Cine

“La sala de profesores”

Los colaboradores de la sección cultural de Proceso, cuya edición se volvió mensual, publican en estas páginas, semana a semana, sus columnas de crítica (Arte, Música, Teatro, Cine, Libros).
viernes, 1 de marzo de 2024 · 20:30

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Las buenas intenciones no bastan para impartir justicia y educar, como lo comprueba Carla Nowak (Carla Nowak), la profesora de matemáticas y gimnasia recién llegada a esta secundaria alemana, decidida a formar conciencia en los alumnos. Cuando se comete una serie de robos, el remedio y la propuesta para detectar al culpable y mejorar el orden moral de su grupo de preadolescentes, pone en marcha un engranaje de prejuicios y mezquindades, tanto de profesores como de alumnos, que exhibe a la escuela como microcosmos de la sociedad entera.

La idea del guion de La sala de profesores (Das Lehrerzimmer; Alemania, 2023), escrito por el realizador alemán de origen turco, Ílker Zatac, junto con Johannes Duncker, proviene de una situación de la cual ambos fueron testigos cuando eran compañeros de escuela. Tan pronto como los maestros descubren que alguien ha estado robando en el grupo, obligan a los chicos a que entreguen sus carteras; el sospechoso, hijo de inmigrantes, es declarado culpable porque su cartera contiene muchos billetes. Los padres, no obstante, aseguran que acaban de darle el dinero para el resto del mes.

Ante el racismo evidente de colegas y alumnos, la maestra Carla decide aclarar el asunto motivada por sus fuertes convicciones morales, y prepara una trampa para delatar al culpable en el salón mismo donde se reúnen sus colegas, pues se brincan protocolos y normas dentro de una organización educativa que se jacta de rectitud, una forma de probidad que en el fondo esconde prejuicios y formas de racismo.

Entre más intenta Carla defender sus principios y proteger a sus alumnos, tanto éstos como sus colegas se vuelven contra ella, entonces el orden aparentemente moral dedicado a formar gente de bien se convierte en una especie de proceso absurdo, tal como ocurre en Kafka, pero de manera sutil y apenas alusiva.

El toque maestro de Ílker Zatac es haber convertido la escuela en una especie de colonia penitenciaria, sin caer en lo grotesco y sin que la escuela deje de ser lo que en principio pretende, una institución liberal autocomplaciente; para ello se vale de un formato cuadrado, de una tensión de intriga cercana al thriller, y de mostrar un universo cerrado donde el mundo de afuera sólo existe como referencia, pues alumnos, educadores y autoridades nada más se aparecen dentro de la escuela; de Carla, heroína del linaje de Casandra, no se sabe de su vida privada o amorosa fuera de la institución. Los personajes existen como componentes de un engranaje social implacable, con su jerarquía, con su propio periodismo.

El director logra que el espectador experimente y comparta las emociones de Carla, su indignación y frustración ante el abuso disfrazado de colegas, de alumnos cómplices, como si la verdadera educación consistiera en formar individuos que funcionen bajo la misma falsa moralidad; con muy poco, pero con pulso seguro, la dirección de Zatac produce una sensación de asfixia ante la injusticia disfrazada de rectitud.

El salón de clases es una clase seria, sin ínfulas, incluso un tanto humilde por parte del realizador, para el público; un filme radicalmente opuesto al famoso La sociedad de los poetas muertos (y sin tener que padecer la actuación de Robin Williams). La lista de los Oscar, en la que se incluye ésta en la categoría de mejor película extranjera, muestra como pocas veces un interés renovado por un mejor cine.

Comentarios