Palacio de Bellas Artes
Homenaje en Italia: Adamo Boari, “el mexicano de Ferrara”
El embajador de México en Turquía, José Luis Martínez Hernández, durante un congreso internacional por los 160 años del creador del Palacio de Bellas Artes, realizado en su ciudad natal, Ferrara, trazó su detallado “proceso de maduración de ingeniero en arquitecto” a su regreso a Italia.Ciudad de México, 26 de octubre (Proceso).- Con la organización conjunta de México e Italia iniciaron las celebraciones por el 160 aniversario del natalicio del ingeniero y arquitecto Adamo Boari, “el mexicano de Ferrara” o el “ferrarese que dio identidad a México”.
Así lo llamaron en el congreso internacional conmemorativo, realizado en la Biblioteca Comunale Ariostea de dicha ciudad renacentista, en alusión a los años que vivió aquí el artista y, segundo, porque el Palacio de Bellas Artes es una de las obras más emblemáticas de la urbe y del país.
El arquitecto nació en Marrara, en los alrededores de Ferrara, el 22 de octubre de 1863, y falleció en Roma hace 95 años, el 23 de febrero de 1928. Llegó a México con la idea de construir el Palacio Legislativo, pero terminó haciendo el Palacio de Bellas Artes y el Palacio Postal en la capital; la Basílica del Santísimo Sacramento o Templo Expiatorio en Guadalajara, Jalisco; la Catedral de Matehuala, en San Luis Potosí; y su propia casa “Dandini” (apellido de su esposa María) en la colonia Roma, ya desaparecida.
El embajador de México en Turquía, José Luis Martínez Hernández, participó en el Congreso Internacional de Estudios “Adamo Boari y su época. Un puente entre México e Italia”, realizado los días 19 y 20 de octubre con la coordinación de Olimpia Niglio y Massimiliano Savorra, profesores de la Universidad de Pavia. Previamente envío información a Proceso vía correo electrónico, en donde destaca:
“Además de obras y proyectos en México (Ciudad de México, San Luis Potosí y Jalisco), Boari dejó una importante huella en Estados Unidos. Sus trabajos iniciales en Italia, en Brasil, en Chicago, en México y los que realizó a su regreso definitivo a su país natal hablan de su talento y de su proceso de maduración y de transformación de ingeniero en arquitecto”.
El encuentro de especialistas tuvo como propósito reflexionar sobre el valor y el estado actual de su arquitectura, el periodo histórico político que le tocó vivir, el papel de sus contemporáneos en el crecimiento social y económico tanto de Italia como de México, y cómo las relaciones diplomáticas entre los dos países han construido conexiones de desarrollo en ambos.
Martínez expone en su texto el proyecto de una investigación en la cual plantea abordar la vida y obra de Boari, así como el contexto cultural de los países y lugares donde vivió: la Italia del Renacimiento donde nació, la región de Emilia Romaña, las universidades de Ferrara y de Bolonia (“la más antigua del mundo occidental”) fundada en 1088, donde se formó.
Relata en su cronología que luego de haberse graduado en esta última y haber colaborado con el ingeniero Amico Finzi en el proyecto para la estación de Ferrocarril de Oggiono, el arquitecto se embarcó en septiembre de 1889 rumbo a Brasil, donde “inicia su experiencia profesional”. Trabajó en un proyecto para la primera Esposizione Italiana di Architectura, que se realizaría en Turín en 1890. Luego viajó a Argentina y Uruguay, y partió hacia Nueva York en 1891.
Para Martínez la etapa de Boari en Chicago (1892-1897) fue fundamental, ya que trabajó en el despacho Burnham & Root como encargado del proyecto de la Word Columbian. La convivencia con el arquitecto Daniel Hudson Burnham, fundador del despacho, y otros como Frank Lloyd Wright y Louis H. Sullivan, “fue decisiva en su formación y determinó su futuro desarrollo como arquitecto”.
Se sabe que Boari arribó a México el 15 de noviembre de 1898. Relata el diplomático, miembro del Servicio Exterior Mexicano, que el arquitecto participó en 1897 en el Concurso Internacional para la Construcción del Palacio Legislativo, convocado por el gobierno de Porfirio Díaz, en el cual obtuvo el segundo lugar pues el primero se declaró desierto. Además, no le dieron el total, sólo la mitad, 7,500 pesos, argumentando “escasa calidad de la distribución de la planta baja del futuro proyecto”.
Curiosamente, agrega Martínez, ese concurso, pese a ello, le abrió las puertas de México, pues le permitió relacionarse con personajes “prominentes” del gobierno de Díaz, que lo invitan a viajar a México. Por su relación con los ministros Felipe Berriozábal y Manuel González de Cosío, se le solicitan proyectos para remodelar el Palacio Nacional y el Teatro Nacional, y crear un monumento a Porfirio Díaz, que nunca se realizó.
Finalmente se le contrató para construir el Edificio de Correos. De otra parte, al demolerse el antiguo Teatro de Santa Anna se le pide construir el nuevo Teatro Nacional. Recuerda que el proyecto del Teatro deviene en el Palacio de Bellas Artes. Las obras inician en 1904 y se interrumpen poco a poco a partir de 1912, hasta que cambian las condiciones del contrato y Boari sale de México en 1916 para, finalmente, volver a Italia.
