LIBROS
Trump, el camaleón político
Con permiso de la editorial Planeta, ofrecemos al lector un fragmento del libro "El camaleón. La invención de Donald Trump", análisis del personaje disruptivo que hoy toma posesión como presidente de EU por segunda ocasión.CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Donald Trump es un hombre vengativo, que no duda en demostrar crueldad cuando le conviene y que se caracteriza por sus inseguridades y su tono amenazador.
En el libro El camaleón. La invención de Donald Trump, la periodista Maggie Haberman hace un retrato del hombre que tomará el poder por segunda vez en Estados Unidos este lunes.
A través de entrevistas con cientos de fuentes, incluidas varias con el propio protagonista de esta obra, Haberman analiza la maquinaria de poder del entorno político de Trump, marcado por relaciones transaccionales y manipulaciones, pone nombres y apellidos a su círculo de confianza y explica con detalle su trayectoria empresarial, personal y política, esto es, el mundo que produjo y alimentó a este personaje singular que se ha convertido en el líder más polarizador de nuestros tiempos.
La nueva llegada del empresario al gobierno de Estados Unidos tiene al mundo inquieto sobre su política económica y la manera en que ejercerá su mandato.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) prevé que la economía mundial crezca un poco más rápido y que la inflación siga disminuyendo este año, pero advirtió que las promesas de Trump de reducir impuestos, imponer aranceles a los productos extranjeros, relajar las regulaciones a las empresas y deportar a millones de inmigrantes que trabajan ilegalmente en Estados Unidos nublan el panorama.
Con permiso de la editorial Planeta, Proceso comparte con sus lectores parte del capítulo 32 del libro:
“Nunca me gusta atribuirme el mérito por nada”, en privado, sin embargo, les dijo a sus asesores que la decisión del tribunal sería “mala para los republicanos”. Cuando se materializaron las investigaciones sobre las maquinaciones poselectorales de Trump para socavar el traspaso de poderes, el expresidente empezó a sudar para encontrar nuevos abogados de su agrado, y recurrió a un compañero de clase de la infancia: Peter Ticktin. También consideró más seriamente el proyecto de presentarse una tercera vez a la presidencia.
Por entonces yo llevaba muchos años cubriendo el personaje político de Trump y ya no me sorprendía casi nada. Aun así, la coreografía de las entrevistas en persona podía revelar momentos de involuntaria franqueza. Una vez Trump se puso a contarme por qué no le gustaba que se publicarán las grabaciones de sus entrevistas. Dijo que ponerse frente a una cámara era “muy diferente”:
“En cambio, en una entrevista escrita repito las cosas veinte veces, porque quiero taladrártelas en tu hermoso cerebro. ¿Me entiendes? (Y volvió a decirlo.) Una de las cosas que hago, que estoy haciendo, como contigo, para la prensa escrita, es intentar taladrártelo en la cabeza. Por eso repito las cosas seis veces”.
Su interés por repetir las cosas no me resultaba nuevo, pero era curioso lo consciente que él era de ello. En otro momento estaba en plena diatriba contra el alcalde saliente de Nueva York Bill de Blasio por haber cancelado un contrato contra la Trump Organization para gestionar un campo de golf público en el Bronx a partir del 6 de enero. La decisión de De Blasio de sustituir a Trump fue muy controvertida y, luego, un juez falló a favor del expresidente.
“Es puro comunismo”, dijo, sin recordar cuál era la palabra para expresar que alguien te quitaba tu propiedad. Se acordó al cabo de veinte minutos mientras estaba reflexionando sobre otra cosa: “Confiscar” es la palabra.
Cuando intenté que volviera a encauzarse, me cortó.
“Déjame acabar. Déjame acabar y luego te lo cuento”.
Por un momento debió escucharse a sí mismo y sonrió. Entonces se volvió hacia dos ayudantes que estaban presentes en nuestra entrevista e hizo un gesto con la mano hacía mí: “Es estupendo estar con ella, es como mi psiquiatra”.
Fue una frase sin importancia, casi seguro dicha para halagarme. En cierta medida, se asemeja a lo que Trump ha dicho sobre la liberación que obtenía de Twitter o de otras entrevistas que ha dado con los años. La realidad es que el expresidente trata a todo el mundo como si fuéramos sus psiquiatras: periodistas, asesores públicos, congresistas, amigos y pseudoamigos, asistentes de los mítines, personal de la Casa Blanca y clientes. Todos le damos oportunidad de desahogarse, de tantear las reacciones de la gente o de medir cómo se recibirían sus declaraciones, o incluso de descubrir cómo se siente él mismo. Trump prueba las cosas nada más pensarlas, a la vista de todo el mundo. Así fue como reeducó a todo un país para que reaccionara a sus arrebatos y emociones. Durante sus cuatro años de presidencia, la gente no paraba de pedirme que descifrara sus motivos, pero lo cierto es que, a decir verdad, casi nadie lo conoce a fondo. Algunos lo conocen mejor que otros, pero muchas veces es pura y simplemente opaco, así que la gente puede vislumbrar sentido y profundidad en todos sus actos, por vacíos que puedan ser.