Cine
"Silencio radio"
Corrupción, tensión política, agresiones a periodistas y asesinatos, como el de la periodista Lourdes Maldonado, el más reciente, mantienen vigente la importancia de este trabajo de Juliana Fanjul, quien se dedicó durante cuatro años a seguir de cerca el proceso de Carmen Aristegui.CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).– Al documental Silencio radio (México, 2019) no le han faltado espacios de difusión: Ambulante, FICUNAM, ahora en estreno comercial. Corrupción, tensión política, agresiones a periodistas y asesinatos, como el de la periodista Lourdes Maldonado, el más reciente, mantienen vigente la importancia de este trabajo de Juliana Fanjul, quien se dedicó durante cuatro años a seguir de cerca el proceso de Carmen Aristegui desde su despido ilegal de la estación Noticias MVS hasta su retorno a la radio en un espacio propio de internet.
La posición de la realizadora es clara: la expulsión de Aristegui, poco después del escándalo tras informar sobre la lujosa Casa Blanca de Peña Nieto, significó un atentado no sólo contra la libertad de expresión de los medios, sino contra todo el pueblo mexicano; con voz en off, mientras Juliana Fanjul narra los hechos y opina sobre la situación política del país, en las secuencias que muestran reacciones y comentarios de la gente –ya sea a través de los medios electrónicos o en encuentros espontáneos en la calle–, el espectador cae en cuenta de dos hechos fundamentales, el cariño que la locutora ha conquistado con la gente de toda condición social, y la escandalosa escasez de espacios informativos confiables.
Lujos abusivos y corrupción son parte del sistema político de la agonía priista que representó el gobierno de Peña Nieto, pero lo realmente absurdo fue la incapacidad para gestionar la personalidad mediática de Carmen Aristegui, ya no sólo como garantía de salud informativa para que el pueblo sienta un mínimo de confianza en sus instituciones, sino por la ausencia total de maquiavelismo y manipulación. Pura torpeza para amañar noticias y jugar con controversias y puntos de vista por parte de Peña Nieto, nada más cortar cabezas de tajo, descalificar y silenciar.
Incómoda ante la cámara de Fanjul que la sigue en momentos importantes, se advierte que Aristegui sólo busca hacer su trabajo sin aspavientos; el aprecio del público y de sus colaboradores proviene de la honestidad de la periodista, de su perseverancia; programas, entrevistas y comentarios nunca aspiran al espectáculo, el show lo arman gobierno y personajes que buscan descalificarla o que se alebrestan con cualquier comentario que no los favorezca. La impresión que permanece en el espectador es que esta periodista de tono seco, sin dejar de ser afable, monótono, pero firme, es la misma en todas partes, como en su visita en EU a derechos humanos, o en entrevistas con personajes clave, o cuando presenta documentos en la procuraduría para defenderse de acusaciones y persecuciones.
En el transcurso del documental se nota que Carmen Aristegui, aunque recibe de manera muy afable las muestras espontáneas de aprecio de la gente, es poco susceptible al halago; quizá esto sea lo que más irrite a políticos que viven de la lisonja, simplemente cumple con su trabajo de informar, pecado imperdonable para las mafias del país.