El fondo del telón
Durante el homenaje a Boari en Ferrara --organizado por el embajador de México en Italia, Carlos García de Alba--, Martínez presentó la ponencia “Los compañeros húngaros de Adamo Boari en la construcción del Palacio de Bellas Artes: Géza Maróti y otros”.
Explica en la información enviada a este medio que el ingeniero ferrarese visitó en Estados Unidos y Europa a artistas y especialistas en arquitectura, diseño y maquinaria teatral. Durante la Exposición Internacional de Milán de 1906 conoció entonces al artista, diseñador y decorador húngaro Géza Maróti (1875-1941), pues había diseñado el Pabellón de Hungría.
A él se le encarga entonces, dice citando a los arquitectos Juan Urquiaga y Víctor Jiménez, “el diseño del arco del proscenio ‘El arte teatral a través de las edades’, posteriormente el remate de la cúpula, y en 1908 el plafón luminoso ‘Apolo y las musas’ fabricado en Budapest con la técnica del vitral” (ubicado en la Sala Principal).
Asimismo, se le solicitó “el primer proyecto de telón metálico --que en su versión definitiva (con los volcanes Iztacíhuatl y Popocatépetl) es fabricado por Tiffany”.
En su ponencia en Ferrara, el embajador detalló que los diseños de Maróti en el Pabellón de la exposición en Milán sorprendieron a los millones de asistentes, especialmente una fuente bordeada por unos patos salvajes de porcelana cuyo brillo fluorescente logró el artista con una innovadora tecnología de la época, que aplicaría después a la cúpula del Palacio de Bellas Artes.
Contó que la revista húngara de artes y oficios “Magyar” fotografió el pabellón con todos los objetos presentados, y son el único testimonio de esta creación pues todo fue destruido por un incendio ocurrido el 3 de agosto de 1906, que se cree fue provocado. El mismo artista húngaro utilizó las palabras “fue incendiado”. Ahí perdió la mayor parte de su riqueza, pues apenas había asegurado parte de las obras.
No obstante el trágico acontecimiento, continuó Martínez, el pabellón de Maróti le ayudó a saltar a la fama internacional y obtuvo algunos premios y reconocimiento como arquitecto, artista y diseñador. Además, según sus memorias, le permitió hacer muchas amistades, entre ellas con Adamo Boari, quien en ese momento “ya era un arquitecto prestigiado, con encargos tanto en América del Norte como en el sur. Boari visitó el pabellón y quedó tan impresionado por el estilo de Maróti que posteriormente lo invitó a diseñar el interior del proyectado Teatro Nacional de la Ciudad de México, hoy Palacio de Bellas Artes. Maróti tenía entonces 31 años y era profesor de la Escuela Real de Artes e Industrias de Budapest”.
Salió hacia México el 11 de diciembre de 1907 y llegó en los últimos días del año, luego de pasar la Navidad en Nueva York. El embajador leyó algunas de las primeras impresiones del artista húngaro:
“Jamás he vistos tantas flores bonitas en las calles... Hay casas moriscas cubiertas de azulejos con fuentes en los patios y tampoco faltan las iglesias monumentales con fachadas jesuitas, barrocas, pero con gárgolas curiosamente aparentadas a lo gótico, y pesados altares tallados en tres pisos. Mujeres bellísimas, sabores de comida, condimentos, frutas y bebidas hasta ahora desconocidas para mí. Un mundo totalmente distinto, exótico, un ritmo de vida con mucho más calor y temperamento, pero nada es urgente: ‘Mañana’, es la respuesta estrictamente respetada siempre y el arreglo de todos los asuntos. Yo también caí en la costumbre del mañana”.
Con detalle, Martínez fue describiendo las obras de Maróti en el Palacio de Bellas Artes, y mencionó que el artista aclara en sus memorias quién es el verdadero autor de la cortina de cristal atribuida hasta ahora a Tifanny (la casa neoyorkina envió a México al escenógrafo Harry Stoner para realizar el diseño).
El telón, “en marco de alpaca, es un paisaje mexicano cuyo fondo es de vidrio dorado con los nevados del México… Tehuantepec, Citlaltépetl y Popocatépetl, confusión de nombres de él”.
No faltó, relata, quien atribuyera el paisaje al artista mexicano Gerardo Murillo, Dr. Atl. Y fue Ruth Rivera Marín, hija de Diego Rivera, quien en un viaje a un congreso de arquitectura en a Hungría, se encontró con Dora Bródy-Maróti, hija de Geza Maróti, quien le enseñó los planos originales de su padre como prueba:
“Con eso la cuestión del diseño se decidió, Maróti recuperó su obra en las publicaciones y en las placas conmemorativas de los 50 años de Bellas Artes en 1984, aparece Géza Maróti como el autor del diseño original de la cortina de cristal”.
El congreso académico se complementa con la exposición bibliográfica documental “La obra de Adamo Boari, ingeniero y arquitecto ferrarese”, curada por Mirna Bonazza, abierta al público en la Sala Ariosto e la Biblioteca Comunale Ariostea de Ferrara hasta enero de 2024.