Escritores
Landeros concentra a los escritores en “Los irrepetibles”
El periodista Carlos Landeros acaba de presentar su volumen de 25 entrevistas “Los irrepetibles. Los escritores que dejaron huella”, hechas en muy diversas épocas a los más destacados personajes de las letras mexicanas.CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Todo gira alrededor de la entrevista, el género con el cual Carlos Landeros decidió adentrarse desde muy joven para atrapar significaciones en la vida de aquellos personajes cuya obra, en el ámbito de la cultura, ha cautivado a través de su arte literario, musical, pictórico…
Ya a mediados de los años sesenta lo encontramos en las publicaciones periodísticas más influyentes, como los suplementos “México en la Cultura” de la revista “Siempre!”, “El gallo ilustrado” del diario “El Día” y “Diorama de la Cultura” de “Excélsior”, para hablar con aquellos que, a partir de esta semana, llama “Los irrepetibles. Los escritores que dejaron huella”. Y como viajero incansable, el autor del libro incluye la charla que sostuvo con dos extranjeros, Gabriel García Márquez, en Barcelona, España, y Rafael Alberti en Roma, Italia.
Recopila, en 326 páginas, conversaciones que Rubén Mendieta Benavidez (sic), titular de Ediciones El Lirio, presentó con Landeros la noche de este viernes 17 en el Club de Industriales de Polanco, en compañía de la prosista Beatriz Espejo, el narrador y maestro universitario Hernán Lara Zavala, la editora Beatriz Pagés, y la maestra Rocío García Rey (autora del prólogo).
El volumen recoge 25 entrevistas de su vastísima producción, pues Landero, por ejemplo, publicó en dos gruesos tomos una antología periodística 1963-2010: “Protagonistas de su tiempo” (Universidad de Aguascalientes), que incluyó, además de literatos, a pintores, cineastas, actores, músicos, intelectuales, cantantes, hasta toreros, y la sobresaliente charla con María Félix.
Nacido en Aguascalientes, Aguascalientes, el 18 de agosto de 1935, Landeros estudió Economía y Filosofía y Letras en la UNAM, Letras Inglesas en la Universidad de Cambridge, Inglaterra, periodismo en la Universidad de Madrid y dirección de teatro en el Centro Universitario de Teatro (CUT). La editorial El Lirio ofrece en su solapa su bibliografía:
“Los narcisos”, “Los que son y los que fueron”, “El desamor” (novela), “Entre violetas y nomeolvides”, “Francisco Corzas”, “Los inolvidables”, “Yo, Elena Garro”, “Protagonistas de su tiempo”, -“Grandeza y decadencia de la fiesta brava”, “Y las golondrinas se fueron también”.
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El libro no guarda un orden cronológico. Y tiene otra singularidad, además de introducir al lector con unas citas sobre qué es la entrevista: abrir con una encuesta que el Landeros realizó en 1965 sobre la importancia del autor de “Santa”, Federico Gamboa. Los narradores entrevistados fueron Salvador Novo, Agustín Yáñez, Rosario Castellanos, Carlos Fuentes, Elena Garro, Vicente Leñero, Andrés Henestrosa, Juan García Ponce, Luis Spota, Juan José Arreola y Mauricio Magdaleno.
García Márquez, Juan Rulfo, el andaluz Alberti y su esposa la poeta María Teresa León encabezan un primer bloque, por decirlo así, pues a continuación vienen cinco pláticas con Elena Garro, quien habría de convertirse en su gran amiga; una de esas pláticas tiene 35 cuartillas --Madrid, España, 1980--, en la cual participó su hija Helena Paz, donde se desmenuza el papel jugado por ambas en el movimiento de 1968 y el distanciamiento con Octavio Paz. Y que hoy, a 55 años del acontecimiento trágico de Tlatelolco, cobra una dimensión testimonial mayúscula.
Fue tal la entrañable relación del periodista con la autora de “Los recuerdos del porvenir”, que a lo largo de los años ella le obsequió varias dedicatorias en sus libros. La primera, de 1963, de esa novela, dice: “Para Carlos Landeros con una amistad que empezó esta mañana.” Y la última, en “La casa junto al río”, a raíz de un encuentro en Cuernavaca en el 2000: “Carlitos el rubio mi amigo del alma al que conocí de niño siempre con ramos de flores Te adora tú. Elena.”
Aún más: el periodista dio a conocer un texto para los 50 años de “Los recuerdos del porvenir”, y se atrevió a ensayar un monólogo de la propia Elena como si ella lo hubiera escrito.
