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Cine: Werner Herzog en la Muestra

Los colaboradores de la sección cultural de Proceso, cuya edición se volvió mensual, publican en estas páginas, semana a semana, sus columnas de crítica (Arte, Música, Teatro, Cine, Libros).
jueves, 21 de marzo de 2024 · 10:26

CIUDAD DE MÉXICO (apro).-La pareja de vulcanólogos, Maurice y Kattia Krafft, pereció calcinada bajo un súbito flujo pirotécnico mientras estudiaba la explosión del Unzen, un volcán en Kyusho, Japón, en 1991; a lo largo de su periplo de investigación de campo (Indonesia, Italia, Alaska, México, entre tantos otros sitios), los Kraffts acumularon unas 200 horas de material fotográfico y fílmico que Werner Herzog organiza en un grandioso documental, espectáculo de fuego y elegía de la heroica pareja de aventureros, artistas científicos, que vivieron tal como corresponde idealmente a los héroes con los que el realizador alemán ha ido poblando su propio Valhala a lo largo de su carrera.

Si “Fuego interno, réquiem para Katia y Maurice” (The Fire Within: A Requiem for Katia and Maurice Krafft; Estados Unidos/Reino Unido/Francia/Suiza, 2022) dura un poco menos que su largo título, es gracias a que los 81 minutos de edición transcurren en un pestañeo para el espectador, toda una experiencia contemplativa. A manera de encantador, Herzog apoya el flujo de imágenes de fuego, todos los tonos de rojos, piedras y montañas de ceniza, ríos de lava, con una fusión del “Réquiem” de Fauré, un poco del de Verdi, voces que van desde Victoria de los Ángeles, Fischer-Dieskau, hasta Ana Gabriel. Así se las gasta Herzog.

Narrado por el director mismo, que con su suave tono de voz y peculiar acento busca la complicidad de espectador cuando comparte su gusto y admiración por el material, en parte inédito, de la pareja de vulcanólogos, Herzog se coloca en posición de humildad ante el fenómeno natural y sobrehumano; comparte el asombro frente al misterio de este fuego apocalíptico que nace del interior de la tierra, como del misterio y de la fuerza de este par de individuos capaces de vivir con un pie en el infierno y otro en el cielo, el sufrimiento del trabajo y el gozo de ser testigos de la cólera de la naturaleza. Pero no se trata de una simple exposición, o curaduría del material visual de los Krafft; más allá de admirar la aventura de su trabajo científico, Herzog se siente fascinado por la evolución del proceso creativo de estos exploradores, desde las primeras fotografías y videos de aficionados, hasta la visión wagneriana de la vida de los volcanes.

Herzog transmite la perplejidad frente a la carga de destino de los Krafft, quienes logran burlar al hado siempre al filo de la catástrofe, que podían escapar de explosiones mayores, por ejemplo, de Una-Una en Indonesia, o en Alaska a veces por cuestión de minutos, por fin el fuego los alcanza, y mueren asimilados al material del volcán. Maurice habría comentado que querría acabar prácticamente de esa manera. “Fuego interno…” deja claro desde el inicio que los personajes fallecen por qué y cómo, pero lo que a Herzog le interesa es cómo vivieron y qué huella dejaron.

El fuego interior de estos vulcanólogos los emparenta al linaje terrible de los héroes que le fascinan a Herzog, esos que provocan la ira de Dios, los Fitzcarraldo, los Aguirre; si la proeza frente a los volcanes los asemeja a titanes que invaden el cerco divino, el deseo de muerte, oculto bajo el exceso del fuego erótico, los acerca al Grizzly Man de ese otro portentoso documental de Herzog, el protector de los osos que regresa para morir destrozado por ellos.

ap/

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