Beisbol
Barry Bonds: el rey y su sombra
La polémica sobre el dopaje impidió al poseedor del récord de jonrones ingresar al Salón de la Fama de las Grandes Ligas. Por considerarlo de interés para los lectores, reproducimos el reportaje publicado en el número 1606 de Proceso del 12 de agosto de 2007 sobre el histórico pelotero.CIUDAD DE MÉXICO (apro).- En la era de los esteroides y cuando nadie se ha atrevido a escudriñar cuáles récords del beisbol han sido impuestos debido al uso de sustancias prohibidas, Barry Bonds se convirtió en el nuevo “rey de los jonrones” el 7de agosto de 2007 cuando alcanzó los 756 batazos de vuelta entera, con lo que despojó a Hank Aaron de la marca que ostentó durante 33 años.
El pelotero de los Gigantes de San Francisco se apoderó, a los 43 años de edad, del récord que se pensó imbatible. Ante los disparos del lanzador Mike Bacsik de los Nacionales de Washington, Bonds conectó en cuenta de 3-2 un bombazo de 435 pies que fue a parar al jardín derecho del AT&T Park.
Desde 1999, cuando el pelotero nacido en Riverside, California, apareció en el entrenamiento de pretemporada con al menos siete kilos más de puro músculo, ha caminado junto con la sombra del dopaje. Aunque la noche que logró convertirse en el mejor bateador de la historia del beisbol el jugador declaró que “el récord no está empañado”, eso está lejos de ser verdad.
No hay una sola crónica, columna o nota que no haya mencionado la falta de certeza sobre la legitimidad de la hazaña de Bonds, pero que lo consiguió, nos guste o no.
Mientras en la casa de los Gigantes la multitud aclamó al nuevo héroe, en otros estadios de la Grandes Ligas los abucheos no se hicieron esperar cuando en las pantallas aparecieron las imágenes del histórico batazo.
Los rumores sobre si Bonds usó o no esteroides fueron confirmados el 2 de marzo de 2004, cuando el periódico San Francisco Chronicle publicó información sobre las investigaciones que realizaba el gobierno federal de Estados Unidos en el caso del laboratorio BALCO (Bay Area Laboratory Co-Operative) y reveló que Bonds había reconocido que utilizó the cream (mezcla de testosterona y epitestosterona diseñada para disimular el uso de esteroides) y the clear (esteroide administrado en gotas debajo de la lengua). Ambas sustancias se las habría proporcionado su entrenador personal Greg Anderson, quien las obtenía de BALCO.
El reportaje documentó que el entrenador también le había suministrado hormona del crecimiento humano y esteroides durante 2001, año en el que el pelotero implantó la marca de más jonrones en una sola temporada, con 73. También fue publicada una grabación en la que Anderson reconocía que le había dado a Bonds sustancias prohibidas.
De igual manera se difundió el testimonio que ante el gran jurado rindió una exnovia de Bonds, Kimberly Bell, a quien el jugador confió en el año 2000 que estaba usando esteroides, así como las confesiones de Víctor Conte, dueño de BALCO -quien se retractó después- y de Jeff Valente, vicepresidente de la misma empresa, quienes declararon que le habían vendido the cream y the clear.
El diario también dio cuenta de los testimonios de los atletas C.J. Hunter y Tim Montgomery (ambos del equipo estadunidense que participó en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004 que fueron sancionados por haber dado positivo en controles antidoping), a quienes Conte describió lo que usaba Bonds.
Además de la investigación que por orden del comisionado de las Grandes Ligas realizó el exsenador George Mitchell, las autoridades federales indagaron si Barry Bonds cometió perjurio el 4 de diciembre de 2003, cuando reconoció ante el gran jurado de la ciudad de San Francisco haber ingerido unas gotas que su entrenador personal le dijo eran “aceite de lino” y que también le había untado una crema en el brazo, que era “un bálsamo para la artritis”; agregó “que no sabía que contenían sustancias prohibidas”.
Según las relevaciones del San Francisco Chronicle, que después fueron publicadas en el libro Game of Shadows (Juego de sombras), escrito por los periodistas Mark Fainaru-Wada y Lance Williams, los fiscales del caso BALCO llegaron a un acuerdo de inmunidad con Michael Rains, abogado de Bonds, para que nada de lo que dijera el beisbolista ante el jurado fuera utilizado para formularle cargos, siempre y cuando dijera la verdad. El arreglo no incluía el delito de perjurio, es decir, mentirle a la corte.
