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Cine: Hermano

Los colaboradores de la sección cultural de Proceso, cuya edición se volvió mensual, publican en estas páginas, semana a semana, sus columnas de crítica (Arte, Música, Teatro, Cine, Libros).
jueves, 15 de agosto de 2024 · 08:35

CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Un par de hermanos, Francis (Aaron Pierre) y Michael (Lamar Johnson), hijos de inmigrantes jamaiquinos, crecen juntos en un suburbio de Toronto, Canadá, con padre ausente y madre dedicada a trabajar dobles turnos para sacar adelante a sus hijos. Entre la inquietud constante de su progenitora por protegerlos y la hostilidad del entorno social, Scarborough -barrio cruel que adquiere dimensión mítica de tierra prometida e infierno con la población negra para quien la policía blanca- no tiene miramientos, y el estrecho vínculo entre los hermanos es profundo y complejo, quizá demasiado.

Hermano (Brother; Canadá, 2022) fue adaptada a partir de la novela autobiográfica del canadiense David Chariandy -él mismo segunda generación de inmigrantes caribeños (Trinidad y Tobago)- por el director y escritor Clement Virgo, que organiza la trama de la historia original de diferentes planos temporales que fluyen musicalmente, básicamente tres: infancia, el período crítico de la adolescencia, y la última etapa de Michael, de 28 años, solo con la madre, envejecida, sombra de ella misma.

La crítica compara, repetidamente, este trabajo de Virgo, conocido entre otros como director de algunos capítulos de la serie The Wire (El cable), con Moonlight (Luz de luna, 2016), la muy aclamada cinta de Barry Jenkins sobre la infancia y la transformación de un joven sensible e inteligente convertido en traficante de drogas en su vida adulta.

Temas de base como el racismo, machismo y la imposibilidad de aceptar una orientación sexual diferente, con la presencia de una madre aplastada por el entorno, hace de Hermano una versión canadiense de la cinta de Jenkins; las semejanzas, no obstante, hacen perder de vista la profunda originalidad de este filme de Virgo.

En ‘oonlight la madre es una adicta al crack, irrecuperable para su hijo y destructiva consigo misma; la de Frances y Michael es una madre total, puro instinto de protección y necesidad de normar, torpemente, debido a la falta de respaldo paterno; la destrucción proviene del entorno tan difícil de superar que convierte ese refugio en trampa de muerte. Los especialistas de la antropología del africano-americano tendrán clara la interpretación temática, pero las raíces del negro americano, siglos, difieren de la historia canadiense actual de esta inmigración relativamente reciente con una identidad caribeña fuerte: La intensidad de la relación entre estos hermanos, en la que el temperamento de cada uno y el lazo que se forma va más allá de una tesis social y política.

En Hermano, droga y violencia no son destino, son dragones que acechan el camino: El de Francis, quien aspira a una carrera en la música, DJ, a ser independiente y trabajar en una peluquería, o el de Michael, inteligente y académico, fascinado también con la música, el renacimiento del hip-hop presente a lo largo de la cinta. La batalla es desigual, sí, por el racismo y por una masculinidad ponzoñosa intrínseca a una cultura que va más allá de la negritud.

Virgo, entrenado en El cable (The wire) -esa serie que rompió esquemas narrativos y propuso personajes complejos más allá de las ecuaciones sociales-, conserva la intimidad de la novela de Chariandy, ofrece un estudio psicológico de dos personajes tan entrañables entre sí mismos como lo son para el espectador. Y sí, también Hermano confirma la existencia de un territorio relativamente nuevo en un cine que evoluciona muy rápido, y del que Spike Lee y John Singleton han sido pioneros. Como realizador, Clement Virgo se muestra, en la construcción de personajes, un tanto más sutil.

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