fascismo

Necesario estudiar los elementos del fascismo en la cultura política actual: Andrés Ordóñez

Lo ocurrido en la Segunda Guerra Mundial y el conocimiento de las atrocidades del nacionalsocialismo han impedido que se conozca bien el fascismo, de acuerdo con el escritor y académico de la Unidad de Investigación sobre Representaciones Culturales y Sociales (UDIR) de la UNAM.
jueves, 18 de agosto de 2022 · 14:00

CIUDAD DE MÉXICO (apro).–Aunque se sabe de la inclinación que José Vasconcelos y otros intelectuales mexicanos tuvieron por el fascismo --incluso dirigió la revista de perfil nazi “Timón”--, poco se sabe de la influencia de esa doctrina en la cultura política actual, no sólo en México sino en América, por ejemplo en la Revolución cubana.

 Poco se ha investigado, asimismo, sobre los orígenes de los postulados supremacistas que no están en la Alemania nazi, sino años atrás y en Estados Unidos, y acerca de las coincidencias --como movimientos revolucionarios-- del fascismo con el marxismo-leninismo.

A decir del escritor y académico de la Unidad de Investigación sobre Representaciones Culturales y Sociales (UDIR) de la UNAM, Andrés Ordóñez, lo ocurrido en la Segunda Guerra Mundial y el conocimiento de las atrocidades del nacionalsocialismo han impedido que se conozca bien el fascismo, aunque obras como la de George L. Mosse (1918-1999) y Roger Griffin (1948) “hacen uso de la metodología empática, no para justificar el fascismo sino para entenderlo y arrojar luces sobre él y sobre nuestra propia cultura política contemporánea”.

Se pregunta el investigador y exdiplomático si hay una continuidad entre la doctrina fascista y los llamados populismos, posteriores a la Segunda Guerra, de los años cincuenta, sesenta o setenta del siglo XX. Y señala la necesidad de estudiar el fenómeno, sin los “fantasmas” que le han rodeado.

Autor de “México y el Sahara occidental: de la Guerra Fría al siglo XXI”, “Los avatares de la soberanía. Tradición hispánica y pensamiento político en la vida internacional de México” y “Entremundos. Reflexiones sobre literatura, cultura y política internacionales”, entre otros títulos, dio a conocer los avances de sus propios estudios acerca del tema, en la conferencia “La revolución defenestrada. Historicidad, diversidad y continuidad de la doctrina fascista”.

Contó que su trabajo partió de la lectura “muy sabrosa”, del libro de Carl Amery, “Auschwitz, ¿comienza el siglo XXI? Hitler como precursor”. Aunque él se remite a la crisis del liberalismo del siglo XIX frente al cual hubo dos marcadas respuestas: el marxismo-leninismo y el fascismo, sólo que al terminar la Segunda Guerra Mundial prevaleció la primera como discurso de transformación y se hundió en el descrédito el potencial revolucionario de la segunda.

Como en un viaje histórico, el especialista de la UNAM habló asimismo del peso que tuvo el fascismo en Europa, en la Alemania nazi y también en nuestro país, en donde su estigmatización ha impedido identificar su influencia en la construcción de la cultura institucional del siglo XX.

En cuanto a su presencia en América Latina, hizo ver sus impactos en el desarrollo ideológico de la Revolución cubana, pues no es que ésta tuviera una filiación fascista, sino que, como en el caso mexicano hubo una “natural e inevitable exposición de las ideas de su tiempo”.

A guisa de ejemplo mencionó, entre otros elementos, “la fascinación del comandante Fidel Castro por los discursos de José Antonio Primo de Rivera, ideólogo fundamental del fascismo español”. Y recordó que el concepto mismo de “hombre nuevo” que enarboló el líder revolucionario junto con Ernesto “Che” Guevara, no pertenece al movimiento cubano, sino a la revolución fascista.

Advirtió que es necesario aún analizar los elementos tanto fascistas como los bolcheviques que se incorporaron en la gestación del México posrevolucionario y de la Revolución cubana, hasta llegar a la actualidad.

Reiteró entonces:

“No se trata de tildar de fascistas a personalidades como José Vasconcelos, Fidel Castro o Andrés Manuel López Obrador, sino de incorporar sus nociones, y sobre todo, sus acciones, al continuo de apropiación y necesaria adaptación de la doctrina fascista durante el proceso de construcción de la cultura política latinoamericana del siglo XX, del cual ellos y aun nosotros somos producto”.

Uno de los problemas observados por el investigador es que “el uso reiterado e irreflexivo” de los términos, sea fascista o revolucionario, los ha vaciado de contenido, y ello ha diluido las fronteras entre tradicionalista, conservador, reaccionario, fascista, de ahí que una actitud profundamente reaccionaria pueda pasar por transformadora o viceversa.

En otro momento de su conferencia, se refirió a la idea de limpieza racial que caracterizó al fascismo alemán y reveló que treinta años antes que Hitler, en Estados Unidos, el Departamento de Agricultura del gobierno, con la Carnegie Institution y la Fundación Rockefeller, aportaron millones de dólares a las universidades de Harvard, Yale, Stanford y Princeton para apoyar “la ocurrencia de crear una raza nórdica superior, de ojos azules y cabello rubio”.

Su propósito fue eliminar a portadores de genes “indeseables” con afecciones mentales, físico-degenerativas, deformidades, debilidad visual, etcétera. Sin duda, sorprendió a su audiencia al revelar que el método desde entonces, fueron cámaras de gas y el contagio de enfermedades como la tuberculosis, y que como resultado se acabó esterilizando contra su voluntad a sesenta mil ciudadanos considerados “racialmente inaceptables” o “no aptos”. 

Asimismo, se abordó el contraste entre lo que los nazis alemanes se propusieron en su política de exterminio y el gusto que uno de sus ideólogos, Joseph Goebbels, tuvo por el arte o el jazz. Pero asombrosa fue también la revelación para el público de que los uniformes militares nazis hubiesen sido diseñados por Hugo Boss.

La conferencia completa puede verse en los canales de la UDIR.

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