Aquel día los fiscales le enseñaron a Bonds los documentos que lo implicaban como consumidor de esteroides y otras sustancias que mejoran el rendimiento físico, calendarios con las fechas y las sustancias que consumió, los resultados de sus niveles de testosterona, así como de muestras de sangre y orina que le fueron tomadas en BALCO.
Barry Bonds desconoció todas las pruebas que le exhibieron y alegó que sus resultados deportivos eran producto del trabajo y de sus aptitudes naturales.
Desde que se desató el escándalo en el que Bonds quedó exhibido, cada uno de sus turnos al bat en un estadio que no sea el de los Gigantes provocó abucheos en las gradas. Algunos fanáticos le arrojaron jeringas y le gritaron tramposo; también portaron playeras y pancartas con asteriscos.
Y es que parece inexplicable que, a una edad en la que las habilidades empiezan a perderse, Bonds comenzó a esculpir su cuerpo hasta rehacerlo y en lugar de acercarse al retiro fue nombrado cuatro veces consecutivas el Jugador Más Valioso de la Liga Nacional, de 2001 a 2004.
En sus primeras 13 temporadas en las Grandes Ligas, de 1986 a 1998, Barry Bonds promedió .290 de porcentaje de bateo con 32 jonrones y produjo 93 carreras. Conectaba un cuadrangular cada 16 turnos al bat.
En las seis temporadas posteriores, de 1999 a 2004, o sea entre los 34 y 39 años de edad, bateó .328, con 49 jonrones y 105 carreras producidas, promediando un batazo de cuatro esquinas cada 8.4 turnos al bat.
Entre 2000 y 2004, bateó 258 jonrones, pero su rápido ascenso hacia el récord perdió velocidad en sus últimas tres temporadas (2005 a 2007).
En la temporada 2005 -año en el que por fin la oficina de las Grandes Ligas implantó un programa de exámenes antidoping, prohibió los esteroides, las anfetaminas y otras sustancias que mejoran el rendimiento deportivo, y anunció sanciones para los infractores-, Bonds fue sometido a tres cirugías en la rodilla y sólo pudo participar en 14 juegos, en los que se voló la barda en cinco ocasiones.
En 2006 lo hizo 26 veces y en 2007 conectó 28, es decir, en sus tres últimas campañas sólo sumó 59 jonrones.
Los detractores de Barry Bonds consideran que su récord de jonrones -762 en 22 temporadas- debería llevar un asterisco y que el jugador no merece un lugar entre los inmortales del Salón de la Fama.
Pero sus defensores alegan que como no existía en las Ligas Mayores una política hacia el uso de sustancias prohibidas, entonces Bonds no ha cometido ninguna falta, además de que ni la oficina del entonces comisionado Bud Selig -quien no estuvo presente cuando Bonds rompió el récord y sólo mandó una felicitación por escrito- ni alguna autoridad federal han fincado cargos en su contra.
Víctor Conte, quien fue excarcelado en marzo de 2006 luego de declararse culpable de vender esteroides, dijo estar convencido de que tuvo una participación menor, pero importante en la coronación de Barry Bonds como el nuevo rey de los jonrones y señaló que Greg Anderson, quien entró prisión en noviembre de 2006 y purgó más de un año de condena por negarse a testificar en la investigación del gobierno federal por perjurio sobre el pelotero, también merece crédito. Ya en una ocasión anterior Anderson había estado tres meses en la cárcel tras declararse culpable de distribuir esteroides.
En abril de 2011, un jurado del estado de California, encontró a Barry Bonds culpable por un cargo de obstrucción de la justicia, pero tres acusaciones más por perjurio fueron declaradas nulas debido a que los miembros del jurado no pudieron llegar a un acuerdo.
Según el veredicto, el jurado consideró que Bonds mintió cuando aseguró frente a un gran jurado en diciembre de 2003 que nunca recibió una inyección con aguja de su entrenador. Sin embargo, no se pudo concluir que mintió sobre su supuesto uso consciente de esteroides. Una semana antes, la fiscalía ya había descartado un cuarto cargo por perjurio contra Bonds. El silencio de Conte y de Anderson ayudó a Bonds.
