salir a correr ni entrenar tirando golpes al aire con mancuernas de entre dos y seis kilos. Perdió esos hombros fuertes donde nacieron los potentes golpes que le dejaron 32 de sus 44 victorias por la vía del nocaut. Vázquez lidia “a valor mexicano” con la tristeza que le provoca su enfermedad. Hasta ahora no ha querido ayuda psicológica. Se entretiene viendo documentales sobre temas que no conoce para aprender algo.
Cuidar a sus hijos y la compañía de su esposa le hacen la vida más llevadera. Tampoco tiene empacho en reconocer que fue criado en la cultura machista mexicana en la que nadie se sabe rajar.
“Me crie con un papá que me trataba a groserías: ‘Haz esto, cabrón; no te rindas’. Gracias a eso tuve triunfos dentro y fuera del boxeo, fue a base del empuje de mi papá, de sus nunca te derrotes, no te dejes. Eso hago hoy en día.”
–¿Cómo pinta el futuro para ti? Tienes una enfermedad que te irá deteriorando con los años.
–La enseñanza de mi papá es nunca doblarme, nunca demostrar debilidad ante las personas. Trato de no mostrarme débil ante mis hijos para que no crean que necesitan de alguien para lograr algo. Ya tengo un hijo de 17 años y estoy pensando en ya recurrir a la herencia para dejar repartido lo poco que tengo. Siempre se los he dicho: es algo natural y forma parte de las etapas de la vida, algún día voy a tener que partir. De cierta manera, los estoy preparando.
“¿Cómo quiero vivir? Voy a buscar ser independiente. Si algo llega a pasar, me interno en un asilo. Nadie me podrá ver. Algo que detesto es que me tengan lástima. Soy una persona machista que siempre dice: ‘yo puedo’, y lo voy a demostrar. Si no, estaré satisfecho de haberlo intentado. Así me veo en el futuro: me miro bien y moriré bien. Aunque estés en la lona, levántate; tira golpes, que sientan que tú mandas. Quizá sea muy machista eso, así es mi vida. A estas alturas no la puedo cambiar, voy a tirar golpes con esta enfermedad y a defenderme como gato boca arriba.”
Por ahora, Israel Vázquez está a la espera de saber cuándo podrá viajar a la Ciudad de México para su cita médica. Por ser una persona inmunodeprimida, forma parte de uno de los sectores vulnerables para contagiarse de covid-19.
“Tengo lo que necesito”
El gimnasio de Israel está cerrado por disposición del gobierno de Estados Unidos, que a cada empresario otorgó un apoyo de mil 200 dólares para tratar de sortear la crisis por el confinamiento.
Con el dueño del local que renta ya negoció que lo espere con el pago un par de meses, en lo que se compone la situación. Cuando tiene necesidad de salir lo hace con mucha precaución, con cubrebocas, mascarilla y guantes, que tiene de sobra porque el hospital donde atienden por hemofilia a su hijo mayor los dota de este equipamiento.
“Sí, me están dando golpes bajos, pero no como para darme un tiro en la cabeza y decir: ‘Adiós, se acabó Israel Vázquez con todo y la enfermedad’. Vivo bien porque tengo lo que necesito, no ocupo más. Nunca fui un boxeador excéntrico de gastar en joyas, carros de lujo o ropa de marca. Tengo el seguro médico que la dan a mis hijos por ser ciudadanos americanos y eso ayuda a mi economía.”
El expugilista mexicano asegura que peleará con su enfermedad tal como su hijo Israel lo hace con la hemofilia.
Rasca en su memoria. Era 2005 cuando estaba en plena preparación para enfrentar a Óscar Chololo Larios por el título de los supergallo del CMB en Las Vegas. Casi acababa de nacer su segundo hijo, Anthony, cuando a Israel lo diagnosticaron con hemofilia, otro nombre raro que su papá jamás había escuchado. El enfermo estaba internado en el hospital y al boxeador le tocaba hacer las guardias nocturnas.
Después de entrenar en las mañanas y de correr por las tardes, se bañaba, preparaba su maleta y se iba a relevar a su esposa, que en el día cuidaba al niño. Así fue durante tres meses. En su desesperación estuvo a punto de renunciar a esa pelea en la que se unificaban los títulos mundiales. Parecía que el cuerpo no le daba.
El Chololo Larios llegó con nueve defensas de su cinturón supergallo. Era la noche del 3 de diciembre de 2005, en el Mandalay Bay de Las Vegas, con el viento soplando en su contra, Israel Vázquez se impuso por nocaut técnico a los 2:52 minutos del tercer round.
Texto publicado el 17 de mayo en la edición 2272 de la revista Proceso.