Cultura
Cinta de Fernando Frías se acerca con ironía al crimen organizado
Esta tragicomedia con humor negro basada en la novela homónima de Juan Pablo Villalobos --Premio Herralde--, “No voy a pedirle a nadie que me crea”, acaba de ser estrenada en Netflix y cines del país. Explora el crimen organizado desde una visión paródica, apegada totalmente a la obra literaria.CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- El tercer largometraje del mexicano Fernando Frías de la Parra (D.F., 1979) “No voy a pedirle a nadie que me crea” (México/España, 2023), está basado en la novela homónima con la que Juan Pablo Villalobos ganó el Premio Herralde 2016.
El también realizador de “Ya no estoy aquí” (México, 2019), acreedor a 10 premios Ariel, señala que el exitoso libro de Villalobos (Guadalajara, 1973) lo hizo reír a carcajadas, al grado de sentir gran admiración por el autor, quien vive en Barcelona desde el 2003 y que ha publicado sus volúmenes en Anagrama, traducidos en más de quince países. Entonces, Frías de la Parra escogió lo elementos que deseaba que se mantuvieran en la película:
“No hay fórmula para adaptar algo. El material de origen te va llevando y dicta el camino. Lo importante era traducir la sensación que me provocó cuando leí la novela”.
La cinta de 117 minutos con 54 segundos, la cual acaba de competir en la sección oficial de la 21 edición del Festival de Cine Internacional de Morelia, se estrenó este 22 de noviembre en la plataforma Netflix y cines del país. La trama --cuyo guion escribió Frías de la Parra junto con María Camila Arias-- se centra en un escritor mexicano que poco antes de viajar a Barcelona para estudiar un doctorado en literatura, se involucra con una red criminal que lo amenaza --si no realiza lo que le indican-- con matar a su familia, e incluso lo obligan a viajar con su novia. Mientras su vida da giros absurdos y siniestros, decide escribir la novela de lo que enfrenta.
Los actores son Darío Yazbek, Natalia Solián, Alexis Ayala, Anna Castillo, Carmen Beato y Juan Minujin, con fotografía de Damián García y edición de Yibran Asuad.
--Esta cinta es una tragicomedia con humor negro. ¿Qué lo impulsó a llevarla a la pantalla grande sin perder ese carácter irónico que posee la historia?
--Las motivaciones fueron varias, pero al principio el material original me atrapó mucho por la forma en la que se acerca a temas como el crimen organizado, y cómo ironiza o hace humor a partir de eso. Sobre todo me interesaba que otra vez me hallaba con la historia de un personaje fuera de su contexto. Es decir, de un pez fuera del agua, alguien que ofrece un choque cultural.
“Además me gustaba la idea de desafiar un poco las convicciones de las arquitecturas narrativas regionales, y mostrar que podemos tocar ciertos tópicos desde otras formas, pero sin perder consistencia, dándoles todavía el mismo trato de densidad, y al final de cuentas igual es una novela que posee una resonancia con la realidad, en el sentido de que la mafia son unos malos como de caricatura, y la realidad nos sorprende y nos muestra que así es”.
Refuerza con entusiasmo:
“¡El mundo en el que vivimos hoy es ridículo!... Si nos hubieran dicho hace diez años quiénes iban a ser los líderes del mundo y lo que iban a efectuar, no lo hubiéramos creído. Entonces me impulsó todo eso. También me incitó mucho el momento que vivimos, me pareció una cosa fresca en un momento en el que la corrupción política no acaba, y ver cómo se acusan unos y otros”.
Frías de la Parra estudió la preparatoria en la Mexicana Americana y cursó guionismo y dirección en la Universidad de Colombia.
En 2008 realizó el documental “Calentamiento local”. Su ópera prima es “Rezet”. “Ya no estoy aquí” también se estrenó en Netflix el 27 de mayo del 2020 y obtuvo una buena recepción por parte del público y la crítica. Ese mismo año la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas la seleccionó para representar a México en los reconocimientos Goya 2021 de España como Mejor Película Iberoamericana, y para los Oscar 2021 en Mejor Película Extranjera.
Una historia anticolonialista
Él largometraje se acerca a la narcopolítica y la situación social de Europa –se le comenta--, y narra:
“Eso es medio ambiguo. Es una película que de alguna manera en su esencia es anticolonialista. Sabemos por la historia cómo el colonialismo se ha servido de corromper a las figuras locales para mantener el control. Decimos: ‘Son corruptos por naturaleza’, y se traicionan entre ellos, eso viene desde la época de la colonia.
“La corrupción de los líderes hacen que traicionen a sus propios pueblos para seguir sirviéndole al poder colonialista. Entonces para mí era muy importante decir que este crimen organizado del filme, que es bastante ridículo, no es como este estereotipo que seguimos viendo en las representaciones, sino que tiene un brazo largo y disforme, y toca diferentes cosas que vienen de otros lados”.
