Cine
“La decisión de partir”
Cada nueva película del sudcoreano Park Chan-wook es todo un banquete para los cinéfilos; el Festival de Cannes lo celebró con el premio al mejor director para "La decisión de partir".CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Un alpinista muere al caer a un precipicio, y según el detective Hye-joon (Park Hae-il), que acude a la escena, se trata de un crimen, sospecha que acrecienta cuando se entrevista con la viuda del difunto, Seo-rae (Tang Wei), joven emigrante china que trabaja como cuidadora de ancianos. Obseso e insomne, el policía se enamora platónicamente de Seo-rae, a la que espía y escudriña, pero pone tierra de por medio al descubrir que, gracias a una complicada combinación de teléfonos celulares, la viuda podría ser la asesina del esposo. Se teje, entonces, una telaraña de sospechas y contrasentidos que funcionan a la manera de rueda de la fortuna en el sentido trágico.
Cada nueva película del sudcoreano Park Chan-wook, célebre por su trilogía de la venganza, es todo un banquete para los cinéfilos; el Festival de Cannes lo celebró con el premio al mejor director para La decisión de partir (Heojil kyolshim; República de Corea, 2022), aunque los Oscar le hicieron el feo al no incluirla en su competencia, quizá porque les pareció demasiado sofisticada para un público acostumbrado a la ultra violencia y al humor gore de sus cintas anteriores; o quizá porque las referencias a Vértigo de Hitchcock son muchas, y la transición de un thriller de cine negro, con el que juega Park, a un laberinto de espejos es más que desconcertante.
Si de Hitchcock se trata, como bien declara Park, fue de forma inconsciente; y sí, porque los elementos que sugieren Vértigo, como son la caída, la torre, la mujer enigmática, la separación y el reencuentro con ella, que la torna aún más misteriosa, no funcionan como meras referencias, ni siquiera como dicta el lugar común del homenaje al gran director. La decisión de partir asimila esos temas de la misma manera en la que el sueño incorpora elementos de la realidad, los trastoca y los convierte en metáforas de miedos y deseos. Ocurre que Park Chan-wook elabora este sueño de una manera tan meticulosa que sorprende en cada escena, perfecta en su construcción y vertiginosa en la acumulación de diferentes niveles de interpretación.
En la escena de la interrogación, por ejemplo, la típica del policía que juega a la caza del gato y el ratón con el sospechoso mientras los otros policías observan tras un vidrio disimulado, Park organiza un juego de espejos con reflejos paralelos, o contrapuestos e invertidos por momentos; sin mover la cámara, el foco oscila entre él y ella, un espejo de fondo capta sus rostros formando una especie de cuarteto de cuerdas donde los temas conversan en diferentes movimientos, y aquello que refiere el reflejo expresa el deseo del inconsciente de los protagonistas; el diálogo entre el policía y la sospechosa es también un diálogo con la psique de cada uno y de ellos con su propio inconsciente.
Park Chan-wook tiene formación de filósofo, admirador de Sófocles y de Shakespeare; en La decisión de partir, el tono trágico, disfrazado desde el mero título —que sugiere melodrama— se hace implacable; además de utilizar montaña y mar en una estructura en cruz, Park incorpora la tecnología y el uso inevitable del celular a la trama, crea todo un lenguaje visual con el aparatito y lo convierte en mecanismo de la acción.
Crítica publicada el 5 de febrero en la edición 2414 de la revista Proceso, cuya edición digital puede adquirir en este enlace.