El día de la implantación del nuevo récord, George W. Bush llamó por teléfono a Barry Bonds para felicitarlo. Más tarde, en entrevista con la cadena Fox News, el presidente de Estados Unidos opinó que ante todas las especulaciones que hay alrededor del jugador le aconsejaba a la gente “dejar que sea la historia quien lo juzgue”. Cuestionado acerca de si el récord debe llevar un asterisco, Bush respondió que esa es decisión de los periodistas de beisbol.
Una red de complicidades entre jugadores, managers, dueños y directivos de equipos, la oficina de las Grandes Ligas y el sindicato de peloteros solapó a los hombres que resucitaron al beisbol en la era de los esteroides.
Siete temporadas fueron interrumpidas por conflictos laborales entre 1971 y 1990; en la octava, los peloteros se mantuvieron en paro 234 días. Por primera vez desde la primera gran guerra de 1914 se canceló la Serie Mundial, lo que estuvo a punto de acabar con el negocio.
“La asistencia en 1995 bajó 28%. Casi 20 millones de fanáticos -en relación a la campaña de 1993 previa a la huelga- dejaron de ir a los parques de pelota. Para 1997 se redujo 10%, o sea, se fueron 7 millones de fanáticos más. Según las estimaciones, las pérdidas para los dueños fueron de 500 millones de dólares en 1994, cifra que se elevó a 800 millones en 1995”, dicen Fainaru-Wada y Williams en Game of Shadows.
Fueron Mark McGwire y Sammy Sosa quienes llevaron de vuelta a los fanáticos al beisbol. En 36 temporadas ningún jugador había alcanzado la marca de 61 jonrones que en 1961 implantó Roger Maris con los Yankees de Nueva York, pero dos la rebasaron en 1998: McGwire se quedó en 70 y Sosa en 66.
Después se sabría que el primero tomaba androsteneidona, sustancia que era legal en el beisbol pero que ayuda a crear masa muscular y estaba prohibida por el Comité Olímpico Internacional, la National Collegiate Athletic Association (NCAA) y la National Football League (NFL).
Peter Magowan, dueño de los Gigantes de San Francisco, invirtió 350 millones de dólares en el Pacific Bell Park que abrió sus puertas en el 2000. En 1993, firmó a Barry Bonds por seis años a cambio de 43.76 millones, así que Magowan corrió el riesgo de no preguntar qué estaba tomando su superestrella cuando comenzó a disparar cañonazos.
“El club no precipitaría un escándalo de drogas a menos de un año de la inauguración del nuevo parque donde Bonds sería la principal atracción. En el primer año entraron 3.3 millones de personas, fue la asistencia más alta en 115 años de historia de los Gigantes”, escribieron en su libro Fainaru-Wada y Williams.
En la lista de los 10 peloteros con más jonrones en las Ligas Mayores se cuentan al menos tres que han estado involucrados en escándalos de dopaje: Bonds (762), Alex Rodríguez (696), McGwire (583) y Rafael Palmeiro (569), quien en agosto de 2005 fue despedido por los Orioles de Baltimore por haber dado positivo al esteroide estanozolol; sólo cinco meses antes había negado en el Congreso de Estados Unidos que utilizara sustancias prohibidas.
En el capítulo final de Game of Shadows, los autores cuentan que durante la primavera de 2005, en una charla informal con dos reporteros, Bonds comentó que en el beisbol “jugamos 162 juegos (por temporada). Salimos a jugar día tras día. Hay cosas peores (que los esteroides) como la cocaína, la heroína y ese tipo de cosas. Todos cometemos errores. Todos hacemos cosas. Hay que darle la vuelta a la hoja. Debemos olvidarnos del pasado. Déjennos jugar beisbol. Somos entretenedores, déjennos entretener”.
En sus últimas votaciones, los miembros de la Asociación de Escritores de Beisbol de América (BBWAA) no le dieron a Barry Bonds el 75% de los votos que necesita para ingresar al Salón de la Fama. En su décimo y último año de elegibilidad sólo alcanzó el 66% de los sufragios.
Con muchos de esos periodistas Bonds mantuvo una relación ríspida. Ellos tuvieron en sus manos la decisión de encumbrarlo en Coospertown y no lo hicieron.