El enlistado no puede ser más atractivo: Rosario Castellanos y “Balún Canán” (1963), Carlos Fuentes y “La región más transparente” (1965), Carlo Coccioli y “Manuel el Mexicano” (1965). Mención aparte merece la extensa charla con Martín Luis Guzmán (iba a ser de una sola pregunta), que Landeros va alargando hasta llegar a las once cuartillas para, en su momento, ante el elogio del biógrafo de Pancho Villa, interrogarlo así en 1967:
--¿Se podría delimitar dónde termina el héroe en Villa para convertirse en el bandolero?”
Una larga respuesta es la del autor de “El águila y la serpiente”, que cobra relevancia actual en el centenario de la muerte de “El centauro del norte”.
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Desde el encabezado jala el encuentro con Mauricio Magdaleno: “Un escritor olvidado”, eso apenas en 1966. Y en ese mismo año aborda a Salvador Novo, de quien pregunta en el título: “¿El Óscar Wilde mexicano?”. Y de su colega del grupo Contemporáneos, Carlos Pellicer, obtuvo esta respuesta contundente un año antes, al preguntarle por qué escribía poesía:
--¡Oiga!, por la misma razón que crecen las plantas y vuelan los pájaros.
Y sigue otro personaje de la misma corriente, el jalisciense Elías Nandino, quien decía que era “médico entre los poetas y poeta entre los médicos”, en “Un poeta ninguneado” de 1989.
Entra entonces un crítico, el más influyente de la segunda mitad del siglo XX, abordado en 2006 sobre un tema fundamental para Landeros: Elena Garro y Octavio Paz; se trata de otro jalisciense, Emmanuel Carballo (autor también de entrevistas: “19 protagonistas de la literatura mexicana”). Y para continuar en ese tópico fundamental para Landeros, busca en 2006 a Archibaldo Burns (entonces de 98 años), escritor, guionista y productor de cine, con quien Elena Garro “mantuvo una relación amorosa durante varios años”.
Una quinteta en el volumen le da fin: el cronista Carlos Monsiváis (“No quiero ser el ‘Palillo’ de los intelectuales” (1969), el periodista Manuel Buendía (donde narra la ruptura y la reanudación del diálogo con el entrevistador, y aborda el miedo a la muerte), el director y dramaturgo Héctor Azar (1965), Elena Poniatowska, en torno al género de la entrevista (“Gran entrevistadora”, 1966), y Beatriz Espejo “Cuéntame tu vida”, 2022).
Durante la presentación de “Los irrepetibles. Escritores que dejaron huella”, el autor leyó estas palabras:
“¿Quién puede describir, actualmente, la importancia que tiene el género de la entrevista? Quizá la maestra Rosa Montero es la más contundente en definirlo y estoy de acuerdo con ella, quien afirma que: --La entrevista siempre ha sido un género muy literario, y hay piezas periodísticas que aspiran tanto a la eternidad como un buen cuento. Son esas entrevistas que se pueden leer cincuenta años después de su publicación con el mismo interés e idéntico placer que en el momento en que fueron hechas, porque no responden a nada accidental, no se deben a la fugacidad de una noticia pasajera, sino a la sustancia misma de la vida.”
Y la directora de la revista “Siempre!”, Beatriz Pagés, leyó el prólogo que el prestigiado investigador literario Luis Mario Schneider hizo para el primer libro de Carlos Landeros, “Los que son y los que fueron” (1985). Aquí un párrafo sobre la caracterización de la entrevista:
“Más aún, creo que siempre vivimos dialogando. Diálogos que nos definen de la risa a la tragedia, del ademán sutil al gesto brusco, del horror y el llanto al movimiento sereno, conmovedoramente pasivo. Mucho de todo esto, diría bastante, lo sabe y lo ha vivido Carlos Landeros en su larga trayectoria de entrevistador. Un entrevistador al que llamaría panteísta por esa simbiosis que establece, donde llega un momento en que la pregunta y la respuesta señala un mundo imposible de todo cercenamiento. Un universo tan compacto y tan rico que las confesiones que leemos a través del diálogo son como el doble rostro de un espejo superpuesto que pudiera reflejar en ambas lunas un solo cuerpo hecho de contrarios.”
Landeros, a su vez, hizo referencia así a su propio oficio:
“Me siento un ser privilegiado al descubrir por mí mismo, es decir, de manera autodidacta, el magnífico género periodístico que hoy nos convoca.”
Para él, el género no es “individual”, está formado por “una mancuerna indisoluble entre el entrevistado y el entrevistador, sin uno no existiría el otro, en una entrevista no solamente se refleja la personalidad del entrevistado, también la del entrevistador”.
Y apuntó, resaltando, un punto fundamental del cual siempre ha rehuido:
“Cuando el entrevistador se convierte en fiscal del entrevistado y asume las veces del juez”.