Sigue:
“Hoy en día vemos el doble discurso frente a un genocidio. Hoy en día siento que tenemos un apetito a nivel espectadores por el llamado “truck-kun” (que los personajes son transportados a otros mundos). Los documentales que están en las plataformas señalan que una celebridad pública estaba conectada con tal y cual. Hay una preferencia por contar esas historias casi al mismo tiempo que suceden.
“No me extrañaría que en algún momento, mientras algún caso sigue vigente en cuestiones judiciales, ya se esté intentando buscar los derechos para contar esa historia. Cuando creamos ‘Ya no estoy aquí’ hablamos del inmigrante que no quería quedarse en Estados Unidos. En ‘No voy a pedirle a nadie que me crea’ la víctima del crimen no es colocada arriba, ni tampoco es alguien oprimido. Es un personaje académico de clase media con el que quizá hasta puede ser difícil empatizar en principio porque es bastante lejano a nosotros, después ya no”.
--¿Deseaba aproximarse a la creación literaria?
--Cien por ciento. Y sobre todo al metadiscurso. Vemos el manuscrito de alguien que vive una cosa y que siempre quería escribir una novela, pero que no le había pasado algo lo suficientemente interesante, y cuando experimenta sucesos con el crimen organizado, se pone a escribir lo que le pasa. Ese texto lo encuentra un vagabundo en la basura y lo lee, mas se aburre, y avienta las hojas por los aires y caen aleatoriamente, y de alguna manera eso es anunciar que es la forma en la que se narrará la película.
“Buscamos que fuera un largometraje literario en el sentido de que cada escena es un capítulo que termina ahí, se cierra en sí mismo en pequeñas unidades escritas o narradas --algunas con mucho más humor y otras con más tragedia--. Así como la literatura habla de los límites del humor, a mí me interesaba también desde la forma del cine buscar los límites de la narrativa cinematográfica y cuestionar un poco ciertas convenciones”.
El escritor Juan Pablo Villalobos radica en el barrio de Gràcia. Estudió marketing y literatura hispánica. En su libro “No voy a pedirle a nadie que me crea” desfilan: mafiosos peligrosísimos –“El licenciado”, “El Chucky”, “El chino”--, una novia que se llama Valentina y que lee “Los detectives salvajes” de chileno Roberto Bolaño, está al borde de la indigencia y no se entera de nada; una chica llamada Laia cuyo padre es un político corrupto de un partido nacionalista de derecha, un “okupa” italiano que se ha quedado sin perro; un pakistaní que simula vender cerveza para no levantar sospechas; una perra que se llama Viridiana; una niña que recita versos de Alejandra Pizarnik; y la propia madre del protagonista, melodramática, orgullosa y chantajista.
Villalobos se ha vuelto uno de los escritores en lengua hispana más reconocidos. “The Guardian” y “The New York Times” lo han comparado con el británico Lewis Carroll por su capacidad de crear mundos oscuros, surrealistas, pero a la vez humorísticos.
El autor ha explicado en varias entrevistas que la novela “No voy a pedirle a nadie que me crea” surgió “por una especie de concepción que tengo de la literatura de explorar los límites del realismo, de llevar y probar hasta dónde el lector puede creer lo que sucede en el libro. Es un desafío al lector: si no quieres, no me creas, pero en el fondo le estás pidiendo, de una manera irónica, que crea”.
Frías de la Parra no oculta sentirse “afortunado y agradecido” por el estreno de la película en Netflix:
“He visto cuantiosas veces a mucha gente trabajar muchos años para levantar un proyecto y después tratar de captar el interés para que lo distribuya una plataforma. Hoy en día, siendo realistas, no existe nada comparablemente que tenga ese alcance como el de una plataforma. Por supuesto existen sus contrapartes, en el sentido de que la oferta en una plataforma es gigante y el espectador quizá posee menos paciencia. Hay tanto que escoger que es complicado para unos espectadores, aunque el alcance es inconmensurable.
“Yo tuve la suerte de poseer una relación con Netflix, donde mi película anterior fue rescatada en su última etapa y eso le ayudó a llegar a muchos lugares, y fue justo antes de la pandemia”.
Y dichoso resalta:
“Quedamos bien y nos gustó seguir trabajando juntos. Aquí tuve absoluta libertad. Y contamos con una corrida limitada en los cines. Es siempre interesante la experiencia colectiva. Uno diseña y concibe los proyectos pensando en el cine de esa forma”.
En tanto, el cineasta Manolo Caro (Guadalajara, 1984) realiza su sexta película “Fiesta en la madriguera”, otra novela homónima de Villalobos, también con producción de Netflix y guion del ganador del Oscar Nicolás Giacobone, quien filmó entre julio y agosto de este año en Zapopan, Guadalajara, y en Katima Mulilo, Namibia. Se halla en la etapa de postproducción. El relato lo protagoniza Manuel García-Rulfo.