CONTRAPLANO
“Enferma de mí”: el precio de llamar la atención
Si no estás conforme con quién eres, transfórmate, parece pensar Signe, una hermosa joven con una bajísima autoestima que siente una necesidad mórbida de ser tomada en cuenta.MONTERREY, N. L. (apro).– En “Enferma de mí” (Sick of myself, 2022), lo que inicia como una original psicocomedia se transforma, gradualmente, en un denso drama, con una pesada carga de crítica global sobre la vanidad y la obligación que sienten algunos jóvenes por obtener notoriedad artificial, para sentirse valorados.
Producción independiente de Noruega, la cinta sigue muy de cerca a Signe (Kristine Kujath Thorp), una bella joven con una bajísima autoestima que siente una necesidad mórbida de ser tomada en cuenta. Cuando su novio Thomas (Eirik Saether), artista de profesión, es entrevistado para ser la portada de una revista muy conocida, ella pierde completamente el equilibrio personal. En su búsqueda de notoriedad, y para competir insanamente con él, ella entra en una dinámica autodestructiva que le trae atención, pero también depresión y desdicha.
El director y escritor Kristoffer Borgli crea una perversa fábula sobre las consecuencias perniciosas de buscar reflectores en tiempos en los que el activo personal más valioso es la popularidad en las redes. La chica, transformada en una mitómana, ensaya formas diversas para sabotear a los que se encuentran a su alrededor, para quitarles atención. Hasta que da con una fórmula muy peligrosa, que parece infalible.
Si no estás conforme con quién eres, transfórmate, parece pensar Signe. De esta manera, inadvertidamente, se reinventa de una forma violenta e insana. Con un costo elevadísimo, consigue atraer simpatía y lástima. Convertida en otra, con un cambio radical de la apariencia, con una presentación premeditadamente repulsiva, entiende lo que es la miel de la atención.
Con la psique distorsionada, tiene permanentes fugas alucinatorias sobre lo que proyecta en su futuro. Con un cruel juego, en el que se mezclan la realidad con el anhelo, Borgli hace que ella fantasee con la idea del estrellato, que coquetee con la grandeza y se muestre como un imán de reflectores, aunque la terca realidad se esmere en ubicarla en una realidad en la que va deteriorándose su salud física y mental, sin avanzar en sus propósitos.
Es doloroso verla impresionantemente desfigurada, departiendo en sociedad, mientras se esmera en obtener halagos, irritada si no se apunta públicamente que la escasa notoriedad que ha obtenido es a través del talento, cuando la patética verdad la desnuda como un pobre ser lleno de problemas emocionales que se va hundiendo en un universo hecho en base a la ilusión de complejos, que solo supera en su cabeza.
Algunas imágenes son de realismo brutal, hasta pueden provocar malestar estomacal. La chica arruina su belleza, arrastrada por la vanidad, que la ciega. El deterioro de su piel es un reflejo de la descomposición de sus emociones. Lo que la reconforta es que se comente de ella, que los medios opinen sobre su padecimiento, que el narcisismo se le inflame a través de búsquedas en el smartphone.
Es sorprendente la actuación de Kristine Kujath Thorp, que conmueve por su conducta patética, de la que es inconsciente, y por la transformación física, pero principalmente emocional, del personaje que se pierde en su propio laberinto de embustes.
Queda al final una sensación de malestar por Signe, que no sabe valorarse, que siente una necesidad tóxica y destructiva de mentir una y otra vez, para obtener algo de solidaridad.
Su caso es una llamada de atención sobre la tarifa existencial que algunos chicos deben pagar para que los demás los admiren a la distancia, en las benditas redes sociales. Lo que importa es que adoren su apariencia, sin que los demás sepan, por la frialdad de la pantalla, qué hay en su corazón y cuáles son sus sentimientos.
“Enferma de mí” motiva muchas reflexiones.