Cine

“El bastardo”, un drama de época basado en la novela de Ida Jessen

El danés Nikolaj Arcel cuya filmografía incluye dramas históricos como “Un affaire Real” (The Royal Affaire, 2012, también con Mads Mikkelsen) intenta adaptarse a la estética del western, no por mera seducción estética sino porque el género se presta mejor a su mensaje social.
sábado, 6 de abril de 2024 · 17:48

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- A mediados del siglo XVIII, Ludvigf Khalen (Mads Mikkelsen), capitán retirado después de 25 años de servicio activo, acomete la enorme empresa de hacer productiva la tierra de un inhóspito páramo danés con la siembra de la papa, producto resistente a los cambios climáticos; detrás del desafío está la obsesión trágica de Khalen, bastardo de nacimiento, por obtener un título nobiliario, cosa que el rey promete otorgar si logra hacer redituable esa tierra árida; pero el noble terrateniente del lugar, De Schinkel (Simon Bennebjerg), hará lo imposible por demostrarle que el poder y la nobleza se hallan por encima de la ambición de un bastardo.

Así, la pugna entre un hombre que rehúsa someterse al tirano feudal y comportarse como siervo, va a costar sangre.

El danés Nikolaj Arcel dirige un riguroso drama de época, “El bastardo” (Bastarden; Dinamarca/Suecia/Noruega/Alemania, 2023), basado en la novela de Ida Jessen, quien a su vez se inspiró en la historia de un personaje real. Bastante apegado a los hechos, Arcel construye un western en la línea de Sergio Sollima, el mítico director italiano del “spaghetti western”, cercano a Sergio Leone, pero siempre preocupado por la política y el socialismo.

El camino del período histórico en Europa de antes de la Revolución francesa pasa por la ficción de la novela de Jessen y accede a la pantalla con ambiciones épicas; tierra baldía del páramo de Jutland, tirano desalmado y sádico que goza perpetrando las peores torturas a sus criados, sin excluir abuso sexual, y la presencia de un desperado obsesionado por conquistar la tierra y obligado a convertirse en justiciero, habitan el terreno mítico de este western danés.

Nikolaj Arcel, cuya filmografía incluye dramas históricos como “Un affaire Real” (The Royal Affaire, 2012, también con Mads Mikkelsen) intenta adaptarse a la estética del western, no por mera seducción estética sino porque el género se presta mejor a su mensaje social; la combinación entre “Barry Lyndon” y el “spaghetti western” puede resultar irritante por su inevitable recurso al estetismo de la corte de los nobles, pelucas y encajes; y en tono un tanto irónico que no excluye regodeo por la belleza de la imagen de un mundo idealizado, en el cual no existe la fealdad ni la pobreza...

Pero ahí donde se esperaría un toque de realismo para confrontar el lado sucio, la condición de explotación, Arcel se desliza hacia un terreno mucho más oscuro, incapaz de algún naturalismo que valga para expresar las pulsiones que habitan a sus personajes: el placer de torturar y someter a sus víctimas por parte del tirano, la obsesión del descastado por legitimarse y obtener un lugar con los de arriba, más el deseo de venganza que habita en los personajes femeninos.

Si bien el rol de las mujeres, como el de Anna Barbara (Amanda Collin) --la sierva fugitiva aliada de Khalen--, sigue sujeto a todo tipo de brutalidades, todas ellas intervienen activamente en la trama y el desenlace; gitana marginal o ama de llaves explotada sexualmente, cada una es fuerza de trabajo, agente creativo y mano de la justicia. Claro, “El bastardo” no se permite jugar con la anacronía, la maquinaria del poder aún en el Siglo de las Luces es implacable con ellas. La visión moderna sobre la mujer que sostiene Arcel proviene sobre todo de la novela de Ida Jessen (narrador que ofrece mucho por descubrir), escritora afiliada en estilo y temática a un Premio Nobel como la canadiense Alice Munro.

 

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