Teatro

Dos obras del noreste del país

“Cascabel” y “Radio Piporro y los nietos de don Eulalio” retratan el universo norteño desde ópticas distintas; la primera es sobre un sicario que de niño sufrió violencia familiar de su padre, y la segunda habla de una manera festiva de los usos y costumbres de Nuevo León y Tamaulipas.
martes, 12 de julio de 2022 · 12:24

CIUDAD DE MÉXICO (apro).– “Cascabel” y “Radio Piporro y los nietos de don Eulalio” son dos obras de teatro que hablan del universo norteño de dos perspectivas diferentes.

“Cascabel”, de José Ángel Solorio, bajo la dirección de Medardo Treviño, originarios de Tamaulipas, aborda el drama de un sicario que desde su niñez ha sufrido violencia familiar y se ha convertido en un asesino a sueldo. “Radio Piporro y los nietos de don Eulalio”, de la compañía regiomontana La Canavaty, nos habla desde el humor y el desenfado de un personaje de radio, cine y música que marcó la cultura popular y reivindicó la cultura del noreste.

“Cascabel” es una historia dolorosa que revisita, desde la intimidad del personaje, el cómo un niño vive la violencia física de su padre y la ausencia de su madre al entrar a la cárcel por haberlo matado, para de ahí saltar a la vida de sicario y a la crueldad que ejerce él mismo con sus víctimas. El unipersonal es interpretado con gran fuerza y versatilidad por José Luis Zamora, actor originario de Coahuila. Desde su madurez, muestra el recorrido de la infancia y el corazón de adulto del personaje que interpreta. La historia es atroz y nos confirma las barbaridades que se leen en las noticias. Se ejemplifica la situación de vulnerabilidad de un niño y la bestialidad de un sicario, dos circunstancias desoladoras y violentas al extremo.

El texto de “Cascabel”, que se estrenó en el Círculo Teatral, es crudo, porque la realidad misma lo es, pero con algunos destellos poéticos que la puesta en escena de Medardo Treviño potencializa. El director despliega diversos recursos escénicos a partir de las sombras, una manta y una actoralidad comprometida. La manta en el cuerpo del actor con la que inicia la obra nos da esa magia y fantasía al asociar la serpiente de cascabel con el sicario, al cual así llaman. El cuerpo bajo la manta se pliega y despliega, se esconde y se transforma para después utilizarse con otros significados y crear ricas imágenes con unos cuantos elementos y una iluminación en directo.

En honor a Peter Brook, cuyo fallecimiento el pasado 3 de julio lamentamos, el espacio escénico se crea con la imaginación del actor y el diseño de movimiento que va marcando el director Medardo Treviño, quien recientemente ha sido reconocido con varios premios por su significativa trayectoria.

“Radio Piporro y los nietos de don Eulalio” escrita, dirigida y actuada por Víctor Hernández, acompañado en el escenario por Roberto Cázares, habla de una manera festiva de los usos y costumbres de Nuevo León y Tamaulipas a partir del personaje de El Piporro, ícono del cine y del canto del noreste. El contexto de violencia, migración, carencias y desigualdad de esa zona del país forma parte del bagaje que manejan en esta puesta en escena. El Piporro resignificó la imagen del norteño y de la palabra misma, le imprimió bailes y dichos, formas de ser que los norteños reconocían como propias pero que no se habían convertido en arquetipo.

La obra de teatro, que se presenta en el foro de La Gruta, establece a sus nietos ficticios como los seguidores de este personaje, y a través de un programa radiofónico juegan y rememoran las aventuras y desventuras que vivió. La puesta en escena, desenfadada, se interpreta por dos actores con gran proyección y empatía. Cada función se adereza con improvisaciones y referencias al presente, que provocan risa y diversión. Bailan, se disfrazan y encarnan a distintos personajes con los que convivió El Piporro en su faceta en la radio, su participación en el cine y en los espectáculos cómico-musicales.

La narrativa de la obra es fragmentada y se mezcla con el teatro documental y la autobiografía, aunque al final de la obra se alarga innecesariamente al ahondar en este último aspecto. El imaginario norteño de la obra es rico tanto visualmente como en el contenido, y para los contemporáneos de la época de don Eulalio es un gran disfrute identificar anécdotas y realidades de este gran actor desde su época dorada en el cine hasta su inevitable final alejado de los espectáculos.

“Cascabel” y “Radio Piporro y los nietos de don Eulalio” son dos obras que enriquecen el teatro nacional y nuestra visión del universo del noreste de México. Teatro vigoroso realizado con talento que nos permite asomarnos a nuestro presente y a las circunstancias críticas en las que se encuentra. 

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